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Hugo Norris Gahona, Sociólogo.-  Cuando escuchamos los incesantes llamados de la autoridad gubernamental y de los medios de comunicación   para tomar todos los resguardos necesarios... Prácticas necropolíticas en tiempos de pandemia

Hugo Norris Gahona, Sociólogo.- 

Cuando escuchamos los incesantes llamados de la autoridad gubernamental y de los medios de comunicación   para tomar todos los resguardos necesarios para evitar contagios por  Covid 19, como quedarse en casa, lavarse las manos y tener aislamiento social; o cuando se insiste en la responsabilidad cívica de los chilenos y chilenas en respetar las cuarentenas, choca de frente con la realidad de la otra pandemia.

La pandemia que siempre ha estado ahí ( y nunca se ha ido), la pandemia social, la que nos devela y revela lo que no queremos ver, la realidad de los sin casa, los trabajadores informales, los que viven en campamentos, donde viven los migrantes, los que no tienen  acceso ni a  agua potable, ni electricidad , donde proliferan las ollas comunes, en definitiva aquellos lugares donde no Llega (y no llegó) el Estado.

Es importante señalar que la responsabilidad estatal no se agota sólo en lo que hace, promueve y desarrolla para resolver ciertos problemas del bien común, sino también por lo que no hace, lo que omite, lo que no ve, lo que deja ser.

Los asentamientos informales en Chile, conocidos localmente como ‘campamentos’, han mostrado un resurgimiento a lo largo del último tiempo. Año a año, por cada dos familias que acceden a una vivienda definitiva gracias a la política pública, llegan tres familias a vivir en campamentos. Así mismo en Chile se contabilizaron 741 campamentos, unas 43.003 familias. (Techo)

Generalmente en estos espacios viven ocho o más familias, que habitan viviendas agrupadas o contiguas, se encuentran en una situación irregular de tenencia del terreno y donde no acceden a los servicios básicos como agua potable, energía electricidad y alcantarillado/fosa séptica.

Es en estos espacios donde las recomendaciones de la emergencia sanitaria carecen de sentido, y se vuelve conceptos vacíos; no hay casa ni refugio donde guarecerse, no se pueden lavar las manos con regularidad si no tiene acceso a red pública de agua potable , donde  su acceso se ve condicionado a la compra restringida de una cantidad de litros , que dichos sea de paso están por debajo de los estándares recomendados por Naciones Unidas y la OMS (un óptimo de 50 a 100 lts. pp y como mínimo 20 a 25 los pp)

 Capítulo aparte es el distanciamiento social, cuando la regla general de estos asentamientos es el hacinamiento de las viviendas, donde no es posible bajo ningún punto de vista tomar medidas de aislamiento y cuarentena de las familias ante un eventual contagio.

Para estas familias quedarse en casa no es una alternativa, y deben decidir entre seguir la cuarentena, o el alimento en la mesa, exponiéndose a la enfermedad, el pago de multas, y expulsiones.

En estos espacios cohabitan todos/as a los que no queremos ver como sociedad, los que Galeano llamaba “los Nadie”, los pobres, los que no tienen registro social de hogares, los que no tienen acceso a subsidio habitacional, los que en su mayoría no tiene contratos de trabajo; allí donde habitan los sin documentos, los migrantes irregulares y refugiados, los que no pueden realizar teletrabajo. El lugar del no lugar, donde el Estado no llega con las medidas sociales del Covid-19 porque simplemente no están inscritos, no tienen registros, no califican.

Claro que el Covid-19 no golpea a todos/as por igual, no es democrático, hay personas que están condicionadas y determinadas por factores sociales que los colocan en mayor vulneración de sus derechos humanos y fundamentales, aquellos que viven donde no es posible lavarse las manos, donde no hay alcantarillados, donde el distanciamiento es imposible. Cualquiera, desde una lógica racional y humanitaria, pensaría que es el primer lugar donde el Estado debería intervenir con la Política Pública, sin embargo, estamos lejos de esa realidad.

El filósofo camerunés Achille Mbembe (2011) hace unos años desarrolló el concepto de «necropolítica», para hablar de aquella política que se basa en la idea de que, para el poder, unas vidas tienen valor y otras no. La necropolítica no se trata de matar a los que no sirven al poder, sino dejarles morir.

Dada la tendencia y primacía del enfoque vitalista en contexto actual de pandemia, sin duda requiere que los esfuerzos del Estado lleguen allí donde las condiciones de vida material ponen en riesgo la existencia toda.

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