Edición Cero

María Lorena Donoso, periodista.-  “Demasiado jóvenes para saber que todo mejorará” (“Too young to know it gets better”), una frase que viene resonando en... Demasiado jóvenes para saber que todo mejorará

María Lorena Donoso, periodista.- 

Demasiado jóvenes para saber que todo mejorará” (“Too young to know it gets better”), una frase que viene resonando en mi cabeza desde hace mucho tiempo; estrofa que forma parte de una canción que te hace reflexionar sobre la amistad y, en mi caso, preguntarme qué le diría a mi versión más joven, esa que en muchas ocasiones se vio sobrepasada con problemas que hoy no son tan terribles, ya que ahora cuento con las herramientas y madurez necesarias para enfrentarlos de la mejor manera posible.

Sin embargo, entre esa añoranza que me provoca escuchar la canción, hago una retrospección de lo que fue mi adolescencia, esa etapa de la vida que nos marca para siempre porque nos deja lecciones que (queramos reconocerlo o no) nos convirtieron en las personas que somos en la actualidad, pero también me pregunto qué será de todos/as aquellos/as que fueron parte de ese momento tan crucial.

Si bien las redes sociales permiten ver “algo” de esas actualizaciones cotidianas, me gustaría retomar conversaciones que creo haber dejado pendiente… quizás por el simple motivo de querer rememorar días en los que mis preocupaciones eran más banales junto a quienes compartía a diario en una sala de clases, forjando un lazo similar al que tienen las familias (en diferentes niveles de profundidad, por supuesto) y, que debido a los rumbos que cada uno/a escogió, nos dejamos de ver con esa frecuencia que brindaba espacios como el colegio.

Ahondando aún más en estas memorias, encontré diferentes fotografías que reflejan este sentimiento que no me he podido sacar del pecho desde hace algunos días, mientras sigo escuchando la canción; me embarga la nostalgia en todas sus formas y, es que crecer trae nuevas experiencias y aprendizajes, pero también enseña a soltar otras que atesoramos, nos obliga de alguna u otra manera a dejar de lado esa curiosidad implícita que significa ser un/una joven adolescente.

Para poner un poco de contexto en esta línea temporal de sucesos, mi adolescencia transcurrió en tiempos donde páginas como Tumblr vivían su auge, ahí contábamos y compartíamos nuestras vivencias en esta especie de blog que forjó muchos hipsters (subcultura contemporánea). Por otro lado, Instagram recién estaba irrumpiendo y, en su mayoría, se utilizaba para publicar fotografías de comida, luego adquirió la relevancia con la que hoy conocemos esta red social: una galería virtual de vidas que, de cierta manera, se podría considerar como un blog más moderno.

Ahí he podido ver que muchos de mis excompañeros/as hoy son padres y madres, otros se van a casar y quizás algunos ya lo hicieron, así como también se convirtieron en profesionales de diversas áreas, algunos emprendieron rumbo a otras ciudades y, en otros casos, se encuentran en un plano diferente porque su paso en nuestras vidas fue fugaz pero duradero.

No obstante, frente a esta cruda realidad, infiero (en verdad quiero creer) que a ellos y ellas les debe pasar lo mismo conmigo, solo ven fragmentos de lo que es mi vida actualmente, sin profundizar más allá de lo que se publica. En una sociedad que nos tiene acostumbrados a la inmediatez, la soledad hace eco cuando buscamos un feedback real, humano y tangible de esto que le estamos contando al mundo a través de una simple foto, extrañando el poder conversar con alguien que realmente te conoce, alguien con quien reíste, lloraste y, en ocasiones tuviste roces, sobre todo en una edad en la que tenemos los sentimientos a flor de piel; juventud divino tesoro dirían por ahí los más sabios.

Solo puedo decir que si estás leyendo esto, no dejes que un mal día te ciegue de poder vivir una vida plena en el futuro, quizás habrá días malos, pero te prometo que son más los buenos. Puedo verlo a diario, cuando me los he topado en algún pasillo de supermercado o en la calle, cuando me cuentan de sus vidas por mensajes de WhatsApp (la vida adulta te resta un poquito de vida social) e incluso cuando nos perdonamos por errores tontos que hemos sabido dejar atrás, sanando heridas a diario y cada uno/a dando batallas internas todos los días por ser mejores personas.

Y me gustaría decirles que, efectivamente, éramos demasiado jóvenes para saber que todo mejoraría.

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