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Edwin López Pavez, gestor Cultural Pozo Almonte.- Un 27 de enero del año 1980, llegamos como familia a Pozo Almonte desde Salitrera Victoria, un... El tren, ahí viene el tren

Edwin López Pavez, gestor Cultural Pozo Almonte.-

Un 27 de enero del año 1980, llegamos como familia a Pozo Almonte desde Salitrera Victoria, un lugar que estaba cerrando sus puertas y las últimas familias buscaban un nuevo hogar donde vivir.

Si tomamos la calculadora, ya son 43 años de esa inolvidable fecha. Todos los días que he vivido en esta tierra son especiales, pero hay algunos de esos días que ya no se han vuelto a repetir, por ejemplo, la llegada del tren.

Algunos se preguntarán, ¿pasaba un tren por Pozo?, la respuesta se remonta a 1872, cuando se inaugura el ramal que llega a este punto de la pampa y donde se construyó la más grande estación de ferrocarriles salitreros. Con el pasar de los años, esa línea férrea fue siendo menos utilizada, se iban cerrando etapas, la era del oro blanco ya llegaba a su fin.

No conocí la Estación, algunos me han contado que era muy grande. Pero sí les puedo contar que vi pasar el tren, ese que cada cierto tiempo llegaba y se quedaba un breve tiempo y seguía camino a Humberstone, para celebrar la semana del salitre.

Una gran alegría me llenaba cuando se escuchaba el tren a lo lejos, algo que no estábamos acostumbrados, un fuerte pito y un ruido especial en su transitar. Lo interesante venía después, el tren partía con su recorrido normal y al rato volvía a Pozo de sorpresa, pero era para que la locomotora diera vuelta y pudiese bajar más tarde de forma normal a Iquique.

En ese momento, todos, cuando digo todos, eran todos, al menos los que llegaban a mirar, llenábamos los vagones para vivir ese proceso de cambio y lo que yo desconocía es que una vez listo, tomaba el recorrido a Humberstone a buscar los pasajeros.

Ya estaba ahí, sobre unos de los vagones, a ratos sacando la cabeza por la ventanilla, otros cambiándome de vagones, asumir que ya estaba viajando a Humberstone sin haberle avisado a nadie en mi casa sobre mi destino.

Llegaba justo en pleno desfile, aprovechaba la vuelta para visitar todos los atractivos de esta importante salitrera, pero lo más importante era ver esos rostros de pampinos que volvían a revivir ese pasado glorioso.

En el teatro me quedaba un buen rato, después a la piscina, la escuela, me paseaba hasta decir basta. Lo chistoso era el retorno, el tren ya había partido y no se admitían pasajeros adicionales, así que ahora a caminar hasta Pozo, menos mal que siempre alguien pasaba y te llevaba.

En ese interminable retorno, la imaginación comenzaba a funcionar, pensando en lo que me iban a decir una vez que llegara a casa, un reto bien recibido y una rica cazuela, de esas que mi mamá me volvió a cocinar cuando nos vino a visitar hace poco.

* El autor publicó esta nota en su portal de facebook. (Fotografías proporcionadas por él).

 

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