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Alejandro Álvarez Rivero, periodista Nací a comienzos de los 80 en Arica, pero a los pocos años me trasladé hasta Antofagasta. Ahí viví una... Porqué votar por Boric: Un testimonio de vida

Alejandro Álvarez Rivero, periodista

Nací a comienzos de los 80 en Arica, pero a los pocos años me trasladé hasta Antofagasta. Ahí viví una infancia feliz, pese a las precariedades económicas y al duro contexto político del Chile de esa época. Sobre la pobreza no había cuestionamiento entre mis amigos “de la cuadra”, éramos muy chicos y casi iguales; medio enjutos, de short, polera y chalas.

Toda esa aparente felicidad que vivíamos en los 80, contemplaba violencia y discriminación, operada desde el Estado y que bajaba a través de sus instituciones, como un espiral, cuyo último eslabón éramos nosotros los niños; un esquema “top-down” dirían los cientistas sociales de la posmodernidad.

Recuerdo cuando las funcionarias de la salud, que trabajaban en el policlínico a la vuelta de mi casa, me llamaban para ingresar a la atención médica, poniendo especial énfasis al convocarme en la repetición de mis dos apellidos, que en ese entonces eran Rivero Rivero.

Ser hijo natural, como decía mi certificado de ese entonces, era un pecado original. Recuerdo haber salido del consultorio de la mano de mi madre; ella muy compungida y frustrada, luego que en la sala de espera una impertinente funcionaria y ungida por el poder que le daba el régimen, anunció mi nombre completo y luego indicó “que venga la mamá soltera”… ¿qué podíamos hacer si estábamos en dictadura?

Crecimos y el dictador se fue, pero con él se fueron varios de mis amigos y conocidos.

¿Qué será del Juan Luis y el Víctor?, los dos matones del curso, los de camisa azul, cuello y puños amarillos y zapatillas rotas, que vivían en el hogar de menores que estaba justo detrás de la Escuela D 75, donde estudiaba.

Qué será de ellos y de los tantos amigos que vi años después en la plaza consumiendo neoprén, pasta base y vino blanco; qué será de todos esos hijos de un país que los excluyó. Lo más probable es que canalizaron toda esa carga que no eligieron llevar; atentando contra su vida o contra la de los demás; porque lastimosamente no existen muchas otras alternativas.

Expongo mi caso, dándome la vuelta larga para llegar hasta las elecciones de este domingo. Sinceramente creo que ambos candidatos no comprenden mucho lo que significa la exclusión y la desigualdad; probablemente porque nunca la vivieron y sus mundos al nacer ya estaban un tanto resueltos, pero esa es harina de otro costal.

Lo que sí creo es aquí se presentan dos modelos de país; uno que segrega, discrimina y violenta y que se funda en una política negacionista, que evoca a una de las épocas más oscuras de nuestra historia.

Chile experimenta un proceso histórico y social sin parangón que debe ser guiado por una nueva generación; esa que encarna Gabriel Boric, la misma que corrió el cerco psicológico en el que estábamos anclados quienes les antecedimos.
Representemos en él todos esos cambios sociales que hemos evidenciado en las últimas décadas, veamos en Boric a las nuevas generaciones que buscan ser felices sin amarres, ni estructuras.

Construyamos con él un país que se enorgullezca de todas esas madres que tienen que sacar adelante a sus familias, un Chile que abrace y no excluya a los miles de Juan Luis y Víctor, invisibles en la marginalidad

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