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Pedro Oróstica Codoceo.- Ley de  polaridad Entre otras Leyes que rigen a la humanidad, y sobre las cuales se posee muy poca información,   está... Personas, instituciones y polaridad

Pedro Oróstica Codoceo.-

Ley de  polaridad

Entre otras Leyes que rigen a la humanidad, y sobre las cuales se posee muy poca información,   está la ley de la polaridad. La  cual  viene a expresarse como la dualidad  valórica que presentan  todas .las cosas existentes. Y,  por supuesto,  no puede dejar de darse en el ámbito de la interacción social, que realizamos en forma cotidiana, las personas que conformamos la sociedad.

Por cuanto,  esta ley  está asociada a la  existencia de dos polos,  siempre en dualidad. Y que en términos generales  percibimos como el bien y el mal, la luz y la oscuridad, el amor y el odio, la sabiduría y la necedad, y así hasta el infinito. Todo se encuentra en el continuo entre estos polos. Y es en este contínuo, donde se procesan los grados valóricos que pueden caracterizar a una persona o a una institución.

Recordemos, entonces que en una misma situación están presente ambos lados: uno positivo y el otro negativo. Tengamos en cuenta, igualmente,  que si lo que está  ocurriendo es negativo, también debe tener un lado positivo. En el contexto de esta Ley, no puede existir uno sin el otro.

Las personas

Es así como en el marco de esta ley, las personas  transitan  del amor al odio;   de la  felicidad al malestar; de  la confianza a la incertidumbre;  del amor al desamor,  de la lealtad a la traición, de lo hermoso a lo grotesco; de la  armonía a la  estridencia, de la honradez a la corruptela; y así se puede seguir enumerando.

Unos más  bondadosos y justos, otros honestos.  Unos más valientes  unos más sabios e inteligentes. Y así las diferencias en  la cadena valórica de la existencia humana social. Pero el hecho es que el individuo no solo  forma parte de una institución determinada, también la influye. Para mejor o no. Por cuanto, esa conducta valórica individual incidirá en  la inclinación ética moral  que se practique  en  cada  institución.

Y  hemos de convenir que,  son las personas  quienes finalmente determinan,  cumplen o trasgreden  los profundos y superiores  valores institucionales. De ahí la importancia de lo individual dentro de la institucionalidad. Y de  cómo se  inclina la balanza  valórica, que mantenemos en esta vida social globalizada en que participamos. Unos con más recato que impudicia, o al revés.

Las instituciones

Y éstas, al igual  que las personas,  también están sujetas a la mecánica de esta dualidad. Esto, en cualquier lugar y tiempo.  Es así cómo,  en un mismo contexto institucional, entre sus integrantes o grupos internos,  se encuentran   valores personales diferentes. Por ejemplo,  unos estarán de acuerdo en servirse del cargo que ocupan en el aparato administrativo, pero otros no.

No obstante lo  importante  es insistir es el hecho que, sin instituciones la sociedad dejaría de funcionar o  de ser como la conocemos. De ahí la relevancia  de  éstas como engranajes especializados para el funcionamiento y bienestar de la maquinaria  social. Que  somos todos  los seres humanos  que interactuamos en una  realidad social cultural en que se forma parte.

De ahí que los  miembros de las instituciones deban resguardar el patrimonio moral de su cuna. Haciéndolo  en una frecuencia vibracional  superior.  La conducta personal  produce finalmente  aprecio o descrédito,  lo cual indefectiblemente,  le será adosada a la  institución determinada. Lo importante es darse cuenta de ello.

Sin una correcta y equilibrada funcionalidad, el orden se  transforma en desorden, la justicia en injusticia, la convicción en incertidumbre, el bien común en aprovechamiento, etc.  Que el mal uso  de cargos y roles se extingan,  para dar paso ahora, a  otros hombres y  mujeres que renacen a una sociedad más equilibrada y justa.

Conclusión

Es por lo cual que se abren las  posibilidades de alcanzar nuevos, íntimos y sostenibles acuerdos éticos morales, que engrandezcan el alma del individuo y de sus agrupaciones. Y así,   no  poner en tela de juicio la calidad y prestigio de  la organización a la cual se pertenece. El respeto  a ellas y a sus integrantes, hace avanzar en todo sentido la vida de las personas.

Los principios vernáculos deben ser retomados. Sin instituciones moralmente consolidadas, no se marcha bien. Sin instituciones no existiría esta sociedad perfectible a como la conocemos.  Y más  que competencia ególatra entre ellas,   generar  sinergia encausada al ideal de sociedad. Una buena regla para ello es aquella  de  hacer  a los demás, lo que gustaría  hicieran con uno,  y con sus  seres queridos.

Pero ¿a que distancia nos encontramos de este objetivo?  ¿Tenemos  educación dirigida  a armonizar pensamientos y acciones?

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