Pedro Oróstica Codoceo.-
De acuerdo a información de Transparencia Internacional, TI, se desprende que los niveles de corrupción de los países es medido con graduaciones que van del l al l0; asignando l0 a los más proclives a estas prácticas. En países de perfil como Finlandia, Suecia, Nueva Zelanda y Holanda, se muestran índices de corrupción l.0 y menos. Otros como Suiza, Noruega, Australia, Inglaterra y Austria tienen índices entre 1.0 y 2.0.
Pero Haití, Paraguay, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Guatemala, Honduras y Argentina, presentan indicadores que suben a 7.0 y más. Otros como Brasil, México, Colombia y Perú presentan índices entre 6.0 y 7.0, siendo en estas naciones latinoamericanas, donde se evidencian estos elevados guarismos de atrofia social. Esto por un lado.
Por otro y en cuanto a la pobreza, las cifras señalan que “en total casi 215 millones de latinoamericanos estarían en esta situación, de los cuales, 83 millones corresponderían a condiciones de pobreza extrema.” Es también en esta región donde se dan estas tasas inmanejables de carencias. De ahí que al analizarse el tema se señale acerca de “la polarizada riqueza de unos pocos frente a la pobreza de muchos.”
Según algunas proyecciones de la Cepal y como consecuencia de la recesión económica en la región, con una caída del PIB de – 7.7%, se estima que en 2020, la tasa de pobreza extrema se situó en 12.5% y la tasa de pobreza alcanzó un 33,7 de la población. Por cuanto y basados en estas cifras, esta dura realidad de pobreza y pobreza extrema, viene a reflejarse como una realidad que debe mejorarse.
Y esto, llega a producirse por la concentración de la riqueza en un escaso número de personas, sin una afinidad emocional empática por las condiciones en que se encuentra el resto de la estructura social. Según señala Transparencia Internacional, esto apunta a que las élites políticas, los empresarios e inversionistas practicantes de esta ideología económica, son quienes con sus acciones, “atrapan a países enteros en la pobreza.”
Los estudios y las evidencias han mostrado que “en esta región, los gobernantes y las administraciones, en general, son quienes se llevan el cetro en cuanto a corrupción se refiere.”. Y son estas actitudes y condiciones, las que han afectado la confianza hacia los sistemas políticos, ideológicos e institucionales, colocando en tela de juicio, la idoneidad de los gobiernos y sus agentes en esta Latinoamérica que merece superar esta encrucijada
Frente a esto surge la pregunta si podría contarse con educación ética ciudadana o con renovados preceptos morales religiosos, que aportaran a una cultura de la honestidad en ayuda de estos millones de personas, que sobrellevan paupérrimas condiciones de vida a causa de estas prácticas. Pareciese que América Latina está quedando a merced de la codicia, de la indiferencia y el desamor.
En todo caso, las estimaciones han señalado que cuando un país disminuye sus niveles de corrupción, también comienzan a reducirse las tasas de pobreza.