Edición Cero

Bernardo Guerrero Jiménez, Sociólogo iquiqueño.- Señor Warken, los perros no solemos escribir cartas. Nuestro lenguaje es otro: mover la cola, ladrar en sus variadas... Carta del «perro Matapacos» a Cristian Warnken

Bernardo Guerrero Jiménez, Sociólogo iquiqueño.-

Señor Warken, los perros no solemos escribir cartas. Nuestro lenguaje es otro: mover la cola, ladrar en sus variadas tonalidades, mear con una pata arriba en un poste, girar en circulo en busca de una pulga no invitada. Llorar, gemir, dar lengüetazos.

Al parecer usted que alguna vez dice que fue poeta, nunca ha tenido como amigo un perro. Se lo perdió. No sabe la alegría que sentimos cada vez que nuestro amigo, el ser humano, regresa a casa luego de un largo viaje.

Los perros como yo tenemos calles. Somos quiltro y eso se nota por lo mismo no sufrimos de arribismo. Conocemos las arrugas del asfalto, los pliegues de las esquinas, los sonidos de los adoquines… Cuando uno de los nuestros se enferma se nos cuelga un collar con limones, ojalá de Pica, los más jugosos del mundo. Siempre hay alguien que nos cobija. Nada más tierno que un ruquero te brinde asilo en su frazada o bien sobre sus cartones.

Por lo mismo aun no logró entender el tono no quiltro de tu carta abierta. Hay cierto tonito discriminador en tu narrativa que no es precisamente un viaje a la palabra.

Me criaron en ese otro Santiago que no tiene nada que con el tuyo. En tu barrio, si es que cabe esa expresión, no hay quiltros. Sólo canes con colleras/gps, carné en el veterinario, hora reservada para el peluquero, comida especial.  Incluso tienen un paseador de animales. Una especie de proletario canil informal que los llevas de plaza en plaza, esas que no existen por aquí.

Somos los perros, sin embargo, además de todo lo anterior símbolo y consigna. Una de ellas dice que somo el mejor amigo del hombre. Nunca se nos ha pregunta a nosotros, sobre si es verdad o no. En los viejos discos de acetatos se dibujó a uno de los nuestros, frente a una bocina y abajo se escribió “La voz del amo”.

Te molesta expoeta que se me quiera levantar una estatua con el pañuelo al cuello, o al cogote. No se si conoces esa palabra de la que proviene el ladrón identificado como cogotero.

Te molesta que antes de octubre -u octubrismo- como dicen desde los amarillos a los republicanos, los jóvenes -también tu fuiste joven- me convirtieron en lo que te molesta. A mí no. Me rebautizaron y hasta yo mismo olvidé mi primer nombre. Me convertí en un símbolo. Y a ustedes no les gusta, porque además de lo anterior. Soy aparte de un perro callejero, una especie de Lenin, y mi color es negro. ¡Ahí está la madre del cordero!

Te recomiendo leas de Antonio Gala su libro “Conversaciones con Troylo”. Heidegger a quien tanto te gusta citar nunca tuvo perro. Los pobres siempre tienen un perro que les ladre.

Te envío un ladrido, ya que sabes perro que ladra nunca muerde, aunque hay canes que no conocen ese refrán.

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Puedes leer la carta de Cristian Warnken, ACÁ

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