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Haroldo Quinteros Bugueño /Profesor universitario. Doctor en Educación. La  democracia , si es verdadera, no es un  fetiche al cual se le rinde ritual... Las elecciones Presidenciales

haroldo qHaroldo Quinteros Bugueño /Profesor universitario. Doctor en Educación.

La  democracia , si es verdadera, no es un  fetiche al cual se le rinde ritual periódicamente en las elecciones. Es un actuar  y un participar  masivos de la ciudadanía  en los asuntos de gobierno.  Entonces,  ese actuar debe reflejarse en la cantidad de ciudadanos que se interesan  en elegir a sus autoridades.  Pues bien,  a pesar del inmenso número de candidatos que postularon el domingo 17, para 4 tipos de elección (aquí fueron 3), más de la mitad de los chilenos con derecho voto no se molestaron en votar, a pesar de los muchos  llamados a hacerlo por parte del gobierno, políticos en ejercicio, candidatos, predicadores, opinólogos y analistas políticos de todas las tendencias.

Votó menos de la mitad (48%) del electorado, y, además, una parte de esa mitad votó nulo o blanco. Por lo tanto, ningún adherente serio a tal o cual candidato podría hoy contentarse con su “buena votación,” aunque hubiese sido ganador. Piénsese sólo que Michelle Bachelet, que ganó la primera vuelta, apenas obtuvo el voto de la quinta parte de los electores del país. No sólo eso, obtuvo menos votos que su colega de coalición Eduardo Frei en 2010, cuando éste se enfrentó con Piñera, y cuando el Partido Comunista (PC), entonces un duro adversario de la Concertación, apoyó a otro candidato, Jorge Arrate. En suma, la Nueva Mayoría (léase Concertación más el PC), tiene menos fuerza electoral que la Concertación de hace cuatro años.

¿Es eso ser “ganador”? El solo sentido común siempre dio como triunfadora en primera vuelta a Bachelet, seguida de la candidata de la derecha Matthei; vale decir, los dos primeros lugares los ocuparían las dos coaliciones que, ya como se ha hecho tradición, se han venido repartiendo el poder político del país de manera alternada por más de dos décadas. ¿Qué demuestra, entonces, la ostensible abstención que hubo en las elecciones pasadas? Muy simple, que la mayoría del país ya no cree en sus veteranos gobernantes; ¡si el 80% de la población no eligió a Bachelet, y  el 90% no “pesca” a Matthei! El 15 de diciembre será la segunda vuelta.

Como es obvio, ambas candidatas querrán conquistar votos entre la enorme multitud de electores que no las quieren; es decir, entre los abstencionistas y los que votaron sin preferirlas . Matthei, para acortar distancias, tratará de atraer a su égida los votos de Franco Parisi, lo que no le augura mayor éxito,  tras su violenta confrontación con él. En verdad, sólo los votantes duros de derecha de Parisi votarán por ella; pero buena buena parte de los demás parisistas creerán a su ídolo que dice Matthei es una “mala mujer,” y, por ende,  se sumarán a Bachelet o no votarán.

Finalmente, muchos de los que votaron por los tres candidatos de la dividida izquierda no votarán necesariamente por Bachelet, porque sus candidaturas se alzaron precisamente tanto contra la derecha como contra la alianza Concertación-PC. Otros, por supuesto, seguirán el viejo slogan de “votar por el mal menor,”  y lo harán a regañadientes. Así, Bachelet, sin duda alguna, ganará.  Pírrica victoria, que sólo refleja lo débil que es nuestra supuesta democracia .

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