La Santa María y los desafíos de la izquierda
Opinión y Comentarios 21 diciembre, 2018 Edición Cero
Rafael Rodríguez Parra/ Dirección Regional Izquierda Autónoma Tarapacá
Nos hemos acostumbrado a conmemorar cada diciembre los hechos de la matanza de la Escuela Santa María como un hito más, en una larga lista de momentos clave en la historia de las luchas obreras en Chile. Para los que militamos en partidos y movimientos de izquierda en la Región de Tarapacá, es una fecha ineludible. Pero más allá del hecho, de los detalles, del recuerdo de la jornada sangrienta y el ejercicio de reafirmar la identidad política, estamos en un escenario en el que se vuelve útil rescatar enseñanzas del movimiento obrero que contextualizó los hechos de la Santa María, y las consecuencias políticas que tuvo.
La matanza de la Santa María no fue el único acto represivo contra los obreros del Salitre, en las primeras décadas del siglo XX, que estuvieron marcadas por la efervescencia del movimiento obrero y el desarrollo de sus organizaciones, hubo decenas de matanzas similares. Ante la organización de los pampinos y su movilización, la respuesta del Estado y los propietarios era la violencia y las armas. Claramente para defender sus privilegios e intereses estaban dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias, porque la demanda obrera no era banal; significaba un ataque directo al enriquecimiento descomunal de unos pocos a costa de la explotación de las mayorías.
Era tal la explotación, que los pampinos lo arriesgaron todo, incluso sus vidas, para enfrentar a sus patrones y avanzar aunque fuera mínimamente en cambiar las condiciones miserables en las que vivían. Fue eso, la defensa de sus intereses y la búsqueda de mejores condiciones de existencia, la que llevó a la movilización masiva, y posteriormente a la organización social y la creación de instrumentos políticos de obreros y de izquierda. El vínculo entre la movilización pampina, la represión estatal, y la creación del Partido Obrero Socialista, determinó el carácter de la izquierda chilena del siglo XX.
Hoy en Chile, vemos que el escenario muestra muchas similitudes con el que enfrentaron los pampinos que se movilizaron en 1907. Hoy los chilenos y chilenas nos movilizamos cada año por estar endeudados, por no tener pensiones dignas, por querer estudiar, por querer decidir sobre nuestros cuerpos, por no querer que nos sigan matando. Las masivas movilizaciones de los últimos años son expresión de la necesidad urgente de mejorar nuestras condiciones materiales de existencia.
Y para ello nos hemos organizado en federaciones estudiantiles, en coordinadoras, en movimientos, en asambleas, en frentes, y estamos comenzando a crear nuestros propios instrumentos políticos. Y la respuesta del Estado y los empresarios es represión, muerte, conservadurismo, y retrocesos. Seguimos siendo pampinos marchando por el desierto para exigir una vida mejor, y Camilo Catrillanca se transformó en la última víctima de la misma matanza que 111 años después aún no termina.
A los que militamos en movimientos y partidos de izquierda hoy en Chile, esto nos pone interrogantes que debemos saber resolver. En un escenario en el que la derecha no tiene asco en negar sus crímenes, y busca no solo frenar las reformas que empujamos en las calles, si no que avanzar en el sentido contrario; ¿cómo responderemos? Desde la izquierda del Frente Amplio, surge la necesidad de avanzar en unidad para ofrecer una conducción de izquierda a una coalición que todavía no termina de consolidarse. Para ello varias organizaciones estamos convergiendo con el ánimo de crear partidos, instrumentos políticos que sean útiles y relevantes en la lucha contra la derecha y el neoliberalismo.
Desde Izquierda Autónoma vemos que durante este proceso será clave el vínculo originario que tenemos con el movimiento social. Porque no venimos de la nada: somos estudiantes, somos mujeres, tenemos deudas, boleteamos, y nos da miedo enfermarnos porque no tenemos plata. Y si desde el movimiento social hemos dicho “basta” a la mercantilización de nuestras vidas, desde los partidos que estamos creando no podemos dejar de hacerlo.
Si dichos partidos pierden su vínculo con los movimientos sociales que están enfrentando hoy al neoliberalismo más salvaje, entonces ya no serán útiles. Así como en medio del movimiento pampino, ellos crearon sus instrumentos políticos con un carácter propio, determinados por el calor de la lucha que estaban dando, lo mismo debemos hacer, en la efervescencia de las luchas que estamos dando hoy, y no ajenas a estas. Solo así le dejaremos al siglo XXI una izquierda útil, y no una cáscara que sirva para el marketing, las redes sociales y nada más.
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