Edición Cero

Iván Vera-Pinto Soto, Académico UNAP Hace pocas horas me enteré del fallecimiento de un gran amigo, colega y narco-dependiente de los boleros. Su nombre Juan... Juan Podestá, el Sociólogo de los afectos

Iván Vera-Pinto Soto, Académico UNAP

Hace pocas horas me enteré del fallecimiento de un gran amigo, colega y narco-dependiente de los boleros. Su nombre Juan Podestá Arzubiaga. un maestro con quien compartí conversaciones, música, viajes y más de alguna copa de vino. Precisamente, allá por el año 2008, recuerdo que me obsequió un texto de su preciada pluma: “Se sufre pero se aprende”.

La verdad es que Juan Podestá redactó muchos libros y artículos de índole científico, sin embargo, este es muy especial, pues habla del bolero que tanto le apasionaba.  En un formato compacto y atractivo, condensa un análisis sobre lo que podría llamarse “sociología de los afectos”; es decir, explora el sentido y significado que tiene el bolero, con la intensión de conocer algunas facetas de Latinoamérica y descifrar variadas concepciones, percepciones, sentimientos y emociones, que prevalecen en el imaginario de los diferentes estamentos sociales que cohabitan este territorio.

Escribir sobre boleros, tal como lo señalaba el estudioso, “es vivir una aventura complicada”, más aún cuando el investigador debe sumergirse en un mundo subjetivo, intimista, lleno de vericuetos y de relaciones sentimentales no siempre fortuitas. Además, constituye un verdadero desafío dedicarse a estos estudios “vagos y difusos”, los que no figuran en las agendas prioritarias de las Ciencias Sociales y menos en otras áreas del conocimiento, siempre preocupadas de tópicos aparentemente más “serios y profundos”.

La reflexión que hace el autor es aguda y precisa. Utiliza un lenguaje coloquial, ameno y con sentido del humor; sin dejar de poseer carácter y sustancia científica.  No se enreda en la historiografía, en largos discursos y en un estudio estético-musical; por el contrario, “dispara” de lleno al corazón de su estudio: la pasión humana musicalizada.

Con mucha convicción, sostenía que en el actual contexto de socio-económico que vivimos “el ciudadano que se globaliza, si quiere seguir siendo latinoamericano debe hacerlo con un CD de boleros bajo el brazo”. Y no deja de tener razón, más todavía cuando observamos, como consecuencia del proceso globalizador, que todas nuestras manifestaciones culturales se homogenizan, estandarizan, racionalizan y pragmatizan; en función de la producción, el consumo, la competencia y los nuevos paradigmas impuestos.

Más allá de su valor sociológico, que de sobra lo tiene, el volumen tiene un sabor a reminiscencia poética y aire de rebeldía. Es una puesta en valor de este estilo musical que interpreta las utopías colectivas, la vida nuclear del barrio y la familia; entidades casi desaparecida en nuestros días, pero que, empero, adquieren preeminencia en esta música tan propia de los que vivimos en este lado del mundo.

Por lo demás, a través de una redacción creativa, amistosa y apasionada, coloca en relieve las innumerables y particulares interpretaciones que el bolero hace sobre el amor, en cada historia breve que representa. El tópico da para muchas cavilaciones y hay que “paladearlo” con la mirada del poeta enamorado o decepcionado de su pareja y de la vida, tomando por supuesto siempre en cuenta nuestras propias realidades; puesto que no podemos negar que casi siempre el bolero nos hace resurgir sepultadas historias escritas “con sangre, con tinta sangre del corazón”.

Como en gusto y en amores no hay nada escrito, creo que es muy conveniente hacer un examen a la perspectiva documentada y visceral que hace el ensayista sobre este estilo musical, el cual cuenta, hoy más que nunca, con un poder evocativo, historias vigentes, mensaje trasgresor, miradas intimistas y “encarnados” sentimientos para compartir con otras personas.

Tal vez, con los antecedentes que nos aporta, podamos refutar o confirmar las acusaciones que hacen sus detractores a saber que el bolero cultiva lo ampuloso, es decir aquello que bordea la sutil frontera que separa lo sobrio de lo cursi, lo dramático de lo patético. Y, también, de quienes lo condenan de ser machista, porque sepulta en una fosa común todos los fragmentos de las mujeres: labios, bocas, cabellos, corazones, manos y ojos. Un mundo extraño en donde todas las mujeres son a la vez vírgenes y prostitutas; santas y malvadas.

En pocas palabras, es un ejemplar muy recomendable no sólo para los especialistas, sino también para las nuevas generaciones y los “sufrientes” enamorados que seguirán existiendo en todas las épocas, aunque cambien las estructuras económicas y sociales dominantes.

Juan, el gran escuchador de boleros, ha partido de este mundo, pero nunca de nuestra memoria. Su imagen aún está latente en mi retina: sonriente, como siempre, tomando café y con el infaltable cigarrillo en sus labios. De un momento a otro, advierto que se acerca y me confiesa: sabes, no estoy satisfecho de la vida, porque no sé de música ni menos componer un bolero; pese a todo, siento que los boleros recorren mis venas y me exaltan la razón. Luego, con voz agorera, remata: “La ceremonia del adiós es breve como un disparo en la sien. Un bolero, condensa en tres minutos lo que la vida nos puede deparar. El tiempo del bolero es tiempo real, es tiempo del corazón”

De seguro, en esta noche de frío, de duro cierzo invernal, estará canturreando un tema de Agustín Lara. “Arráncame la vida, y si acaso te hiere/ el dolor, ha de ser de no verme porque/ al fin tus ojos me los llevo yo”

Hoy, te decimos hasta siempre querido Juan. Tus amigos, como tú decías, seguirán disfrutando del vino, la risa, la buena mesa, el fútbol y cada vez menos de las aventuras amorosas, hasta que en una madrugada caiga el velo de la nostalgia infinita. Juan, tienes razón, se sufre, pero se aprende…

Una respuesta a “Juan Podestá, el Sociólogo de los afectos”

  1. Jacobo dice:

    Muy bien, saludos y sentidos pésame.