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Iván Vera-Pinto Soto / Antropólogo Social, Magíster en Educación Superior El año 2004 la UNESCO tomó la decisión de crear una red de Ciudades... Ciudades Creativas y Ciudades Sostenibles

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El año 2004 la UNESCO tomó la decisión de crear una red de Ciudades Creativas, cuyo objetivo central es fomentar el aprovechamiento del potencial creativo, social y económico de las colectividades locales y, correlativamente, promover la diversidad cultural. Esto implica incentivar las colaboraciones entre el sector público, el privado y la sociedad civil para favorecer el desarrollo de las industrias creativas, promoviendo nuevas asociaciones solidarias en el mundo.

Esta iniciativa se funda en la idea que la cultura es uno de los elementos decisivos en el desarrollo social y de la identidad de las ciudades. En este marco, se propende a que los estados nacionales hagan un giro local y emprendedor, donde la cultura sea la palanca para la regeneración urbana, el desarrollo económico y la inclusión social. Este planteamiento supone una ruptura con los antiguos lineamientos administrativos que conciben a la cultura como medio para la creación de una identidad nacional, a través de la visión de las cúpulas de poder, la democratización cultural o masificación de la cultura desde Estado a la sociedad o para integrar diferentes expresiones culturales, propias de cada región.

En el fondo, el paradigma de las Ciudades Creativas apunta instrumentalizar la cultura como un bien o servicio que puede reportar beneficios económicos directos para las ciudades, sean estos mediante estrategias asociadas a la construcción de imagen de las ciudades, atractivos turísticos o como industria creativa. En otros términos, se pretende utilizar la cultura, entendida como todo lo que produce el hombre (material e inmaterial), a través de su trabajo social, para la producción, reproducción, promoción y comercio de bienes y servicios culturales, artísticos, tecnológicos y patrimoniales, que están sustentadas en el conocimiento y en los tangibles e intangibles de los territorios.

Esto implica convertir a todos los sujetos creativos y talentos en empresarios creativos que sean capaces de producir a gran escala para la comercialización de la producción creativa, con el fin de capturar las demandas del mercado nacional e internacional. En consecuencia, ello, hipotéticamente, redundaría en la creación de más y nuevos empleos y riqueza, mediante la generación y la explotación de la propiedad intelectual, la comercialización e internacionalización de bienes y servicios creativos, el acceso a nuevos mercados como también la generación de bienes públicos para el sector creativo. Lógicamente, este modelo se plantea y tiene sentido dentro de una sociedad cuya estructura social y económica se sustenta en los marcos del mercado.

Lo anterior supone, entre otras acciones claves, una coordinación de todos los ministerios y de todas las políticas públicas en función de un nuevo tipo de planificación urbana que incluya a la cultura como eje central. Esto significa transformar la planificación urbana en una planificación cultural en las ciudades. Ejemplo de ello son las capitales culturales europeas.

No obstante, en el plano internacional han surgido propuestas diferentes que propugnan nuevos paradigmas en el que la cultura contribuya al desarrollo sostenible y participativo. En efecto, experiencias como Barcelona, España, nos demuestran que existen otros caminos para el anhelado desarrollo social de las regiones y del país. Al respecto, los resultados de la experiencia de las ciudades creativas implementadas básicamente en Europa, han demostrado preocupantes falencias en la implementación de este paradigma.

En primer lugar, se han observado procesos de desegregación, desplazamiento, y aburguesamiento espacial generados a nivel de las ciudades creativas. Todo esto se ha traducido en un apoyo a los intereses comerciales de un grupo de empresarios en detrimento de las clases populares y, sucesivamente, se ha orientado a la promoción económica externa y no a la satisfacción de las necesidades ciudadanas reales.

En segundo lugar, el entendimiento y uso de la cultura como un tipo de activo para el incremento de valor simbólico o material no ha operado en su finalidad. Tercero, la exclusión de los actores sociales locales (movimientos sociales, asociaciones vecinales, grupos de artistas, etc.) en la toma de decisiones y en el tapete de las propuestas no es frecuente, pues el Estado sigue siendo el principal titular de las decisiones políticas.

Estas tres críticas se relacionan directamente con las consecuencias de la instrumentalización de políticas vinculadas al fomento de las ciudades creativas, el desarrollo de la economía creativa y las políticas sobre la atracción de la llamada clase creativa. Así lo bosquejan los cientistas sociales españoles María Victoria Sánchez, Joaquín Rius y Matías Zarlenga, en su trabajo ¿Ciudad creativa y ciudad sostenible?: Un análisis crítico del “modelo Barcelona” de políticas culturales.

Para el discurso de la sostenibilidad cultural los factores mencionados convierten en insostenible la teoría sobre la creatividad. En su lugar recomiendan un nuevo paradigma que considere temas tan relevantes como la equidad social, el respeto medioambiental, la economía responsable y la vitalidad cultural. Estos planteamientos provienen mayormente del ámbito de la consultoría y del académico y de los movimientos ciudadanos.

¿Cuáles son las ideas centrales del paradigma de Ciudades Sustentables? Veamos, de manera suscita: 1.- Propone una tipificación de la cultura desde una mirada holística para la planificación pública, focalizando la correlación que existe en la cultura y la acción en la dinámica social y cultural urbana. 2.- Legitimar el valor de la cultura, en lugar de legitimar la economía como opera en las Ciudades Creativas. Por el contrario, en el modelo de la Sustentabilidad Creativa la cultura se legitima por su capacidad para vehiculizar valores que faciliten transformaciones sociales hacia un modo de vida sostenible como elemento central para el bienestar social, económico y medioambiental. Dentro de estas transformaciones la creatividad, como rasgo común a los seres humanos resulta clave. Desde esta postura, se plantea como una forma de agencia y tiene un carácter preeminentemente participativo, donde los creativos son agentes del cambio social y del empoderamiento comunitario.

En lo sustancial, el modelo de la sustentabilidad cuestiona la expresión economicista que tienen las Ciudades Creativas, pues este conlleva en la práctica a afectar negativamente la sostenibilidad ambiental, económica y la equidad social como bases para la resiliencia de una comunidad. Esta es sin duda, la principal crítica que se le hace a las Ciudades Creativas.  Sumemos a ello, los cuestionamientos realizados a algunas medidas políticas-administrativas en la  planificación de los equipamientos culturales, la participación cultural o la generación de una producción trascendental para las urbes, las que han tenido una limitada participación de la comunidad artística-cultural y la comunidad local.

Otra variable digna de analizar es el acento local y de emprendimiento de la política cultura. Sobre ello, la experiencia exterior nos demuestra que es fundamental contar con un proyecto cultural propio para cada región, creado con la participación activa y resolutiva de las instancias institucionales, sociales y comunitarias. En nuestra realidad implica toma de decisiones políticas sustanciales, tales como la transformación de la Constitución Chilena y de todas las normativas jurídico-legales que faculten la participación ciudadana en la toma de decisiones. Aclaro bien que no estoy hablando de instalación de cabildos ni mesas consultoras, sino una nueva estructura participativa que haga realidad una democracia auténtica. E

ste es el elemento básico para que la ciudadanía se empodere del tema cultural y pueda crear, gestionar, diseñar y dirigir las políticas del sector cultural. Un paso previo a este estado ideal podría ser el desarrollo de mecanismos locales de participación cultural, imitando los consejos de las artes de ámbito nacional o regional, en el que se consensua en grados diversos los objetivos y los instrumentos de la política cultura local. No obstante, esta metodología  probada en los últimos años en el país, tiene su contrapartida en la creciente desarticulación de las políticas culturales nacionales redistributivas y en la creciente competencia entre las ciudades y los gobiernos locales para atraer inversiones y captar mayores recursos públicos.

Asimismo, la implementación tanto de una Ciudad Creativa y Ciudad Sustentable involucra un cambio de la estrategia de las gobernanzas de las instituciones locales que permitan la acción emprendedora armónica entre el sector gubernamental (nacional y regional), el privado y el social para poder desarrollar proyectos que el gobierno local por sí sólo no podría abordar por su magnitud económica, estableciendo de este modo modelos de gobernanza complejos que se escapan de la planificación pública tradicional.

Es evidente que para la aplicación de cualquiera de estos modelos es imprescindible: 1.- Decisión política para cambiar la actual Constitución Chilena, 2.- Voluntad política para invertir sustancialmente en cultura, 3.- Coordinación entre todas las instancias culturales involucradas, 4.- Ejecución de la política de regionalización, 5.- Cambios de las normativas y jurídicas que frenan el desarrollo cultural, 6.- Cambio de estilo de liderazgo, lo que implica dirección de agentes inteligentes, pues el desarrollo cultural no va a poder operar con autoridades que, por ejemplo, patrocinan acciones de la anticultura (Dakar) o que se despreocupan del patrimonio histórico de la ciudad. 7.- Creación a través de la educación de una conciencia ciudadana que valore la cultura de su región y país. 8.- Mejorar la calidad de la Educación, permitiendo que todos los ciudadanos tengan acceso a ella de manera gratuita. 9.- Apostar el gobierno nacional y local a convertir los sectores culturales y del conocimiento, además del turismo, en líneas para el desarrollo de la economía local. Estas son, entre otras tantas medidas que hay que tomar y que hoy en día se presentan como verdaderos desafíos.

Por último, como ciudadanos comprometidos con el desarrollo cultural de Tarapacá, esperamos que el Estado chileno asuma un proyecto cultural que realmente esté encaminado hacia el desarrollo social de todas y todos los chilenos. Ya hemos sido testigos de malas experiencias, por ejemplo, en educación, donde históricamente se han experimentado múltiples modelos que han fracasado, aunque en un comienzo teóricamente parecían promisorios o que quedaron en el camino, puesto que con alternancias de gobiernos fueron desechados por razones ideológicas.

Hasta nuestros días la política cultural adolece de real y efectiva participación social y ha tenido poca capacidad para integrar aquellos sectores críticos de la política cultural. Este es un factor interno que impide la implementación de una política cultural sostenible y democrática. En consecuencia, se ha trabajado con proyectos y planes de acción mediatistas, eventuales y que procuran solamente la democratización. Por otro lado, debemos reconocer que la dinámica del lobbies es frecuente en el quehacer cultural y en las llamadas industrias culturales, lo que provoca una brecha entre los sectores profesionales y emergentes. Esto ha dificultado los retos de la inclusión social y la integración cultural. Estas falencias, en definitiva, son consecuencias del paradigma y el enfoque que han tenido los últimos gobiernos de Chile en el tema cultural.

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