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Iván Vera-Pinto Soto/ Cientista social, pedagogo, escritor y teatrista Está claro que los más antiguos en el arte iquiqueño tenemos el deber de hacer memoria... La Compañía de Teatro es Amor, TEA

Iván Vera-Pinto Soto/ Cientista social, pedagogo, escritor y teatrista

Está claro que los más antiguos en el arte iquiqueño tenemos el deber de hacer memoria de la historia escénica de nuestro puerto, especialmente de aquellas compañías que han dado luces a esta inigualable manifestación artística: el teatro no-profesional. Por eso hoy hablaremos de la Compañía Teatro es Amor (TEA), fundada por la profesora Sonia Castillo, el año 1985.

Dejemos mejor que nos cuente la historia su gestora: “Lo cierto es que a mí siempre me ha gustado el teatro infantil. Por ese entonces veía que Iquique adolecía de un arte escénico dirigido hacia los pequeños, quiero decir de manera seria, con montajes que no fijaran límites de costo, y con mensajes educativos. Intuía que se necesitaba algo que fuera bien plasmado, donde el niño se maravillara con el espectáculo. Fue así que empezamos a trabajar en producciones que en  lo posible fueran prolijas, incorporando efectos especiales (luces negras) que les mostraba a los niños cosas que crecían, desaparecían. Pretendíamos hacer algo que les accediera a nuestros espectadores jugar con la imaginación. Ese concepto lo descubrí gracias a las primeras incursiones de Luisa Jorquera. Es por ello que decidimos asociarnos, pues ambas teníamos los mismos intereses artísticos.

Recuerdo que en una oportunidad Luisa me invitó a participar de una animación que hacía con otras actrices: Balbina Morales y Marianela Salas. Esa fue la primera vez que me caractericé de payaso para entretener a los niños. Ahí me di cuenta que tenía esa alma infantil. Entonces me dejé llevar por el juego. Si bien yo había trabajado en el TENOR con obras para infantes, no obstante en esta ocasión era diferente. Es posible que la propuesta de estas amigas se acercaba más a lo que yo quería hacer.

Así, partimos haciendo obras infantiles de Guillermo Ward, las que en su mayoría adapté, dejando las esencias de ellas. Por otro lado, en la Escuela Artística Violeta Parra, donde trabajaba como profesora, tenía alumnas muy talentosas y disciplinadas, ellas, de inmediato, pasaron a integrar el TEA.

Al tiempo, la Alcaldesa Mirtha Dubost, nos invitó a efectuar temporadas en el Teatro Municipal. La verdad que en esa época acceder a esa sala era muy difícil, pues existía un grupo de amigos del Teatro Municipal, designado por la autoridad comunal que determinaba quienes podían presentarse en aquel espacio. Por supuesto, el acceso no fue gratis. Tuvimos que aportar un porcentaje de la taquilla para beneficio del recinto; el resto quedaba para financiar la producción de las obras, ya que en ese tiempo no había ninguna empresa ni fondos concursables que apoyaran la gestión. Exclusivamente los proyectos eran financiados por nuestros propios bolsillos o por préstamos bancarios.

Como resultado del buen trabajo artístico y la gestión logramos siempre recuperar nuestras pequeñas inversiones. Y si había alguna ganancia se repartía en forma proporcional, de acuerdo a las funciones de cada integrante. De ese modo, con el esfuerzo colectivo, llegamos hasta Chiloé con el teatro. Trabajamos para diferentes públicos y en diversos escenarios: plazas, la calle, escuelas, jardines infantiles y poblaciones. En resumen, fue una experiencia muy enriquecedora para las niñas y también para nosotras”.

Por su parte, Luisa Jorquera, productora del elenco, narra: “Durante esos años montamos muchas obras infantiles: “El palacio bucal”, “Maxi loco en el planeta azul”, “Maxi loco explorador”, “Glopsy 1”, “Glopsy 2”, “Zun-zun, la abejita nuclear”, “El juguetero egoísta”, “El bosque ideal”, “Las pildoritas mágicas de la bisabuela” y “Alicia en el país de las  Maravillas”. Además, Sonia  Castillo hizo todos los espectáculos que ofrecíamos en Navidad. También hicimos piezas para mayores: “Cariño Malo”, “Cartas de Jenny”, “Ofelia la madre muerta” y “La casa de Bernarda Alba”. En estas realizaciones destacaron Ana Cortés, Carol Salinas, Gianina Zamora, Jorge Béjar, Magali Barrios, Iván Escares, Harold Zapata, Jaime Coronil y Francisco Cuevas. Todos ellos fueron pilares fundamentales para nuestra agrupación”.

Le consultamos a Luisa Jorquera ¿cómo operaba la producción para financiar estos trabajos escénicos? A lo que responde: “El trabajo era arduo. Visitaba a los colegios y a las empresas para ofrecer los espectáculos. Muchas de estas instituciones nos compraban funciones especiales. De esa forma, pudimos muchas veces copar la capacidad del Teatro Municipal, especialmente los días domingos. Los viernes teníamos hasta tres funciones en la mañana dirigida a los Jardines Infantiles y colegios. Por otra parte, me dedicaba a hacer propaganda por todas las radios emisoras locales. Fabricábamos carteles que colgábamos en los postes. Todas las tareas las hacíamos en conjunto, con entusiasmo y de manera voluntaria. Más adelante usamos pendones. Una de nuestras principales preocupaciones fue cubrir los gastos de producción, los que ascendían a un millón o millón doscientos. Uno de los colegios que más nos apoyó en las temporadas fue la Academia Iquique. Esta Unidad Educativa llevaba a sus estudiantes a todas las funciones. Evidentemente, las entradas eran de bajo costo ($300 pesos). En forma paralela, hacíamos animación en los cumpleaños y para Navidad. Con todas esas actividades financiábamos nuestras inversiones”.

Sonia Castillo, entrega otros pormenores: “Después se nos ocurrió intervenir con un puesto en las ramadas. Esa idea nos dio don Guillermo “Willy” Zegarra. Él nos motivó para que nos instaláramos con juegos frente a su carrusel. En ese momento se nos vino la idea de hacer títeres en un bodegón improvisado que armamos. Entonces, pusimos el teatro de títeres que nos había hecho don “Willy” y presentamos el cuento “Caperucita Roja”; en seguida, venía una cueca y una “diablada” que interpretaban los muñecos. Yo hacía de un payasito que anunciaba el espectáculo. La función duraba quince minutos. Dos amigos que trabajaban como técnicos en el TENOR nos ayudaron a cobrar las entradas. Nos fue muy bien con el espectáculo. No parábamos de hacer representaciones hasta quedar casi sin voz. Eso duró tres días. Así continuamos durante tres años con esa rutina. Posteriormente, pusimos otros juegos: “la pesca milagrosa” y  el “traga bola”, este último lo construyó Guillermo Zegarra.

En la conversación nos salta una interrogante, ¿por qué concluyó el periplo de esta exitosa compañía de teatro infantil? A lo que Castillo, de manera asertiva, dice: “El motivo del cierre de las actividades fue por la falta de espacio. El año 2002 cerraron el Teatro Municipal y nos quedamos en la calle. Ante esa disyuntiva  dije: cuando tengamos un espacio apropiado y digno para hacer teatro entonces volvemos. Al pasar los años, intenté una vez más reiniciar la actividad, lamentablemente, no encontré la misma disciplina en los nuevos interesados.

Sin embargo, la labor en las tablas de Sonia Castillo y Luisa Jorquera no terminó en ese punto, pues el año 2001, junto con otros teatristas locales, crearon el “UPA al Teatro”. La iniciativa tuvo como propósito lograr que el público local tuviese la oportunidad de ver las obras del teatro iquiqueño en un único espacio físico (Teatro Municipal), durante noviembre, mes de aniversario de la ciudad. Luisa Jorquera Herrera, productora del evento, creó la sigla UPA, el que en nuestro léxico regionalista significa «Subir», «Alzar», «Tirar para arriba»; pero, también cada letra corresponde a las iniciales de las palabras: U= Unidos, P= Por, A= Amor, «Unidos por amor al teatro».

El año 2002 esta iniciativa fue organizada por la Asociación de Directores Teatrales (ADITI), conformada por los directores de las cinco compañías de mayor trayectoria: Iván Vera- Pinto (Teatro Universitario Expresión), Sonia Castillo (Teatro TEA), Abraham Sanhueza (Teatro Antifaz), Ramón Jorquera (Teatro No Más) y Guillermo Ward (Teatro Viola Fénix). Además se invitaron a otras agrupaciones nacionales y de países vecinos.

Para el año 2003 simplemente comparten la dirección del evento tres agrupaciones (Teatro Expresión, Teatro TEA y Teatro No Más), quienes son los responsables directos de la actividad y de la administración de los recursos financieros otorgados por primera vez por el FONDART.

La cuarta versión del UPA (2004) queda a cargo del TEA y Viola Fénix. El evento no obtiene financiamiento de los fondos concursables del FONDART, por lo que se ven obligados a ejecutar el programa mediante la autogestión, lo que determina que el festival se traslade para la época de verano (Enero 2005). La nueva organización excluye los trabajos locales, considerando que el público ya ha podido verlos durante la temporada. Por lo mismo, se decide invitar, exclusivamente, a compañías profesionales extranjeras. Los cambios son productivos, la actividad tiene gran éxito.

La quinta versión del Festival Internacional se realiza del 16 al 21 de enero del 2006, en el teatro Municipal de nuestra ciudad. Ahora se cuenta con el auspicio de FONDART, y es considerado dentro de la programación de las cinco actividades turísticas más importantes del verano de la Ilustre Municipalidad. La producción y organización nuevamente recayó en el Teatro TEA y Viola Fénix.

Del 2007 en adelante es la Compañía TEA la que se hace cargo de esta iniciativa, contando con el apoyo FONDART. De esta manera, cada año creció el número de participantes, y, a la par, la oferta de talleres y obras que se presentaban dentro de cada programación. Sonia Castillo señala: “lo más que tuvimos en dinero para levantar el festival fueron doce millones. Con ese monto nos esmerábamos en darle un buen alojamiento, alimentación y condiciones técnicas para sus presentaciones”

A partir de la versión 2009, como respuesta al interés manifestado en diferentes sectores poblacionales, se decidió proyectar el teatro en los barrios, lo que – según sus organizadores – resultó “una hermosa experiencia tanto para el público como para los grupos participantes.” En esta edición colaboraron los teatros Ojo Piojo y Pata de Palo.

El TEA, bajo la dirección de sus dos artífices, decidió “contra viento y marea” proseguir con la misión emprendida desde hace varios años y asumir la difícil gestión de los recursos financieros para mantener el evento a flote. En efecto, somos testigos que el Upa al Teatro fue un festival que la comunidad esperaba y que logró trascender las fronteras, alcanzando el prestigio nacional e internacional.

La última versión fue el año 2011. Castillo revela: “Ese año fue muy denso, pues fallecieron Tommy Rojas y Sonia Pavés, dos amigos queridos y compañeros en el TENOR. La verdad es que esa situación me afectó mucho en lo emocional. Igualmente, las autoridades nos fueron desplazando de escenario. Primero partimos en el Teatro Municipal, después en el hemiciclo de ese local; al final terminamos en el estadio antiguo de Cavancha. Ahí nos instalamos en una pampa que no tenía nada. Abraham Sanhueza nos prestó paneles y le arrendamos luces. Compramos telas y madera para cubrir el escenario. Tratamos de dar la mejor comodidad a los actores. Pero no se podía trabajar adecuadamente, ya que en ese recinto se guardaban unos carros con basura y salía un olor horrible. Aquello me costó muchas peleas con las autoridades municipales. Tampoco nos permitieron colocar nuestros pendones; por el contrario, el Teatro a Mil tuvo todas las facilidades para hacer su propaganda. Yo no me explicaba por qué hacían esto con los iquiqueños. Entonces, reflexioné: “hasta aquí no más llegamos. No quiero más”. No obstante, al concluir el evento, los grupos invitados me convencieron para que siguiera con esa “quijotada”. Para el año 2012, en un último intento, me puse otra vez a planificar, pero surgió otro inconveniente: el hotel que se había comprometido con el alojamiento no cumplió con lo pactado. A esa altura, estaba agotada, pues no veía apoyo de las autoridades, de nadie. Al final, renuncié a esta empresa maravillosa que habíamos comenzado hace 11 años atrás”

En la actualidad ambas profesoras continúan entregando sus experiencias educativas a los integrantes de una nueva agrupación: el Teatro VIP de la Escuela Artística Violeta Parra, y, también, colaboran con otras entidades artísticas.

Desde la historia contada, se deriva una última reflexión. Alejados de la tradicional concepción que define al teatro aficionado como aquel que no ha alcanzado ciertos estándares técnicos exigibles, por el contrario, en nuestro caso particular podemos sostener que su existencia constituye una oferta de expresión y de comunicación social abierta, pues el aficionado es al tiempo público y actor y su interacción con las necesidades de la audiencia siempre son estrechas e íntimas. En suma, este formato – de una larga y fecunda historia – es y ha sido una de las más eficientes formas de democratización de la cultura y de cohesión social, donde el interés del actor y del público se confunden y la necesidad de transmisión de sentimientos, problemáticas humanas e injusticias sociales se manifiestan por encima del interés económico y refuerzan su valor social.

 

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