Edición Cero

Profesor Haroldo Quinteros Bugueño.-  En el 244° aniversario de su nacimiento, don Bernardo O’Higgins Riquelme merece, por cierto, nuestro más cálido y sentido homenaje.... 20 de agosto de 2022, homenaje a don Bernardo O’Higgins.

Profesor Haroldo Quinteros Bugueño.- 

En el 244° aniversario de su nacimiento, don Bernardo O’Higgins Riquelme merece, por cierto, nuestro más cálido y sentido homenaje. A pesar de sus humanos deméritos, fue, sin discusión alguna, uno de los más grandes patriotas de Chile y Latinoamérica, aquellos que arriesgaron y hasta dieron sus vidas por la libertad e independencia de Chile y de los pueblos que fueron colonias del imperio español.

Este homenaje al Padre de la Patria, si es realmente serio, consciente y sincero, no puede ser rendido por quienes han sido enemigos jurados de la verdadera independencia económica de Chile, de la unidad de nuestras etnias, como asimismo de la unidad real y corporativa de las naciones latinoamericanas, el único expediente que tienen los pueblos de América Latina de liberarse de la dominación continental del nuevo imperio, el de hoy, el estadounidense. Esa unidad fue la más clara y explícita propuesta del mayor de los patriotas independentistas latinoamericanos, el venezolano Simón Bolívar. A esa propuesta se sumó O’Higgins sin ningún tipo de ambages, la hizo suya como principio político y la llevó a la práctica.

En este 20 de agosto, obviamente por razones de espacio, en este homenaje a O’Higgins sólo recordaré dos situaciones con respecto a su figura, casi olvidadas o ignoradas en nuestros días:

Primero: La bochornosa insolencia del pinochetismo en el año 1998, con personajes como Novoa, Moreira, Longueira y otros “fans” del tirano, de comparar a don Bernardo O’Higgins con su ídolo. Esto sucedió cuando el 16 de octubre de ese año el dictador Pinochet cayó en Londres en las manos de la justicia internacional, sobre cargos de graves crímenes de lesa humanidad. Aquellos admiradores suyos, fuera de sí, igualaron ese incidente con el exilio de O’Higgins en Perú. Tal paralelo es imposible, descabellado y ridículo. O’Higgins fue expulsado del país y condenado al exilio por sus enemigos políticos, la traicionera aristocracia criolla, la misma que en 1823 posaba de chilena mientras que en 1810 se declaraba española.

El Patriota, además, no queriendo que se derramara una gota más de sangre en Chile, luego de tantos años de sangrienta guerra, abdicó al mando sin recibir ningún beneficio pecuniario. ¿Puede compararse ese anhelo de paz para Chile con el gobierno de un dictador sanguinario, además de traicionero y corrupto? A diferencia de O’Higgins, Pinochet, desconfiando de nuestros médicos chilenos, no fue víctima de ningún exilio, sino viajó por su cuenta a Inglaterra a operarse de la columna y allá lo capturó el juez español Baltasar Garzón. ¡Cómo comparar a O’Higgins con Pinochet! Por supuesto, hay más todavía: el Libertador era un valiente. Cercado por las balas y las bayonetas realistas, a su grito en Chacabuco “¡O vivir con honor o morir con gloria!”, se opone la pregunta: “Gustavo, ¿y si nos matan?”, revelada públicamente por el general Gustavo Leigh  cuando invitó al entonces vacilante Pinochet a sumarse al golpe de estado que derrocó al Presidente Constitucional de Chile Salvador Allende en 1973. Además, el Padre de la Patria murió sin bienes materiales.

Los pocos que tenía los repartió entre los inquilinos de la pequeña hacienda Montalván, la propiedad que el gobierno peruano le regaló en el exilio, agradecido por haber sido con Bolívar, San Martín y Sucre, uno de los libertadores del hermano país. Hasta hoy, el pueblo del Perú no olvida que la última etapa de la guerra por su independencia del colonialismo imperial español fue enteramente financiada por el gobierno de Chile, a cuya cabeza estaba el Director Supremo Bernardo O’Higgins. Finalmente, el Libertador murió pobre; tanto así, que en su lecho de muerte quiso dar fe de ello pidiendo ser enterrado vestido con un hábito franciscano, como símbolo de su pobreza al dejar este mundo.

El dictador Pinochet, en cambio, se enriqueció hasta lo indecible en el poder, hasta mucho más allá del hartazgo; y no sólo eso, Chile fue objeto de un bochorno internacional cuando a Pinochet el gobierno –uno de la ex – Concertación) y las Fuerzas Armadas le dieron un funeral con honores militares. En cambio, la humillación que sufrió el Libertador fue vergonzosa. Mientras Pinochet murió en Chile, O’Higgins,  pidió en reiteradas oportunidades al gobierno de Chile que se le levantara el exilio de modo de poder morir en su patria. Diego Portales, el ídolo ideológico de la derecha que la tiranía de Pinochet hizo suyo, a la cabeza del gobierno conservador de entonces, le negó sistemáticamente este último deseo.

Segundo: La relación de O’Higgins con el pueblo mapuche. También llamo en este día la atención sobre el pensamiento indigenista de Bernardo O’Higgins. El Primer Padre de la Patria, que fuera en su infancia un niño bastardo llamado Bernardo Riquelme Riquelme, fue matriculado por su madre doña Isabel, en la escuela-internado “Colegio de Naturales de Chillán,” construido por los jesuitas en 1697, y regido por los padres franciscanos desde 1786. A este colegio sólo asistían los hijos de los caciques mapuches de Chillán, Los Ángeles y Concepción, de modo que doña Isabel debió conseguir un cupo especial en ese colegio, en el que su hijo estudiara en secreto, puesto que su padre biológico hizo todo lo posible para que esa paternidad fuera completamente desconocida.

El bebé Bernardo había sido registrado en su bautizo (el Registro Civil no existía) como hijo ilegítimo; vale decir, de padre desconocido. Su progenitor, Ambrosio O’Higgins, era un conspicuo católico irlandés, súbdito de la corona española, ex – gobernador de Concepción y finalmente, Virrey del Perú. Los datos que se conocen de la infancia de Bernardo, cuya mayor parte la vivió en aquel colegio indígena, revelan que fue un niño feliz. El pelirrojo muchachito de rosada tez y ojos azules se distinguía de lejos entre sus compañeros de escuela, los morenitos hijos e hijas de los lonkos, con quienes estudió, durmió, comió y jugó en su niñez.

Aprendió allí a la perfección la lengua mapuche que la hablaba tan bien o mejor que el castellano, así como también conoció las historias de los héroes de sus amigos, Lautaro, Caupolicán y Galvarino. Es natural, entonces, que la admiración, cariño y comprensión que siempre sintió el Libertador por nuestra primera etnia originaria, tuvieran inicio en su infancia. A diferencia de la derecha aristocrática de ayer y la neo-liberal de hoy, tanto civil como militar, O’Higgins no sólo respetaba profundamente al pueblo mapuche, sino que lo consideraba como parte de Chile, con una identidad cultural propia y, por ende, con derecho a un territorio propio y una autonomía decretada con arreglo a sus costumbres. Es decir, don Bernardo veía a Chile como una república plurinacional, i. e., pluricultural y sólidamente unida en el respeto a la diversidad étnica. Oigamos la voz del propio Padre de la Patria, a través de la carta fechada en marzo de 1819, dirigida al Consejo de Lonkos de Concepción, que transcribo en sus partes esenciales: 

«El Supremo Director del Estado a nuestros hermanos los habitantes de la frontera del Sud: Chile acaba de arrojar de su territorio a sus enemigos después de nueve años de una guerra obstinada y sangrienta. Sus fuerzas marítimas y terrestres, sus recursos y el orden regular que sigue la causa americana en todo el continente, forman un magnífico cuadro, en que mira afianzada su Independencia. Las valientes tribus de Arauco, y demás indígenas de la parte meridional, prodigaron su sangre por más de tres centurias defendiendo su libertad contra el mismo enemigo que hoy es nuestro. ¿Quién no creería que estos pueblos fuesen nuestros aliados en la lid a que nos obligó el enemigo común? Siendo idéntica nuestra causa, no conocemos en la tierra otro enemigo de ella que el español. No hay ni puede haber una razón que nos haga enemigos, cuando sobre estos principios incontestables de mutua conveniencia política, descendemos todos de unos mismos Padres y habitamos bajo el mismo clima; y las producciones de nuestro territorio, nuestros hábitos y nuestras necesidades respectivas nos invitan a vivir en la más inalterable buena armonía y fraternidad. Yo os ofrezco como Supremo Magistrado del pueblo chileno que de acuerdo con vosotros se formarán los pactos de nuestra alianza, de modo que sean indisolubles nuestra amistad y relaciones sociales. Araucanos, cunchos, huilliches y todas las tribus indígenas australes: ya no os habla un Presidente que siendo sólo un siervo del rey de España afectaba sobre vosotros una superioridad ilimitada; os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia, y está a punto de ratificar este reconocimiento por un acto público y solemne, firmando al mismo tiempo la gran Carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados.”

 ¿Tienen algo en común las ideas del Primer Padre de la Patria sobre el pueblo mapuche con quienes lo obligaron a abdicar y así no cumplir su sueño de una gran patria pluri-étnica, y que luego de acabar con los verdaderos patriotas en Lircay, en 1830, masacraron a los mapuches, los despojaron de sus tierras, además de no reconocer sus derechos ni respetar su cultura y sus tradiciones? ¿Tienen algún derecho a homenajear a O’Higgins quienes los odian y no están dispuestos a oír su clamor por recuperar lo que les fue usurpado por la dictadura de Pinochet y rematado a precio de huevo en beneficio del grupúsculo de familias dueñas de Chile? No, claro que no.

Durante siglos, la represión militar del Estado chileno contra los mapuches ha sido brutal y sangrienta, y su sello ha sido la usurpación, el asesinato y el racismo, exactamente lo contrario al pensamiento y obra del Libertador Bernardo O’Higgins. Por lo tanto, el Libertador sería el primero en comprender la actual resistencia armada de ese pueblo contra el Estado de Chile, la que ha sido sólo una consecuencia natural de los horrores que ha sufrido por siglos. Por supuesto, la situación a que llegado hoy este conflicto es un lamentable hecho, que no fue provocado por los hijos de Caupolicán y Lautaro. Sólo si se reconocieran sus derechos, y la devolución de lo que los mapuches habían conseguido en nuestra antigua democracia, habría paz, entendimiento y armonía en la Araucanía; es decir, así cristalizaría el sueño del Libertador.

Homenajear de verdad a don Bernardo O’Higgins en este 20 de agosto de 2021, es creer sinceramente y hacer realidad su legado ideológico de independencia económica, de unidad latinoamericana, de respeto a los derechos de nuestras etnias originarias, de justicia social, paz y felicidad para todos los que vivimos en Chile; vale decir, la construcción de una Patria fraterna y plurinacional. Lo que venga hoy del conservadurismo, tanto civil como militar, no será sino discursos vacíos y de rutina anual.

Los comentarios están cerrados.