Personas, instituciones y polaridad
Opinión y Comentarios 25 febrero, 2021 Edición Cero
Pedro Oróstica Codoceo.-
Ley de polaridad
Entre otras Leyes que rigen a la humanidad, y sobre las cuales se posee muy poca información, está la ley de la polaridad. La cual viene a expresarse como la dualidad valórica que presentan todas .las cosas existentes. Y, por supuesto, no puede dejar de darse en el ámbito de la interacción social, que realizamos en forma cotidiana, las personas que conformamos la sociedad.
Por cuanto, esta ley está asociada a la existencia de dos polos, siempre en dualidad. Y que en términos generales percibimos como el bien y el mal, la luz y la oscuridad, el amor y el odio, la sabiduría y la necedad, y así hasta el infinito. Todo se encuentra en el continuo entre estos polos. Y es en este contínuo, donde se procesan los grados valóricos que pueden caracterizar a una persona o a una institución.
Recordemos, entonces que en una misma situación están presente ambos lados: uno positivo y el otro negativo. Tengamos en cuenta, igualmente, que si lo que está ocurriendo es negativo, también debe tener un lado positivo. En el contexto de esta Ley, no puede existir uno sin el otro.
Las personas
Es así como en el marco de esta ley, las personas transitan del amor al odio; de la felicidad al malestar; de la confianza a la incertidumbre; del amor al desamor, de la lealtad a la traición, de lo hermoso a lo grotesco; de la armonía a la estridencia, de la honradez a la corruptela; y así se puede seguir enumerando.
Unos más bondadosos y justos, otros honestos. Unos más valientes unos más sabios e inteligentes. Y así las diferencias en la cadena valórica de la existencia humana social. Pero el hecho es que el individuo no solo forma parte de una institución determinada, también la influye. Para mejor o no. Por cuanto, esa conducta valórica individual incidirá en la inclinación ética moral que se practique en cada institución.
Y hemos de convenir que, son las personas quienes finalmente determinan, cumplen o trasgreden los profundos y superiores valores institucionales. De ahí la importancia de lo individual dentro de la institucionalidad. Y de cómo se inclina la balanza valórica, que mantenemos en esta vida social globalizada en que participamos. Unos con más recato que impudicia, o al revés.
Las instituciones
Y éstas, al igual que las personas, también están sujetas a la mecánica de esta dualidad. Esto, en cualquier lugar y tiempo. Es así cómo, en un mismo contexto institucional, entre sus integrantes o grupos internos, se encuentran valores personales diferentes. Por ejemplo, unos estarán de acuerdo en servirse del cargo que ocupan en el aparato administrativo, pero otros no.
No obstante lo importante es insistir es el hecho que, sin instituciones la sociedad dejaría de funcionar o de ser como la conocemos. De ahí la relevancia de éstas como engranajes especializados para el funcionamiento y bienestar de la maquinaria social. Que somos todos los seres humanos que interactuamos en una realidad social cultural en que se forma parte.
De ahí que los miembros de las instituciones deban resguardar el patrimonio moral de su cuna. Haciéndolo en una frecuencia vibracional superior. La conducta personal produce finalmente aprecio o descrédito, lo cual indefectiblemente, le será adosada a la institución determinada. Lo importante es darse cuenta de ello.
Sin una correcta y equilibrada funcionalidad, el orden se transforma en desorden, la justicia en injusticia, la convicción en incertidumbre, el bien común en aprovechamiento, etc. Que el mal uso de cargos y roles se extingan, para dar paso ahora, a otros hombres y mujeres que renacen a una sociedad más equilibrada y justa.
Conclusión
Es por lo cual que se abren las posibilidades de alcanzar nuevos, íntimos y sostenibles acuerdos éticos morales, que engrandezcan el alma del individuo y de sus agrupaciones. Y así, no poner en tela de juicio la calidad y prestigio de la organización a la cual se pertenece. El respeto a ellas y a sus integrantes, hace avanzar en todo sentido la vida de las personas.
Los principios vernáculos deben ser retomados. Sin instituciones moralmente consolidadas, no se marcha bien. Sin instituciones no existiría esta sociedad perfectible a como la conocemos. Y más que competencia ególatra entre ellas, generar sinergia encausada al ideal de sociedad. Una buena regla para ello es aquella de hacer a los demás, lo que gustaría hicieran con uno, y con sus seres queridos.
Pero ¿a que distancia nos encontramos de este objetivo? ¿Tenemos educación dirigida a armonizar pensamientos y acciones?