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Dr. Haroldo Quinteros. Universidad de Chile, Universidad de Tübingen, Alemania. En 1808, el emperador francés Napoleón Bonaparte, que por entonces ya había ocupado toda Europa continental... 18 de Septiembre, día de la «dependencia» de Chile.

Dr. Haroldo Quinteros. Universidad de Chile, Universidad de Tübingen, Alemania.

En 1808, el emperador francés Napoleón Bonaparte, que por entonces ya había ocupado toda Europa continental excepto Rusia, procedió a la invasión de España, una de las  tres mayores superpotencias colonialistas de la época, junto a Francia e Inglaterra. La resistencia española a los disciplinados y poderosos ejércitos napoleónicos fue inútil. Napoleón ocupó el país, obligó al rey Carlos IV a abdicar, y puso en el trono a su hermano José. Al conocerse estas noticias en las colonias españolas americanas, sus administradores, obviamente realistas, organizaron juntas de gobierno cuyo fin era asegurar la continuidad de la posesión española de las colonias. Por lo tanto, éstas serían administradas por fieles súbditos de la lejana corona, y sólo lo harían mientras Napoleón no fuese vencido por sus grandes enemigos  Rusia, Inglaterra y Prusia.

Desde el punto de vista ideológico y político, administrar la colonia, sobre cualquiera otra consideración, involucraba un rechazo a los ideales republicanos y laicos (fin del estado confesional)  –aunque fuese en teoría- que Napoleón representaba.  Por lo tanto, la convocatoria a la Primera Junta de Gobierno realizada por un pequeño grupo de aristócratas de la colonia de Chile el 18 de septiembre de 1810 sólo era parte de una estrategia realista continental, anti-republicana, anti-independentista y anti-laica . Sólo hasta aquí, la conclusión ya es obvia: no hay ninguna razón que sirva para justificar que esta fecha sea el día de la independencia de Chile.

Todas  las explicaciones que se han dado para celebrar el 18 de septiembre como nuestro el día de la independencia de Chile; es decir el Día Patrio, carecen de todo fundamento, tanto histórico como ideológico. Había, se dice, entre los convocados a formar la junta algunos personajes de convicciones independentistas. Eso es cierto, pero eran una ostensible minoría. De hecho, eran un pequeño grupo de infiltrados revolucionarios en lo que era  un antro derechamente realista que temía que la colonia dejara de ser colonia y pudiera transformarse en una república independiente. Por cierto, el bando patriota entonces ya existía y actuaba en Chile clandestinamente.

También se argumenta en favor de otorgar al 18 de septiembre la categoría de Día Nacional, la irrupción del “Motín de Figueroa,” pero ese incidente sólo fue expresión de contradicciones entre los realistas, no entre realistas y patriotas  Veamos: El 1° de abril de 1811, más de 6 meses después de reunida la Junta,  un desbocado teniente-coronel ultra-conservador, Tomás de Figueroa,  junto a algunos seguidores, se alzó para impedir la constitución de un congreso  (no por la vía democrática, por supuesto) que sustituiría a la Junta,  sólo para ampliarla y modernizarla jurídicamente.

Este congreso iba a ser una asamblea de propietarios de tierras y aristócratas de ninguna manera independentistas, cuyo fin sólo era elegir, solamente entre ellos mismos, a sus dirigentes. Es decir, la colonia seguiría siendo colonia, y leal al rey, lo que significa que conservaría enteramente su sello y carácter realista y anti-independentista. La razón que tenía Figueroa era su temor que este Congreso fuese infiltrado por independentistas; de ahí que trató de evitar su constitución.

¿Qué razones tuvo Figueroa para alzarse? Primero, Figueroa pensaba -y así lo declaró en su defensa- que para gobernar la colonia bastaba la Real Audiencia y un gobernador leal al rey, mientras éste continuara refugiado en Cádiz, el puerto español del sur de España que, protegido por la flota inglesa, Napoleón evitó ocupar. Como se comprobó que algunos miembros de la Real Audiencia habían apoyado a Figueroa, la minoría patriota activa en la Junta, entre ellos Ignacio de la Carrera (el ilustre padre de los cuatro hermanos Carrera), quiso dar un paso, aunque fuese débil, hacia la independencia, y se jugó por entero por disolver la Real Audiencia, crear el mencionado congreso, y, sobre todo, encarcelar y deportar a los ultra-conservadores que apoyaron a Figueroa en su intento de tomar el poder, claramente a través de un golpe de estado.

Esta explicación es insuficiente, porque la disolución de la Real Audiencia y la destitución del corrupto gobernador García Carrasco ya había sido decidida desde España  desde hacía mucho tiempo; de modo que era natural que el poder político y la administración de la colonia terminaran concentrándose en la Junta que ahora se transformaría en un congreso formado sólo por realistas, una institución que sería completamente contraria a la independencia.

Por cierto, si se lee  el acta evacuada por la Junta aquel 18 de septiembre de 1810, no hubo ninguna resolución de independencia, en absoluto. Es de suyo sugestivo que en la Educación escolar básica y media chilena, no se enseña a los niños nada sobre el acta, ni menos se les hace leerla, cuestión que no ocurre en todos los demás países latinoamericanos. Los textos de las actas de independencia se exhiben en los museos de historia en todas partes, menos en Chile. Así es, los niños y jóvenes argentinos, peruanos, bolivianos, brasileños, mejicanos, venezolanos, etc., en sus escuelas deben estudiar y hacer trabajos personales sobre estos textos; incluso, en Chile, la educación oficial engaña sobre el tema.

Sépase que la junta que se reunió el 18 de septiembre de 1810, no se hizo llamar “Junta Nacional de Gobierno” como falsamente aún se enseña en nuestras escuelas. ¡Cómo podría ser “nacional” si la nación no existía! El nombre oficial que le dieron los organizadores de esa reunión y autores del acta-acuerdo que evacuó  fue “Junta Provisional Gubernativa del Reino.” ¿Por qué “provisional”? Muy simple: porque existiría sólo hasta cuando el rey de España volviera al trono. Ahora bien, ¿qué significa la palabra “reino”? Pues, sépase también que la palabra “reino”  era otro nombre que se daba en la época a las colonias; de manera que esa acta partía por reconocer a Chile como una colonia, y no como un país que se independizaba. En otras palabras, como Chile tenía el rango más modesto entre las colonias (era sólo una “capitanía general”), pudo poner ese nombre en la convocatoria, pero, explícitamente se puso “reino”, es decir, colonia.

Otra falsedad que se enseña en nuestras escuelas es que se convocó a la reunión de ese 18 de septiembre de 1810 como “cabildo abierto.” No hubo “cabildo abierto”. La reunión tuvo lugar en un recinto cerrado y celosamente custodiado por el ejército de entonces que era, obviamente colonial,   realista, monárquico y anti-patriota. No olvidemos que los patriotas ya existían y conspiraban, y siempre fueron brutalmente reprimidos por los gobernadores de Chile y por su ejército realista, el mismo que custodió la reunión del 18 de septiembre.

Hubo muchas  conspiraciones patriotas antes y durante los años en que Napoleón invadiera España. La más importante fue la de los “Tres Antonios.” Esta conspiración, que reviste gran importancia en el largo proceso de lucha por la independencia,  no se enseña de verdad en nuestras escuelas. Apenas se la menciona. Fue uno de los gritos de libertad más importantes en el continente, y  tuvo lugar en Chile en 1780, poco después del triunfo de la revolución de independencia de Estados Unidos (1776), en la cual se inspiró, y muy luego de la ejecución en Cuzco del patriota indígena Tupac Amaru.

Seguidores de los principios de la Revolución Francesa, tres hombres de nombre Antonio, iniciaron en Chile la primera conspiración criolla por la independencia de Chile y de América española. Dos de ellos eran nacidos en Francia, Antoine Berney, y Antoine Gramusset, pero eran más chilenos que franceses porque ya vivían muchos años en Chile, con esposas e hijos chilenos; y uno criollo-chileno, Antonio de Rojas. Organizaron un grupo independentista que tenía varias células en el país. El jefe mayor del grupo  era Antoine Berney, profesor de Latín y Matemáticas en la única universidad que había en Chile, en Santiago, llamada Universidad de San Felipe, en honor al rey de España Felipe VII. Fueron descubiertos y capturados, pero los dos Antonios franceses no fueron ejecutados porque España tenía entonces las mejores relaciones con la corona francesa (Luis XV y Luis XVI), en tanto que en ese tiempo el gran enemigo de España y Francia era Inglaterra.

El Antonio chileno, Antonio de Rojas, se salvó porque los dos franceses abogaron por él en nombre del gobierno de Francia, y también porque este Antonio chileno pertenecía a una de las familias más aristocráticas y ricas del país. Los tres Antonios fueron deportados al Perú para ser juzgados allá, y de Perú fueron condenados al exilio en Francia. El barco en que iban, se hundió en el oceáno, los dos Antonios franceses murieron ahogados y Antonio de Rojas, que se salvó, años después volvió a Chile, con la intención de seguir luchando. En Chile fue capturado, torturado y murió enfermo en prisión.

Las proclamas de los Antonios fueron los primeros documentos revolucionarios chilenos, y, por cierto, nada de esto se conoce en Chile, aunque sus textos existen, porque fueron registrados por los primeros historiadores de la República. Una de esas proclamas declaraba el carácter que tendría el nuevo estado libre de Chile. Una de ellas decía: “(Queremos)

1. La sustitución del  régimen monárquico por el republicano. 2. Gobierno establecido en un cuerpo colegiado, repartido entre el Jefe de Estado y el Senad0. 3. Elección de las autoridades por voto popular, incluyendo el voto de los indígenas «araucanos» o mapuches. 4. Abolición de la esclavitud y de la pena de muerte. 5. Fin de los títulos de nobleza y las jerarquías sociales. 6. Redistribución de la tierra, repartiéndola entre todos los chilenos en lotes iguales. 7. Exportación de la revolución chilena al resto de América y el mundo.

Volviendo al “cabildo” del 18 de septiembre de 1810, es preciso insistir que nunca lo hubo. La verdad histórica es que los primeros cabildos abiertos de nuestra historia  fueron convocados un año después, en 1811, bajo el gobierno del Primer Padre de la Patria -por lo menos en sentido cronológico- y Primer Presidente de Chile don José Miguel Carrera y Verdugo, un hecho histórico de suma importancia prácticamente desconocido por los chilenos.

Un “cabildo abierto” es una instancia de participación popular y de carácter resolutivo, y la reunión convocada por la Junta del 18 de septiembre de 1810 congregó, por simple co-optación, solamente a personas conocidas por alguna figuración en el ambiente social, en su mayoría aristócratas, dueños de tierras y fortuna, entre ellos algunos poseedores de títulos nobiliarios, condición completamente contraria a los ideales republicanos y patriotas, como así lo proclamaban los Tres Antonios. En la junta del 18 de septiembre también había jefes varones de familias pudientes, dignatarios, autoridades y burócratas de la corona, la jerarquía de la Iglesia Católica, que era monarquista, y los oficiales mayores del ejército realista, obviamente como tal fanático anti-independentista.

Entonces, el primer cabildo libertario e independentista de Chile fue convocado por José Miguel Carrera, para de este modo consagrar ante el pueblo chileno la independencia del país, y su calidad de república libre e independiente. Por el contrario, la declaración oficial de la Junta del 18 de septiembre de 1810, entre otros lacayunos conceptos, rezaba:

“(Procurar) los medios más ciertos de quedar asegurados, defendidos, y eternamente fieles vasallos del más adorable monarca Fernando.” 

Cuando Napoleón invade España, el rey hispano era Carlos IV, pero éste abdicó en favor de su hijo, Felipe VII. El 18 de septiembre de 1810 sólo hubo una reunión de realistas, cuya intención era impedir que primero, la posibilidad que la colonia española de Chile pasara a ser una colonia francesa; y segundo, que la derrota militar de España ante Napoleón pudiera dar origen a un alzamiento independentista en las colonias de América.

Si hay algo que retrata la verdadera naturaleza del servilismo monárquico de quienes convocaron a la reunión del 18 de septiembre, fue el hecho que la presidencia de este acto se entregara a Mateo de Toro y Zambrano. Este personaje  era un realista de tomo y lomo, que se enorgullecía en exhibir su título de nobleza  “Conde de la Conquista” (nótese, de la “conquista”), un decrépito y enfermo anciano de 83 años, una edad exageradamente avanzada en aquellos tiempos. Murió sólo 6 meses después de constituida la Junta. Si fue elegido él como su presidente, portador de un título nobiliario otorgado por la corona de España, fue precisamente para enfatizar el carácter conservador y realista de la reunión.

En fin, el 18 de septiembre sólo puede recordarse como la fecha en que los realistas se reunieron como colonia para darse un gobierno local pro-colonial con el solo objetivo de administrar lo que era una posesión de España, puesto que el rey no podía hacerlo desde su trono imperial, ahora ocupado por los franceses. En otras palabras, la junta del 18 de septiembre de 1810 trajo por consecuencia el establecimiento de un gobierno anti-patriota que no se hubiese constituido si Napoleón Bonaparte no hubiese invadido España en 1808 para luego someterla. Por lo tanto, los juntistas del 18 de septiembre de 1810 sólo reafirmaron ese día sus convicciones monárquicas proclamando su conformismo colonial y, con ello, su oposición al republicanismo, la igualdad, la libertad de pensamiento, el laicismo de Estado, la democracia y la independencia de Chile; exactamente lo contrario de lo que creían y propugnaban nuestros patriotas, como los 3 Antonios, Carrera, O´Higgins, Manuel Rodríguez, todos  inspirados en los principios de la Revolución Francesa.

Finalmente, hay varias fechas para proclamar la verdadera independencia de Chile. En orden cronológico, está el 4 de septiembre de 1811. Ese día, José Miguel Carrera seguido por sus hermanos, algunas  fuerzas militares y civiles armados patriotas atacaron la guarnición realista de Santiago y desarmaron otros cuerpos armados de la capital. En seguida, Carrera sin importarle un rábano el congreso realista aquél que había sustituido a la junta del 18 de septiembre de 1810, proclamó por primera vez la independencia de Chile. Recordemos aquí que el 4 de septiembre era en nuestra antigua democracia la fecha en que el pueblo elegía a los presidentes de la República, precisamente en homenaje a la gesta de Carrera.

Como sabemos, en 1814, luego de la derrota definitiva de Napoleón en Rusia y en Waterloo, los realistas recuperaron la colonia con la derrota patriota de O’Higgins en Rancagua y proclamaron la “Reconquista” de Chile, lo que daba origen al período de “Restauración” como lo llamaron los realistas. Luego, está también el 12 de febrero de 1817, fecha de la victoria patriota en Chacabuco, día que fue proclamado por O’Higgins como el día de la independencia, aunque lo fue sólo por un año. Finalmente, está el 5 de abril de 1818, fecha en que el Ejército Libertador comandado por San Martín, que después de atravesar la cordillera de Los Andes derrotó definitivamente a los realistas en Maipú.

Volvamos a José Miguel Carrera y su gobierno. Con él se cumplieron los ideales de los tres Antonios, uno por uno, sin ninguna duda.  Por lo tanto, ese gobierno tuvo una clara impronta popular y democrática; vale decir, verdaderamente independentista. El 15 de noviembre de 1811, el primer gobernante patriota de Chile convocó a un cabildo abierto, el primero en nuestra historia, un cabildo  de verdad, que se realizó en la Plaza de Armas, para proclamar ante el país y el mundo que Chile era un país libre habitado por chilenos, no por “criollos.” Esta vez no hubo invitaciones ni reuniones a puertas cerradas custodiadas por esbirros armados hasta los dientes, pues la convocatoria fue universal.

Un mes después, viéndose apoyado por la mayoría del pueblo, Carrera dio el golpe de gracia a los realistas. Sacó y expulsó del país a los oficiales del Ejército conocidos como realistas, la mayoría de ellos nacidos en Chile, y luego disolvió el Congreso, que no era sino una derivación de lo que había sido la reaccionaria Junta de Gobierno del 18 de septiembre del año anterior.  En 1812, Carrera proclamó nuestra primera constitución política como nación soberana, lo que llamó “Reglamento Constitucional,” carta política de carácter republicano, conocido como la Constitución de 1812, cuyo texto tampoco se enseña en nuestras escuelas y liceos, y que no hace sino repetir lo que proclamaron los tres Antonios 32 años antes.

Durante su gobierno, Carrera hizo algunas concesiones formales a los todavía poderosos realistas, pero esto sólo fue para impedir enfrentamientos que pudieran dar inicio a conatos que terminaran en una guerra civil y derramamiento de sangre entre chilenos. En los dos años de su gobierno, Carrera decretó la libertad económica y de comercio, rompió relaciones con el virreinato del Perú, el primer bastión del colonialismo español en Sudamérica. También impulsó la instrucción pública para niños y, sépase, también de niñas, lo más revolucionario imaginable en esa época, puesto que la corona española y la Iglesia no admitían la educación de las mujeres en las escuelas.

Carrera puso también en marcha la primera prensa nacional, en la que difundió la nueva cultura de nación libre e independiente, republicana e igualitaria, tal como la describe el diario oficial de gobierno “La Aurora de Chile;” a cuyo cargo estaba Camilo Henríquez, un cura revolucionario disidente de la jerarquía de la Iglesia. Como relata el historiador José Toribio Medina, unos años antes Camilo Henríquez  había sido juzgado en Lima por un tribunal de la Inquisición, porque se le encontró libros de los precursores ideológicos de la revolución Francesa, los enciclopedistas franceses, además de Voltaire y Rousseau, Montesquieu y Diderot.

Carrera construyó  escuelas para el fomento de la educación y la nueva cultura patria; otorgó derechos de propiedad de tierras y políticos al pueblo mapuche, respetando su calidad de Estado. Carrera, además, ha pasado para siempre a la historia universal como el primer gobernante de todo el continente americano que abolió la esclavitud. Finalmente, cerró el Tribunal de la Inquisición, autorizó la lectura de los livri prohibitorum et expurgatorum; entre ellos, los escritos de Jefferson y los franceses nombrados. Prohibió los pagos por los sacramentos que el pueblo católico pobre no podía pagar; sin embargo, respetuoso de la Iglesia, fijó sueldos a los sacerdotes y nunca puso en entredicho el ministerio eclesiástico en Chile ni la libertad en materia religiosa.

En resumen, si bien Carrera, por la situación revolucionaria en que se encontraba el país, gobernó en forma unipersonal, su ideal era la democracia parlamentaria estadounidense, cual era su objetivo político ulterior, que vino a ser truncado por la Reconquista.

En 1812, Napoleón fue irrecuperablemente derrotado en Rusia.  Un año después, el emperador abandonó toda pretensión de dominio en Europa y el mundo, y finalmente terminó completamente derrotado en Waterloo (en esa época parte de Holanda), en 1815. Ya en 1813, los ingleses, encabezados por el Duque de Wellington habían expulsado definitivamente a los franceses de España y devuelto la corona española al sucesor de Carlos IV, su hijo Fernando VII. Como la historia y la política son fenómenos globales, la derrota del Corso también fue la derrota de la causa patriota en Chile, porque en 1814, España volvía a ser la gran potencia imperialista de antes. Fernando VII restauró el orden monárquico absolutista, reinstauró la Inquisición tanto en España como en las colonias y persiguió a los liberales del imperio, para luego saltar al continente americano con el fin de recuperarlo de las manos de algunos atrevidos revolucionarios independentistas, como lo fue José Miguel Carrera.

Chile, una república libre e independiente, debió enfrentar al poderoso imperio español, luchando contra sus avezados generales Gaínza, Pareja, Sánchez y Osorio. Fue una sangrienta guerra de resistencia  que duró 2 años, hasta que en octubre de 1814, los realistas recuperaron su colonia, luego de la batalla de Rancagua. Cada una de las obras del gobierno de Carrera fueron aniquiladas, y así terminó la “Patria Vieja,” iniciándose el período de nuestra historia conocido como “La Reconquista.”  Como sabemos, nuestros incansables patriotas se reagruparon y reiniciaron la lucha por la libertad, cuyo más fiero y audaz exponente fue el guerrillero Manuel Rodríguez. Aquella difícil tarea concluiría exitosamente en abril de 1818, con la batalla de Maipú.

En conclusión, el 18 de septiembre de 1810 fue un acto organizado por la aristocracia realista que vivía en Chile para proclamar su lealtad al rey de España. Sin embargo, como sucede en política, también fue la misma aristocracia que habiéndose declarado española en 1810, se proclamó chilena después de Maipú, aunque nunca apoyó la lucha patriota por la independencia. Valiéndose de su poder económico e influencia sobre parte de la oficialidad del Ejército y de la Iglesia, expulsó a O’Higgins del poder en 1823, entonces el más conspicuo de los patriotas republicanos vivos, y terminó con todo atisbo de verdadera democracia republicana luego que los “pelucones”  (conservadores) vencieran a los “pipiolos” (liberales) en la batalla de Lircay en 1830. Al mando de las tropas conservadoras estaba José Joaquín Prieto, un convencido pelucón. El bando pipiolo tenía como jefe a Ramón Freire, antiguo lugarteniente de O’Higgins y héroe de Maipú.

Prieto fue investido presidente de Chile, aunque el cerebro de su gobierno fue el vicepresidente del país, y más tarde ministro, Diego Portales. Portales, además de rico comerciante, un especulador y dueño del “estanco” (monopolio) del tabaco, era un confeso y radical conservador; por lo tanto, contrario a los ideales y obra de Carrera y O’Higgins, a tal punto que negó sistemáticamente a O’Higgins su vuelta a Chile desde el exilio en Perú, lo que muchas veces se lo suplicó el Libertador, que sólo quería morir en su patria. El día de la independencia se celebraba el 12 de febrero, como lo había estatuido O’Higgins, pero Portales derogó ese día,  cambiándolo en 1832, para siempre, por el viejo, realista y aristócrata 18 de septiembre. Es decir, y dicho con toda claridad, Portales desligó la celebración de nuestra verdadera independencia de la realidad histórica y de la figura y obra de los patriotas de la Independencia, explícitamente de O’Higgins, al eliminar el 12 de febrero como el Día Nacional, y de Carrera, al dejar en el olvido el 4 de septiembre. En 1832, para rematar bien el edicto que imponía al país el 18 de septiembre, Portales ordenó la primera “Revista Militar” al día siguiente, la ceremonia que hasta hoy tiene lugar en todo el país, que  conocemos como la “Parada Militar.”

Para terminar, Portales ni nadie podrán borrar los hechos históricos, aunque muy poco conozcan, el pueblo de Chile, educado de modo avieso y sesgado. Indiscutiblemente, el 18 de septiembre de 1810 no es la fecha en que Chile debiera celebrar su independencia de España; todo lo contrario, ese día, los realistas, tanto peninsulares como criollos, dejaron “guardada” la colonia de Chile hasta la vuelta de “su adorable rey.” Entonces, tenemos tres fechas para elegir como Día de la Independencia: el 4 de septiembre, el 12 de febrero y el 5 de abril. Fue Portales quien barrió con todas ellas como nuestro real Día Patrio.

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