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Daniel Ramírez.- Hacía mucho tiempo que no había sentido tan nítidamente el “sabor” de la esperanza, como lo volví a paladear este domingo 16... Los nietos de Allende

Daniel Ramírez.-

Hacía mucho tiempo que no había sentido tan nítidamente el “sabor” de la esperanza, como lo volví a paladear este domingo 16 de mayo en la noche. Viendo los resultados que se estaban dando en la elección de constituyentes, que eran totalmente inesperados para mí, me golpearon la memoria imágenes lejanas del paro empresarial de octubre de 1972, en que después de mi trabajo visitaba algunas industrias para conversar con sus trabajadores, los que hacían turnos toda la noche para proteger a las empresas e impedir que estas fueran asaltadas por las bandas derechistas de Patria y Libertad o de la Rolando Matus.

En aquellas conversaciones podía sentir claramente la gran esperanza que hombres y mujeres tenían de que sus vidas iban a seguir mejorando y que se estaba caminando hacia el cumplimiento de sus sueños. Muchas veces, llevado por mi entusiasmo e inexperiencia política, trataba de aplacar sus dudas y temores repitiéndoles una frase que a partir del golpe militar me penaría dolorosamente: Compañeros la revolución es irreversible. No formaba parte de nuestras conversaciones la puesta en marcha del sanguinario último recurso que tienen los conservadores para mantener su estructura social privilegiada.

Hoy he vuelto a sentir ese profundo perfume de esperanza popular y lo vi y escuché en las declaraciones de los delegados independientes a la convención constituyente y entonces me asaltó un pensamiento que muchas veces lo mencionamos en los análisis teóricos pero que raramente lo logramos ver en la vida real.

El impacto que produjo en nuestra sociedad el gobierno de Allende fue tan grande, que a lo menos la mitad de nuestra población reconocía los nuevos y mayores beneficios que estaba recibiendo. El brusco y sanguinario corte a la revolución generó un congelamiento de una naciente cultura de liberación y a partir de ese momento, no sin temor, los padres contaron a sus hijos de los tiempos mejores que vivieron, luego estos hijos contaban a los suyos lo que su padre les contó y lo que ellos vivieron en la lucha contra la dictadura, el resto lo hicieron las vivencias propias de estos nietos en las entrañas de una sociedad neoliberal y el resultado es el que hoy nos sorprende.

Habíamos tenido una muestra, pero no le dimos importancia. Hace pocos años atrás se eligió en votaciones mediáticas a nivel nacional, a la principal figura histórica que había tenido Chile y el pueblo eligió a Salvador Allende. Sorprendente, pero pasó casi desapercibido.

Esta elección de constituyentes podría ser una segunda muestra que, de hecho, no pasó desapercibida para los poderes fácticos mayores, por lo menos así lo muestra la declaración surgida desde el corazón del imperio de dos de sus más importantes líderes financieros, JP Morgan y Goldman Sachs, quienes advirtieron que una constitución hecha por independientes en Chile, podía ser muy ruidosa, por no decir molesta.

De un total de 14.900.190 electores, votaron 6.458.760, lo que es un 43,35 %, que es menor al 50,9 % que votó en el plebiscito, pero el resultado es prácticamente el mismo. Ahora votaron los mismos de siempre, votaron los ciudadanos que han aceptado el juego electoral y esto significa que votaron extraordinariamente bien informados, sabían por quién votar y por quién no votar e hicieron pedazos el mito de que para que el pueblo gane, tiene que votar la ciudadanía que se abstiene.

La votación de convencionales tuvo el siguiente resultado:

En un universo de 155 convencionales, los partidos políticos de izquierda, centro y derecha unidos tendrían 90 representantes, pero eso tampoco es así porque de los 90 elegidos por los partidos hay 40 que son independientes llevados en listas de partidos, entre ellos 15 en las listas de derecha y 25 en las listas de izquierda y centro izquierda, lo que implica que la disciplina partidaria solo afectará a 50 convencionales (menos de 1/3) y este grupo de 50 alberga a la derecha, al centro y a la izquierda.

Otro aspecto novedoso y positivo de los resultados de esta elección, es que esta convención está compuesta por 77 mujeres y 78 hombres como consecuencia de la aplicación de la paridad. Tuvo tanto éxito esta aplicación que las mujeres debieron ceder algunos cupos ganados a sus compañeros de lista.

En cuanto a la edad promedio de los convencionales, esta está en los 45 años. El 42 % de ellos tiene 39 o menos años.

En este escenario político, los partidos tradicionales no pueden ni siquiera pretender llevar el pandero.

Al aclarar la imagen de esta composición de la constituyente que es la imagen verdadera del Chile político que tenemos ahora, no pude sino recordar nuevamente aquellos días de revolución de la empanada y vino tinto, porque allí ya estaban naciendo estas dos alternativas por las que avanzaba el pueblo y que se reflejaban en sus dos himnos más cantados. “Venceremos” cantaba el avance con los partidos políticos y “El pueblo Unido” cantaba el avance basado en la organización social, que en esos momentos creaba nuevos puntos de poder popular como los cordones industriales, que competían con la tradicional CUT en la movilización sindical.

Los cambios culturales que se lograron en aquella época no solo sobrevivieron a la dureza del golpe militar y al encandilamiento consumista del modelo neoliberal, sino que se desarrollaron y complementaros con nuevas vivencias sociales y esperaban la oportunidad histórica de eclosionar. Esto nos demuestra algo que sabemos pero que siempre olvidamos, las sociedades humanas evolucionan y la evolución es siempre hacia un estado superior. Nosotros esperábamos avanzar producto de la acción política pero la evolución social ha ido más rápido.

No puedo sino pensar que los cambios que estamos viendo y veremos, tienen la fuerza de Allende y el sabor de su revolución. Ya no me duele haber dicho que estábamos haciendo una revolución irreversible, me duele no haber entendido el tiempo que necesita un cambio histórico como el que pretendemos. No nos dimos cuenta de que lo que queríamos para nosotros, sería conseguido recién por nuestros nietos después de 50 años de avance popular. Es por eso por lo que creo que estos cambios los están haciendo los nietos de Allende, no los nietos de una abuela que se disfraza para comerse a Caperucita.

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