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Iván Vera-Pinto Soto / Cientista Social, Pedagogo y Escritor Diariamente observamos cómo en esta sociedad globalizada, consumista, hedonista, mercantilista y fatua se ha impuesto un... El estúpido culto a la belleza

Iván Vera-Pinto Soto / Cientista Social, Pedagogo y Escritor

Diariamente observamos cómo en esta sociedad globalizada, consumista, hedonista, mercantilista y fatua se ha impuesto un modelo de belleza del ser humano estandarizado, el cual todos los ciudadanos estamos forzados a seguir, diluyendo de esta manera el supuesto que antes teníamos sobre la relatividad de la belleza, en cuanto ella dependía de diversos factores, tales como: las visiones, valores y concepciones de cada sociedad.

Así, la belleza no sólo se ha convertido en un ideal personal, incluso, se ha instalado como una exigencia en el mundo laboral. Es por ello que en algunas ocasiones se prefiera vincular a personas atractivas físicamente, rechazando a las otras. Sin ir más lejos, hasta hace poco muchas empresas obligaban que los postulantes a un cargo,acompañaran a los antecedentes laborales una fotografía de medio cuerpo, como si fuese imprescindible la imagen para respaldar la experiencia del trabajador.

Es más, hasta el día de hoy en algunas organizaciones sociales se eligen a sus miembros de acuerdo con ciertas características físicas que puedan ser atractivas para captar clientes y vender. Por supuesto que en estos casos la fisonomía ideal es la correspondiente al estereotipo del hombre y la mujer de piel clara, cabello rubio, de finas facciones y con rasgos muy cercanos a los modelos que se usan para la publicidad de productos comerciales.

Estas exigencias y reglas impuestas por el mercado operan de forma solapada y disfrazada, quedando, generalmente, al “criterio” de los empleadores. Lo mismo ocurre, aunque con mayor fuerza, con los animadores, actores y conductores que laboran en la televisión. Los personajes que no son muy agraciados, de acuerdo al modelo occidental, aparecen en las películas y teleseries cumpliendo roles secundarios: delincuentes, personajes populares u otros de menor rango social. Esto es algo parecido a lo que se estila en el cine norteamericano comercial, donde los malos y pérfidos son protagonizados por negros y latinos.

Ahora si le echamos un vistazo nuestra vida social, veremos que las mujeres son las más afectadas por el “bombardeo” publicitario. En realidad muy pocas ellasde manera natural y aun llevando un estilo de visa sana, logran los anhelados 90/60/90 y la altura y forma de pierna que tienen algunos íconos de belleza, especialmente tratándose de la mujer chilena. En lo concerniente a las medidas anatómicas, hay que reconocer que muchas acuden a procedimientos quirúrgicos que no siempre producen los resultados deseados nila apariencia que ellas anhelan; entonces, de manera enfermiza, no pocas deben seguir probando cualquier método que les permitan agradar y seducir a ese macho lascivo y exigente que gobierna las instituciones y la casa.

Y como en todo orden de cosas hay siempre situaciones extremas, podemos sorprendernos con algunas que se tienen que,literalmente, “matar”todos los días en el gimnasio, hacer biodanza, morir de hambre, ponerse cremas hidratantes, embetunar su piel con cremas anti arrugas, restaurar su cara con maquillaje y tomar agua como si fuese un condenado camello. Hay otras que se depilan hasta el pubis con láser. Usan ropa muy estrecha para que le contornee la figura.

Y para tener el cabello perfecto deben teñirse cada semana las perversas canas, pues ellas son más peligrosas que el Sida. Sus carteras, habitualmente, las tienen repletas de polvos, bronceadores, agua termal, crema para las manos, máscara de pestañas, lápiz de cejas, pinzas, lápiz labial, bálsamo labial, perfume, brillo labial, base de maquillaje, peinetas, cepillo de dientes, pantalla solar con repelente para insectos y cientos de malezas, gusanos, abejas reinas y lombrices vivas para hacer sus propios maquillajes.

No, no exagero. Es la realidad. Sin duda, es la presión social que les fuerza a ser siempre joven y bella. Por eso viven en esa lucha constante y estéril de tratar de vencer a las leyes de su propia naturaleza humana.

Es un hecho que los únicos ganadores de este afán de conservar una buena apariencia externa, son las empresas farmacéuticas, los cirujanos plásticos, la industria de cosméticos y los “vende pomadas” que encontramos como nata por todas partes.

La imagen personal nos importa más en la actualidad que antes. La razón más certera es que durante mucho tiempo hemos sido socializados para sacralizar un estilo de belleza importado desde las grandes metrópolis. Vean, por todos lados hay anuncios de productos y servicios que siempre están diseñados con una foto de alguna belleza conocida. Los ejemplos que representan para la sociedad las modelos y las actrices, con unos rasgos exagerados y artificiales, provocan en mucha gente, sobre todo en las mujeres, el deseo de parecerse a sus ídolos.

La sociedad y los medios de comunicación de masa, a quienes se les ha concedido el papel de transmisores de valores y modelos de conducta, se han encargado de darle un sentido vanidoso y de valoración exagerada a la belleza física y a las formas corporales, y han generado que ésta sea un valor social agregado, dejando al margen las características inherentes a la personalidad, a los valores y a los conocimientos.

Derechamente, a todos nos han convertido en objeto de ganancia comercial y consumidores de esos productos que dicen cuidar, nutrir y mantener la forma física de nuestros cuerpos. De este modo, se ha creado una suerte de “culto al cuerpo”, medio por el cual, supuestamente, podríamos escalar socialmente. Esta problemática es transversal y genera una tensión a la mayoría de las personas sin distinción de edad, estrato social o género, y, además, se ha transformado en un requisito indispensable, tal vez el más importante, para poder integrarciertas clasessociales.

Precisamente, en la obra de Marius Van Mayerburg, “El Feo”, la que estrenará esta semana el Teatro Universitario Expresión, descubriremos la historia de un talentoso ingeniero en sistemas eléctricos de seguridad que realiza un horrible descubrimiento: ser catastróficamente feo. El autor, haciendo uso deun humor irónico,nos devela cómo el culto a la belleza y la búsqueda del éxito, pueden arrastrarnos hasta la locura.El mensaje es claro: la artificialidad y la autocomplacencia individualista de muchas personas que, asombrosamente, siguen sucumbiendo ante el despojamiento de lo auténtico, solamente con el fin de y procurar obtener inmerecidos sitiales abonados por la falsedad de lo artificial.

En todo caso, es preferible ver “El Feo” para que saquemos nuestras propias conclusiones sobre este tópico tan real y actual.

 

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