Edición Cero

Carlos Graña Sarmiento, periodista.- «Son las 6 de la mañana. El sol por encima de los contrafuertes andinos esparce sobre la pampa una claridad... La Huelga de Baldomero Lillo

Carlos Graña Sarmiento, periodista.-

«Son las 6 de la mañana. El sol por encima de los contrafuertes andinos esparce sobre la pampa una claridad deslumbradora. La ausencia absoluta de toda vegetación da a la tierra convulsionada el aspecto de un negro mar embravecido, súbitamente petrificado.

Un silencio solemne reina en la pampa, que sólo interrumpen de tarde en tarde, la sorda y lejana detonación de un tiro o los gritos desaforados y rabiosos de los carreteros.

A pocos pasos de la polvorosa huella, por la que van y vienen las carretas transportadoras de los acopios, los particulares

Luis Olave y Fermín Pavez, el barretero Simón Araya y su hijo Vicente se ocupan desde el amanecer en la apertura de una calichera». Con esas palabras Baldomero Lillo inicia la narración de una de las obras literarias, que consideraba, que sería su obra maestra: La Huelga». (Escrito de Baldomero Lillo)

Baldomero Lillo, en noviembre de 1909, viaja a Iquique. Sus creaciones: «Sub-terra», recopilación de ocho cuentos mineros, y «Sub- sole», trece relatos de vida campesina y del mar, eran conocidas en el mundo literario. Obras que permanecerían en el tiempo y lo transformarían en creador del realismo social chileno y en uno de los grandes escritores del cuento Latinoamericano.

Su arribo a la Capital del Salitre tenía como finalidad documentarse más para terminar la novela que escribía.

La masacre de la Escuela Santa María, 21 de diciembre de 1907, le dieron a Baldomero Lillo una visión nueva del ser humano, y atroz. Bajo tal pesadumbre concibió la idea de escribir sobre los salitreros, no una plana relación de vicisitudes, sino algo animado, una novela tal vez.

Este deseo lo acompañó hasta su muerte. Anhelaba escribir una novela pintando las faenas del salitre, donde se vea el cambio del peón sureño al transformarse en calichero. Las modalidades de los trabajadores peruanos y bolivianos, la penetración socialista y todo lo referente de la pampa. Su novela debería terminar al producirse la matanza y se llamaría La Huelga.

Durante su estadía en Tarapacá ve oficinas y conversa con más de cien testigos de la masacre. Visita también la Escuela Santa María. Observa la Plaza Presidente Manuel Montt y el lugar, donde estaba el Circo Sobarán. Ese año se cumplirían tres años de la tragedia.

Le informaron también que el día de los acontecimientos el Comité directivo de los pampinos sesionó en un altillo, que volaron las ametralladoras. Los trabajadores que se hallaban abajo, en habitaciones o patios, corrieron a las puertas movidos por la curiosidad y el terror, pero, al ver que también eran baleados, el pánico los llevó al interior donde, enloquecidos, a cabezazos, pretendieron abrir una brecha en la pared trasera del edificio.

Las ametralladoras los derribaban a medio camino. Y los que lograron salir a la calle eran ultimados por lanceros. Con horas de anticipación estaban las carretas , apostados a cierta distancia. Esos vehículos eran para llevar los cadáveres a una larga zanja que también se abrió previamente.

Baldomero Lillo leyó muchos impresos relacionados con la pampa y el nitrato. Investigó acerca de los tipos obreros que podían figurar en la obra. El héroe debía ser un agitador. Creía que la suya sería una novela interesante, basada en una actividad sin par en el mundo.

Alcanzó a escribir el primer capítulo de La Huelga y lo rehízo varias veces. Sabía que no conocía el ambiente salitrero y no lograba asimilarlo como el de las minas de carbón, que proyectó en sus obras literarias.

En 1912 murió su esposa Natividad Miller y el escritor quedó viudo a cargo de sus cuatro hijos pequeños. Su salud frenó su capacidad de trabajo. Falleció el 10 de septiembre de 1923 en San Bernardo  sin terminar su novela La Huelga.

Baldomero Lillo Figueroa plasmó en su narrativa la dramática vida de los mineros, del campesinado y los trabajadores marítimos. Lillo ha mantenido su vigencia hasta hoy y es fuente indispensable al momento de referirse a la minería del carbón en Chile. Sus restos descansan en Lota, ciudad donde  nació el 6 de enero de 1867.

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