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Daniel Ramírez G. El fallo de La Haya ha dejado claro, como lo  han repetido numerosos juristas, la inviolable separación entre las soluciones políticas... Gana Chile y pierde América.

Daniel Ramírez G.

El fallo de La Haya ha dejado claro, como lo  han repetido numerosos juristas, la inviolable separación entre las soluciones políticas y las soluciones legales a un problema entre Estados o Naciones.

Son los hechos políticos los que generan realidades, que después se convierten en una legislación que consolida los intereses triunfantes. Es por eso que se da el caso que un hecho ilícito, como es la ruptura de un estado de derecho internacional mediante una guerra,  genere una situación que después, (impuesta por la relación de fuerzas imperantes) se convierta en una regla legal a respetar.

Esto lo podemos entender con mayor claridad los chilenos, que vivimos en 1973 una ruptura de nuestro estado de derecho por parte de nuestras FFAA, instigadas por la misma mano negra que estuvo detrás de la guerra por el Salitre, la derecha empresarial de nuestro país.

La fuerza opresora impuso en el 1980 una constitución que hasta la fecha no hemos logrado reemplazar. Ese marco legal impuesto en plena dictadura a nuestras vidas, contempla en sí las herramientas que hacen imposible el cambio de su  estructura fundamental, mediante los mecanismos institucionales que consulta nuestro estado de derecho. Hasta hoy padecemos esa constitución y solo nos queda la lucha política para lograr su transformación.

Es lo que le ocurre a Bolivia. La ambición de empresarios chilenos, aliados a los intereses de una potencia extranjera dominante en esa época, provocaron una guerra destinada a arrebatar las riquezas naturales que estaban siendo explotadas en territorios vecinos a Chile. Después de la guerra se firma un tratado, que consagra como inamovible la condición lograda y este se transforma en una realidad reconocida por el derecho internacional. Nosotros llevamos 140 años disfrutando del producto de nuestro robo, que ha sido la “viga maestra” del desarrollo de nuestra nación y del enriquecimiento de nuestra clase dirigente. ¿Qué habría sido de nuestro país sin el guano, el Salitre y el Cobre de Tarapacá y Antofagasta?

Ahora bien, si es cierto que estamos viviendo con la dignidad y la ética de un ladrón que disfruta de su botín, también es cierto que esto es ya una realidad reconocida y establecida como normal por el derecho internacional. Bolivia no tiene ninguna esperanza de que los organismos internacionales de derecho puedan considerar sus peticiones, históricas y moralmente justas, porque estos organismos,  han sido creados para proteger la realidad política alcanzada por los intereses triunfantes.

A Bolivia solo le resta seguir el camino político y diplomático para tener alguna posibilidad de alcanzar sus aspiraciones. En este derrotero, estará acompañada por todos los pueblos que luchan por romper las cadenas que los atan a injusticias del pasado.

Finalmente, también es importante mencionar que este largo conflicto con el país hermano de Bolivia, debe servir para que nuestros pueblos americanos, aprecien la distancia política y moral que hay entre los hombres que forjaron la independencia de nuestra América y los actuales líderes de nuestros países americanos, todos empapados en un egoísmo y falta de solidaridad y fraternidad, propio de la sociedad comercial que vivimos.

Quienes nos sentimos seguidores del sueño americano de Bolivar, San Martín, O”Higgins, Sucre y tantos otros que vieron y sintieron a América del Sur unida y hermanada para enfrentar al naciente imperio del Norte, no podemos sino sentir vergüenza por provocar, en función de escondidos intereses nacionalistas, el enclaustramiento de todo un pueblo con el que tenemos orígenes y una historia común.

 

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