Edición Cero

Ivanna Margarucci. Investigadora postdoctoral de la Universidad de Tarapacá.- La trama compleja de la política en América Latina se reactualiza cotidianamente en las múltiples... A 117 años de la huelga y masacre de la Escuela Santa María de Iquique. ¿Por qué seguir recordando?

Ivanna Margarucci. Investigadora postdoctoral de la Universidad de Tarapacá.-

La trama compleja de la política en América Latina se reactualiza cotidianamente en las múltiples batallas libradas por la memoria histórica. Escribir nuestro pasado parece ser una permanente exhumación y recuperación de recuerdos de acontecimientos y sujetos, forjados en la arena del conflicto social, político-ideológico y militar. La huelga y masacre de la Escuela Santa María de Iquique no es, en modo alguno, la excepción a la regla.

Pasaron ya 117 años de este luctuoso evento, que marcó a fuego la historia de los y las trabajadores y trabajadoras de esta ciudad, de este país y, me atrevería a decir, de este mundo.

En un relevamiento realizado en la prensa internacional de la época, la noticia de la matanza circuló, entre otras ciudades, en Buenos Aires, La Paz, Lima, La Habana, Ciudad de México, Panamá y Ciudad del Cabo, en la lejana Sudáfrica. The Cape Daily Telegraph decía en su edición del 24 de diciembre, es decir, tres días después del asesinato colectivo, “Chilean strikers butchered. Troops use Quick-Firing Guns”, que en castellano se traduciría: “Los huelguistas chilenos masacrados. Las tropas usan armas de fuego rápido” (1). Pero el verbo “butchered” es más que masacrado, pues refiere la idea de una carnicería, igual que el Diario del Hogar de la capital mexicana, que, el 31 de enero de 1908, describe en un artículo los “Horrores en Iquique”, agregando en su titular “Carnicería de huelguistas” (2). El Comercio de Lima fue aún más gráfico: incluyó en su portada del 10 de enero un croquis de la masacre enviado por correspondencia por un testigo (3) .

Fuente: El Comercio, Lima, 10 de enero de 1908

Imaginamos que esa carnicería provocó ríos de sangre que corrieron, aprovechando la pendiente en declive del terreno, desde la Escuela Domingo Santa María y la Plaza Montt hasta las aguas del mar, donde sangre y mar se mezclaron. Ríos de tinta se escribirán, desde entonces y con la cadencia propia de una “memoria en disputa” (4), sobre la huelga, sus protagonistas y su trágico desenlace. Libros, artículos académicos y de divulgación; prosa y poesía; una famosa cantata que todavía pone la piel de gallina al escucharla.

Ahora bien, ¿significa esto que es posible poner un punto final?, o, lo que es lo mismo, ¿que podemos dejar de exhumar y recuperar recuerdos del pasado y mirar hacia adelante en pos de una ficticia reconciliación con sus perpetradores, pretéritos y presentes? No. Siempre hay algo más para decir. Nunca se recuerda en exceso. Sí, en cambio, son frecuentes el olvido y el silencio.

Poco se habló, por ejemplo, del debate que generó la utilización de la escuela como alojamiento de los huelguistas. Según El Pueblo Obrero del 18 de diciembre de 1907, el alcalde de Iquique Arturo del Río se opuso a otros notables de la ciudad a que se les concediera el local “porque dijo, se destruirían los libros, las bancas y demás útiles” (5). Pero no fueron los pampinos quienes lo destruyeron, sino el ejército que esa tarde del sábado 21 los cercó y les disparó sin piedad en el alojamiento que devino trampa mortal.

El 3 de noviembre de 1908 el visitador de escuelas de Tarapacá David Zúñiga C. escribía al Inspector General de Instrucción Primaria: “Después de los sucesos de Diciembre del año pasado, el local quedó tan deteriorado que cuesta trabajo mantener el aislamiento con la calle, por las planchas de zinc que faltan i los numerosos agujeros que la oxidación ha producido en ellas, necesitando una pronta reparación”(6) .

Pocos, igual, recuerdan el listado de más de un centenar de personas y compañías que firmaron un cablegrama enviado a la Cámara de Diputados “en que se aplaude la actuación de las autoridades en los desgraciados y lamentables sucesos del Sábado 21” anunciaba el diario La Patria. La lista llevaba por título “Para la historia”… ¿Pero, cuál historia? La historia de los de arriba, del poder, defendida y rubricada por “Luis Vergara y Vergara, Luis F. Videla, Francisco Martinez Gálvez, Gildemeister y Ca., Francisco J. Hurtado, Agustín Arrieta, Lockett Bros y Ca., Rafael Fuenzalida, Manuel Urrutia, Justino P. Pellé” (7), etcétera, etcétera.

Estos diez nombres y los casi 95 que le siguen, no sólo vieron protegidos sus privilegios de clase con las armas del Estado chileno. También, algunos de ellos, fueron sus beneficiarios directos.

El cálculo frío del costo de la matanza aparece detallado en una serie de oficios y decretos de la Intendencia de Tarapacá, en los que la tinta oxidada e ilegible sobre el papel copiador funciona como un símbolo implacable de la dupla olvido-silencio. Según esta documentación, la Tesorería Fiscal de Iquique y Santiago desembolsaron 198.249,59 pesos para sofocar la huelga. De este dinero, la firma Schiavetti Hermanos recibió 14.420,30 pesos, la firma Lockett, Bros y Cía. 9.072 pesos y don L. Miranda Ávila 16,80 pesos, en concepto de artículos y servicios prestados a la policía. Los tres nombres integran el listado de quienes vivaron la matanza(8) .

 Fuente: El Pueblo Obrero, Iquique, 11 de enero de 1908.

Así como hay recuerdos de la ignominia, hay también recuerdos de la esperanza que brota de la lucha colectiva y la bala asesina. De esa otra historia protagonizada por hombres y mujeres comunes y de a pie, que contiende, como una “memoria subterránea”, una “memoria prohibida”, “clandestina” e “inaudible” diría un entendido en la materia, el sociólogo e historiador Michael Pollak, con la del poder.

La huelga de los 18 peniques se inició en la pampa y tuvo como epicentro, luego, el Puerto Mayor de Iquique, pero resonó allende las fronteras en el espacio andino.

Conocida es la historia del presidente y vicepresidente del comité huelguístico José Brigg y Luis Olea, quienes, exiliados después de la masacre, se incorporaron al movimiento anarquista de Lima, en Perú. Igual derrotero, aunque menos estridente, tuvo otro personaje cercano al anarquismo, el pintor Sixto Rojas. Pero a Bolivia llegaría también por oleadas la prédica emancipadora pampina. No por casualidad el movimiento obrero boliviano adoptará en su martirologio la fecha del 21 de diciembre y una ciudad, Iquique, como propias.

Primero, se guarecieron en este país algunos activistas perseguidos, como José Santos Morales, tesorero del comité huelguístico, y Manuel Esteban Aguirre, fundador y dirigente del Centro de Estudios Sociales La Redención. Carlos Hilarión Román, acompañado por el secretario del comité Nicanor Rodríguez, escribe a principios de 1908 una carta a El Pueblo Obrero. Desde la Mina Descubridora en Lluta, Tacna, aunque en viaje a Bolivia, enviaba a sus compañeros “Un voto de aliento […] para seguir en nuestra noble y santa tarea de defender a los oprimidos del capital” (9). Hubo con ellos otros trabajadores anónimos, los “desbandados”, huelguistas o testigos, quienes huyeron del horror de la matanza provocando una “invasión obrera” según rezan los titulares de los diarios de La Paz. Viajaba con ellos, en su equipaje, el ejemplo de la rebeldía obrera.

Años después, regresarán a su tierra los trabajadores bolivianos convertidos en militantes en la pampa, como el socialista cochabambino Arturo Daza Rojas, alias “Cochalín”, para quien, igual que para otros paisanos, la “memorable época” de la “gran huelga” y “matanza de Iquique” de 1907 (10) , constituyó un antes y un después en el camino a la politización obrera.

Un año antes de la “gran huelga” y matanza, 1906, los trabajadores y trabajadoras de Iquique conmemoraron por primera vez su día, el 1° de Mayo. Pero en mayo de 1908 no podía haber conmemoración pública. El sonido de las balas perforando maderas, calaminas y cuerpos, todavía se escuchaba. En su reemplazo, el 21 de diciembre esperaban organizar una romería y desfile, “la mas soberbia que se haya presenciado en Sud América” esperaban (11).

Así fue. En Iquique, congregaron 2000 manifestantes de Plaza Arica al Cementerio número 2 y de allí a la Plaza Condell –dos espacios que ya no existen como tales en una ciudad cuyo patrimonio urbano fue, igualmente, convertido a ruinas de olvido y silencio. En Huara, “los obreros que compondrán la romería, vestirán de riguroso luto, llevando sus banderas, chilena, peruana, arjentina y boliviana, ya que de estas cuatro naciones cayeron inmolados en esta matanza injusta, tantas víctimas indefensas” anticipaba El Pueblo Obrero en noviembre de 1908 (12).

Si la huelga y masacre de Iquique fue un hecho que marcó a fuego la historia de los y las trabajadores y trabajadoras del mundo, recordar es mucho más que lo opuesto a olvidar y callar. Es volver a dar vida, en estos tiempos urgentes que corren, a los ideales de libertad, igualdad y solidaridad que animaron su lucha. Es realizar un acto de justicia aún pendiente para con las y los caídas y caídos. Es proseguir con una batalla iniciada por ellos y ellas con el petitorio, la huelga y las banderas de esos cuatro pueblos hermanos, esta vez, empuñando nuestra arma más potente: la Memoria.

Fuente: Caras y Caretas, Iquique, 24 de diciembre de 1911.Gentileza de Pablo Artaza Barrios.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1 “Chilean strikers butchered. Troops use Quick-Firing Guns”, The Cape Daily Telegraph, Ciudad del Cabo, 24 de diciembre de 1908.

2 “CHILE. Horrores en Iquique. Carnicería de huelguistas”, Diario del Hogar, México, 31 de enero de 1908.

3 “Carta de Iquique”, El Comercio, Lima, 10 de enero de 1908.

4 Michael Pollak (1989), “Memoria, Esquecimento, Silencio”, Estudos Históricos, 2 (3), pp. 3-15.

5“El mitin del Lunes”, El Pueblo Obrero, Iquique, 18 de diciembre de 1907.

6 D. Zúñiga C., Oficio al Inspector General de Instrucción Primaria, 3 de noviembre de 1908, Archivo Regional de Tarapacá, Fondo Intendencia de Tarapacá, Legajo N° 705.

7 “Para la historia”, La Patria, Iquique, 10 de enero de 1908.

8 Luis Aldunate, Oficio al Señor Juez Letrado del 2° Juzgado, Iquique, 22 de septiembre de 1908, Archivo Regional de Tarapacá, Fondo Intendencia de Tarapacá, Legajo N° 693. Véase también Legajo N° 703.

9 Carlos Hilarión Román, “Una carta”, El Pueblo Obrero, 20 de febrero de 1908.

10 Arturo Daza Rojas, Sensacionales y verídicas aventuras humorísticas y trágicas de Cochalín. 1° en Bolivia, Chile, Perú y Argentina, La Paz, 1958.

11 “El 1.o de Mayo”, El Pueblo Obrero, Iquique, 25 de abril de 1908.

12 “21 de Diciembre”, El Pueblo Obrero, Iquique, 14 de noviembre de 1908.

Una respuesta a “A 117 años de la huelga y masacre de la Escuela Santa María de Iquique. ¿Por qué seguir recordando?”

  1. GUILLERMO OROPESSA dice:

    El recuerdo de haber perdido un familiar en este acontecimiento, mantiene en sus descendientes algo que nunca podrá olvidarse. Soy un varón de 80 años, y aún conservo la pena y rabia, pues perdí un abuelo y un tío, ese día. Gracias.

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