Edición Cero

Sergio González Pizarro, Dr. (c) Estudios Americanos, USACH. Militante Convergencia El 18 de octubre del 2019 al parecer ha iniciado una nueva historia. Sin... Estallido popular en el Chile neoliberal: reflexiones para un camino revolucionario

Sergio González Pizarro, Dr. (c) Estudios Americanos, USACH. Militante Convergencia

El 18 de octubre del 2019 al parecer ha iniciado una nueva historia. Sin embargo, es importante no pensar que la espontaneidad de aquel día, en sus expresiones de protesta contra el modelo de vida neoliberal, proviene de un lugar y momento denominado “nada”. Existe, ha existido y seguirá existiendo formas materiales de socialización y reproducción de la vida económica, social y política que elaboran cotidianamente las condicionantes que constriñen, direccionan, influyen y determinan a los sujetos/as en lucha.

Por tanto, este 18 de octubre del 2019, es una simbolización que hace inteligible la coyuntura actual, le permite un “inicio”. Este inicio, se caracterizó por la fuerza y potencia de una energía acumulada en las masas que hace muchas décadas no se observaban en Chile. Esto ha llevado que la denominemos “estallido social” que se revela contra el modelo neoliberal instalado en la dictadura de Pinochet, consolidado por la Concertación, diseñando y accionando una economía con base en la privatización compulsiva y la desregulación del mercado, al son del Consenso de Washington, y luego de los organismos internacionales como el Banco Mundial y el FMI, en una clara estrategia globalista, institucionalista y neoliberal en el concierto internacional, permitiendo múltiples TLCs en 29 años. Y hoy, la pronta concretización del TPP-11 en el Congreso, cederá soberanía a las transnacionales económicas, entre otras cosas.

Entonces, esta coyuntura se puede diagnosticar desde diversas tesis políticas sobre el tipo de manifestación social-histórica que se le pueda adjudicar a este proceso: revuelta popular, revuelta popular de masas, estallido social, crisis institucional o social, pre-revolución, o revolución. Los elementos a considerar son múltiples, y se puede llegar a distintas conclusiones dependiendo del enfoque. Sin embargo, es importante no desbordar el diagnóstico desde la euforia que provoca presenciar y participar en un proceso histórico como el que ocurre en Chile actualmente. Si bien, esta expresión popular del pueblo chileno y sus pueblos ancestrales hermanos, ha sido esperada por mucho tiempo por los sectores más activos de la orgánica política anticapitalista: no significa que se encuentre en un contexto pre-revolucionario, reuniendo las características para la toma del poder del Estado, mucho menos su control popular de masas con una capacidad defensiva, como ofensiva de carácter militar.

El Estado de Chile, y su respectivo gobierno conducido por Sebastián Piñera, han demostrado cómo se comporta la burguesía en cuando sus privilegios son amenazados. La represión de las fuerzas de orden (Carabineros de Chile y la Policía de Investigaciones) y las fuerzas armadas (Ejército de Chile y Fuerza Área de Chile), durante un mes, y especialmente en el periodo que se decretó Estado de Emergencia Constitucional, es decir, un Estado de Sitio institucionalizado, con toques de queda en todo el territorio nacional: ha sido una de las más sangrientas de la historia de este país. Entre el 18 de octubre y el 10 de noviembre, las cifras oficiales del INDH enuncian al menos 22 muertos, más de 2000 heridos, más de 5000 detenidos, y alrededor 180 pérdidas de órganos oculares.

Por lo demás, el uso de armas de guerras para “disuadir” las grandes manifestaciones populares en las calles, como la gran cantidad de torturados, abusos sexuales, y violaciones a los derechos humanos, dejan cristalizadas los métodos tradicionales de esta élite chilena que, al igual que en 1973, levantaron sus poderes coercitivos del Estado, para pisotear el levantar de un pueblo denigrado y precarizado en todos los ámbitos de sus vidas.

Esto se cristaliza en los ya, clásicos audios filtrados, en este caso, desde el alto mando de Carabineros y su General Director, Mario Rozas, en donde prácticamente declara la independencia de la institución, haciendo valer el peso específico que tienen hoy las Fuerzas del Orden en Chile. Asimismo, en la muerte de Abel Acuña, ocurrida en los enfrentamientos con Carabineros en la Plaza Dignidad en la noche del viernes 15 de noviembre, la que se concreta por la intervención de las fuerzas coercitivas del Estado en las reanimaciones aplicadas por personal del SAPU en el momento de un paro cardio-respiratorio, generando el fallecimiento del joven combatiente.

Es en ese contexto, en que debemos diagnosticar qué ocurre con el pueblo chileno, en el contexto de la arremetida reaccionaria y contrarrevolucionaria de un gobierno que ha demostrado tener miedo de perder poder, ya que este escenario ha dejado en claro lo que Hannah Arendt manifestaba sobre la violencia de Estado, la cual, no es indicadora de posesión del poder, sino que síntoma de pérdida del mismo. Por tanto, la violencia es un componente elemental a considerar en esta expresión de la lucha de clases en Chile.

En ese sentido, la clase trabajadora chilena, como toda fuerza social dominada por la institucionalidad del capital, ha estallado en una revuelta popular con altos formas de violencia, como autodefensa de masas, y como espontánea de acción directa contra los símbolos materiales del capital neoliberal chileno.

Ya con estas afirmaciones podemos, devenir en que el diagnóstico no refiere a un estado organicidad superior de las masas populares, en donde se pueda vislumbrar un ordenamiento, coordinación y acción segmentada de la clase, en función de un objetivo mancomunado de la toma del poder del Estado burgués para la construcción de una nueva sociedad, como las tesis de los años de 1970, procuraban al describir a la revuelta popular de masas. Sino que, más bien nos encontramos en un estado espontáneo de estallido social, es decir, una explosión por acumulación, pero con una alta integración popular en sus materiales génesis de descontentos.

Esto se ha concretizado en demandas y acciones de protestas populares, más que en expresiones sociales-abstractas que en ocasiones anterior, han permitido su disolución en la etapa del papel. Sin embargo, este estallido no tiene una organicidad política madura y totalizante, menos cohesión y preparación militar capaz de desbordar al Estado en sus competencias administrativas, ideológicas y coercitivas. Cabe destacar también que, no es un estallido popular que se haya forjado de la noche a la mañana, sino que deviene de una lato proceso político de base, que ha significado múltiples derrotas político-sociales, de diversas movimientos y fuerzas en construcción popular en los últimos 30 años.

Desde el término de la dictadura cívico-militar en 1990, Chile mediante los gobiernos de centro-izquierda de la Concertación, siempre en complicidad con sus opositores de extrema derecha, concluyeron y fortalecieron el modelo económico neoliberal que dio pies, manos, cuerpo, y sobre todo alma, a esta manera de generar economía capitalista a ultranza en Chile. Este modelo de privatización de todos los derechos sociales y bienes estatales, con un fuerte marco jurídico que escinde el mundo político, con el civil, que sacraliza la propiedad privada de la burguesía económica; y que condena a la suerte del mercado y las bolsas de valores, la dignidad de los chilenos y chilenas, además de eternizar una Constitución Dictatorial: es la que de alguna manera actualmente es desafiado.

Este desafío que no inicia una era o un periodo político, sino que quiebra el periodo político, iniciado en la década de los 1990, para subir a su pico más alto de fuerza y organización popular contra la norma neoliberal, es decir, establecer no solo un cambio de paradigma metacognitivo, sobre cómo entendemos nuestra realidad, como entendemos la forma de hacer político, sino un cambio ontológico, de cómo construir, y en este caso, transformamos nuestra realidad.

Lo anterior dice relación, con la articulación intrínseca que tienen los diversos estallidos sociales o populares que ha tenido este país durante alrededor de 20 años, los cuales han reunido fuerzas sociales del ámbito estudiantil, sindical, territorial, ambiental, cultural, e indígena: el mochilazo el 2001, la revolución pingüina el 2006, Barrancones el 2010, el movimiento  estudiantil el 2011, Dichato el 2011, Aysén y Freirina el 2012, No+AFP el 2016, mayo feminista el 2018, el asesinato de Camilo Catrillanca el 2018, el movimiento de profesores y estudiantes el  2019, hasta el actual despertar del pueblo chileno.

Tras las sumas y las restas, se puede inferir en consonancia que, el sujeto/a revolucionario e histórico en que las fuerzas anticapitalistas y revolucionarias deben abocarse actualmente, en función a la lectura de este estallido popular, es el sujeto/a popular de masas. Este sujeto/a popular de masas, no es el sujeto de la posmodernidad, sin grandes relatos, sin ideologías, atomizado, líquido y de subjetividad galácticamente única. Aquella caracterización posmoderna de las diversas facetas, dimensiones, segmentos, fuerzas, movimientos e identidades culturales, políticas, sociales, y económicas, de manera parcelada con una paradójica intención anti-científica y modernista: utiliza el mismo método epistemológico moderno de fragmentar la sociedad, y condenar la totalidad ontológica de la historia, por marxista, occidental, eurocéntrica y añeja.

Es justamente, esta caracterización de la sociedad capitalista, moderna, colonialista, patriarcal, racista y monopólica, que aún no se ha retirado, ni con sus grandes relatos, ideologías y condiciones materiales de subsistencia que precarizan, asesinan y torturan a la clase dominada por el capital. Estas clases, por tanto, hoy nuevamente se enfrentan, en un periodo de la lucha de clases, donde todas las luchas, no son una sola lucha: sino que las diversas expresiones de las contradicciones capitalistas, devienen en una nueva conciencia de clase que permite estallidos espontáneos, como organizados de resistencia hacia la transformación social de manera totalizante y unitaria. He ahí la fuerza de la coyuntura actual chilena: en las masas, en el sujeto/a popular de masas, tanto como en el clásico obrero asalariado, como en la gran amalgama de formas de expresión cultural de masas, sean en tribus urbanas, organizaciones de bases territoriales, gremios profesionales, grupos de recreación deportiva, barrial, sindical, artística o religiosa; resaltando las identidades locales, nacionales, internacionales, ancestrales, rurales, urbanas, como grupales, intersubjetivas y estructurales en lucha.

Entonces, al no estar en un contexto pre-revolucionario, se necesita avanzar en una escalada de estadillos sociales y populares, donde la organicidad se instale en las masas y no solo en las bases y grupos político-sociales tradicionales, para que la conducción sea mayor hacia una concreta toma del poder del Estado, y construcción de poder popular a mediano y largo plazo. Esto significa debatir en las masas los nudos ideológicos, como por ejemplo, la legítima violencia popular como autodefensa de masas o expresión de protesta callejera; y la toma del poder desde abajo, las cuales permitirían generar una identidad total, sin escisiones que debiliten la movilización.

A corto plazo, lo relevante es la Asamblea Popular y Plurinacional Constituyente mediante cabildos y asambleas populares locales, paritarias, con una fuerte representación de los pueblos ancestrales de esta tierra, lo que propicie la salida de la derecha del poder del Estado gubernamental, es decir, establecer un cambio de régimen que impulse transformaciones subjetivas y objetivas, macros y micros, desde abajo. Esto conlleva debatir y presionar al reformismo social-demócrata y liberal del Frente Amplio chileno, como de la Ex Concertación -los cuales contienen ´más del 50% del poder legislativo chileno actual- y combatiendo, tanto a la derecha fascista, y a la derecha (neo)liberal -actual oficialismo-.

Respecto al oficialismo, ¿no era que la renovada derecha liberal, de Felipe Kast, Cruz-Coke, Blumel, Bellolio, hasta el neoliberalismo vulgar y extremo de Axel Kaiser pretendía disminuir el Estado y aumentar la participación de los individuos en la vida económica, política y social? ¿No se supone que el Estado es el problema, el denominado Leviatán, y que la sociedad civil es la relevante y que necesita libertad? Al parecer, esa retórica omite la posición de clase desde dónde la ejercen. Ellos quieren libertad para su clase, para sus empresas y seguir explotando trabajadores sin restricciones estatales. Pero, por eso mismo han disputado el Estado y lo han gobernado, para precarizar la vida en nombre de la libertad de los individuos, que en su extraña visión mental del mundo, en esa extraña pequeña burbuja que emprende, que invierte en la bolsa, que vacaciona en la nieve y en los lagos del sur, no somos su identidad, somos el otro en su construcción identitaria.

Pero ahora, en la agudización de la lucha de clases, ¿dónde está la derecha? Acuartelados en el Estado, amarrados como si fuera lo único que les quedara. Entonces, ¿el Estado no es el problema? Parece que tienen miedo y saben que el control popular del Estado está a la vuelta de la esquina. Ahí volverán al viejo discurso de la Guerra Fría, de los malos y los buenos, de los comunistas y los demócratas, pero no es más que la clásica lucha de clases: burgueses, terratenientes, oligarcas, colonialistas, y pueblos dominados, reprimidos, alienados y explotados que resisten y luchan.

No obstante, como se decía anteriormente la presión debe ejercerse a los que en parte se aferran a ese poder representativo que hoy está deslegitimado por la profunda crisis que atraviesa la institucionalidad congresal, como el régimen democrático-liberal chileno. Es decir, presionar a los electoralistas del FA, que mediante un acuerdo firmado en la madrugada del día viernes 15 de noviembre, por los parlamentarios oficialistas y gran parte de la oposición, provocaron la primera crisis de este estallido  social. Esta crisis momentánea no solo ha sacudido fuerte a los partidos del FA, en especial a Convergencia Social, Comunes y Revolución Democrática, sino que también al sujeto histórico en cuestión: las masas. El actual estallido popular, se caracteriza por no solo movilizar resistencia callejera, sino que principalmente por generar debate constante.

En ese sentido, es el sentido ideológico de la norma social el que está en juego, esa normalidad que pretende el gobierno y los chalecos amarillos a que volvamos, la cual ya no existe, puesto que se crea una nueva normalidad. Es el paradigma sobre cómo entendemos y construimos nuestra realidad, los que han sufrido grandes movimientos de fronteras, como también es el sentido moral, valórico e identitario en que nos desenvolvemos en esta nueva manera de entender la política.

En este momento, la izquierda, como las grandes masas movilizadas, debaten en redes sociales, en la calle, en sus trabajos, hogares, y vecindarios cacerolenado o en una barricada, sobre táctica política, para resolver, tanto la crisis sobre la “forma” impuesta desde “arriba”, como el objetivo estratégico de esa revuelta popular. Se debate la nueva normalidad. En ese contexto, se plantean cuestiones como si: ¿está bien lo que hizo parte del FA en este acuerdo? ¿Es un avance? ¿Debemos aprovechar la instancia? ¿Debemos dejar o fortalecer la calle? ¿Hay que movilizarse hasta que renuncia Piñera? ¿Hay que militar o no hay que militar?

En esa dirección, se puede considerar en primera instancia que, todo acuerdo que haya sido negociado y firmado por la UDI, siempre será contra los intereses del pueblo, y que todo acuerdo, en el actual contexto de crisis institucional y política, con una revuelta popular de estas características, no puede hacerse a espaldas del movimiento social y de las organizaciones de base, es decir, sin haber participado en la discusión y decisión del acuerdo.
Ahora, tampoco desde las masas y las organizaciones políticas y sociales, no podemos esperar que la institucionalidad, que si bien actualmente está deslegitimada, con un oficialismo autoritario que ha torturado, asesinado y violado a miles de personas en menos de un mes: no proponga soluciones desde «arriba», es lógico, de hecho es parte de la táctica de «empujar» desde abajo.

Sin embargo, estas propuestas en bloque, desde la institucionalidad desesperada por no perder el poder, lleva en sí misma, la estrategia de «dividir y vencerás», y permitirse un nuevo aire. Es lamentable que parte del FA se haya sumado a la Ex Concertación y a la extrema derecha en esta cruzada para calmar al pueblo, ya que lo ocurre en aquel hecho es que no se hacen parte de la norma social que el pueblo está ejerciendo, es decir, no han entendido que la política hoy exige una nueva metodología participativa y con una clara identidad y noción de clase.

No obstante, como decía arriba, es parte de lo esperado, es parte también de lo necesario. La idea de construir desde abajo, no significa no aprovechar los escenarios que la clase dominante pueda entregar desde sus fisuras y desesperación. Pasamos de la nada, a reformas constitucionales, hasta la posibilidad de una asamblea constituyente mediante plebiscito.Esa posibilidad debe ser aún más radicalizada, hasta llegar al punto de que la Asamblea Popular y Plurinacional Constituyente sea la única vía, es decir, validando a las asambleas locales y los cabildos de los territorios organizados, e idealmente cambiando el régimen con nuevas elecciones parlamentarias y presidenciales.

En definitiva, la calle no se debe soltar ni un centímetro, debe mantener o aumentar su fuerza, para que el acuerdo sea con la integración y conducción de las fuerzas de las bases sociales y populares, con una perspectiva a mediano y largo plazo con los actores que promueven la transformación política y económica real del modelo imperante, es decir, atacando directamente la norma social que legitima la propiedad capitalista, y no un pacto que vuelva a beneficiar a los de siempre, tal como en 1989. Ergo, la organización articulada, con una concepción totalizante de la movilización y conciencia de las masas hacia una unitaria táctica y orgánica, es cada vez más imperante, sobre todo cuando los aires de fragmentación y anti-partidismo vuelven hacerse ecos.

*Publicado originalmente en  Convergencia Medios

Los comentarios están cerrados.