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The Clinic /Por Ivonne Toro Agurto  Fue conocido como el hombre que patentó la popularidad de la ex Presidenta Michelle Bachelet desde la Secretaría de... Juan Carvajal: “Los Presidentes no siempre tienen que gobernar por lo que dicen las mayorías ciudadanas”.

Juan-Carvajal-04The Clinic /Por Ivonne Toro Agurto  Fue conocido como el hombre que patentó la popularidad de la ex Presidenta Michelle Bachelet desde la Secretaría de Comunicaciones, mito que le trajo, asegura, más costos que beneficios en su trabajo en el Gobierno. Hoy, instalado en el mundo privado, analiza con dureza la última deserción en La Moneda -la de la ex subsecretaria de La Fuente- y asegura que “lamentablemente” la administración de Sebastián Piñera ya concluyó. También afirma que en la derecha el candidato que parece más competitivo es Laurence Golborne y adelanta que el sello de un eventual nuevo mandato de Bachelet debe ser social, aunque aclara, en alusión directa a Hidroaysén, que “no siempre las mayorías ciudadanas tienen que dictar lo que se realiza”. De paso, desmiente que esté alejado de la directora de ONU Mujeres, pero reconoce que no tiene contacto con ella.

En su oficina en Las Torres de San Damián, donde asesora comunicacionalmente a la constructora El Sauce, no hay signos que revelen quién fue Juan Carvajal en la administración de la ex Presidenta Michelle Bachelet. Al lado del escritorio del otrora poderoso jefe de comunicaciones de Bachelet, hay una foto de su esposa -”lo más bello de la familia”, asegura- y sobre él una revista de la empresa donde se relata un viaje a China con el entonces ministro de Obras Públicas, Laurence Golborne. “Es mi trabajo”, aclara. Pero cuando comienza a analizar el escenario político y las estrategias de la administración de Sebastián Piñera queda claro que Carvajal aún no olvida su paso por La Moneda.

-¿Qué revela, a su juicio, la renuncia este jueves de la subsecretaria general de Gobierno, María Eugenia de la Fuente, para asumir un cargo en un banco?
-Es grave, porque ella no se va a asumir un desafío parlamentario -estaría en todo caso fuera de plazo- ni a fortalecer una campaña sino que se va por un asunto personal. Entonces la señal es que el Gobierno se ha terminado y los funcionarios empiezan a buscar dónde ubicarse de acuerdo a intereses personales. Tiene que ver también con el perfil de las personas que ingresaron al Gobierno desde el mundo privado, pero lo justo es reconocer que la Alianza no tenía mucho donde escoger tampoco. Leí este jueves que el Presidente estaba muy preocupado de dejar establecido que el Gobierno no estaba sufriendo el síndrome del pato cojo y que tenían preparados recuentos sobre los logros del gobierno. Creo que lo cierto es que se está ante un ocaso adelantado y a contar de marzo se va a ver sólo una dinámica electoral.

-¿Cuándo cree usted que el Gobierno se terminó?
-Cuando salieron los dos pre candidatos presidenciales. Ese fue el principal error de Piñera, había presiones al respecto, pero al ceder a ellas Piñera trasladó prematuramente el protagonismo a los candidatos. Los ministros también habrían ganado más quedándose. Hoy su exposición en televisión, por poner un ejemplo, es proporcional al de otros candidatos porque si no surgen acusaciones de favoritismo, le pasó a La Tercera respecto de (Laurence) Golborne. Y bueno, el Gobierno se quedó sin protagonismo…Me parece también curioso que el Presidente comente cosas por twitter mientras está de vacaciones. Hay una práctica poco presidencial en que uno echa de menos los símbolos que los Presidentes tienen que tener para restituir su liderazgo y establecer patrones de comportamiento en sus subordinados.

-¿Cree que Piñera banalizó la figura presidencial?
-No sé si la banalizó, lo que es evidente es que algunos no entendieron que un Gobierno de cuatro años es corto y que si no se asumen de inmediato ciertas conductas o se hace rápido la pega, ya no se hizo.

-¿Ese fue, en su opinión, el principal problema del Ejecutivo?

-Hay diversos factores. Se generaron sobreexpectativas desde un principio. Decían “se les acabó la fiesta a los delincuentes”. Bueno, seguimos teniendo delincuentes, el miércoles dos guardias fueron heridos, es soberbio creer que la delincuencia se va a acabar. El Presidente dijo a pocos días de asumir que había hecho más en 20 días que en 20 años de la Concertación, una frase poco afortunada porque otra cosa es con guitarra. Es más fácil hablar que gobernar.

-Antes de asumir como ministro, Pablo Longueira cuestionó de forma muy categórica la ausencia de una narrativa en el Ejecutivo respecto de qué se pretendía hacer, ¿En algún minuto esa falencia se superó?
-No. Este Gobierno nunca pudo establecer una vía clara de comunicación con la ciudadanía. Creo que los asesores se esforzaron, pero el Presidente es reacio a seguir directrices. Además, las estrategias no fueron las adecuadas. Hay un desorden general de los ministros respecto de las actividades que deberían, en un gobierno con un mensaje claro, transmitir. Un ejemplo es el tema de la emergencia por meningitis. Los primeros días no se entendía nada sobre qué se iba a hacer y por qué. Los ministros se meten en áreas que no son de su competencia y no hay un llamado al orden. No ha habido, ni hay en este Gobierno, un orden centralizado respecto de qué se quiere decir y cómo, no hay una sistemización del mensaje que permita instalar una imagen sobre el proyecto político.

“Este Gobierno no ha sido consecuente con su propio programa”

-¿Y cuál estima usted que es ese proyecto?
-El propio Presidente no lo sabe. Hace poco Piñera dijo que este sería recordado como el Gobierno de la educación y el trabajo, fue cuando hubo buenas cifras de empleabilidad. Pero la comunicación no se improvisa de esa forma. El sello del Gobierno debió haber quedado establecido desde el principio y a esta altura debería estar culminando ese proceso que no existió. Creo, por lo mismo, que este Gobierno no va a ser recordado, que se va a olvidar muy rápido porque además todo indica que las próximas elecciones las va a ganar Michelle Bachelet y la sanción definitiva de la precariedad de este Gobierno será esa. Y fíjese que hay cosas buenas.

-¿Cuáles?
-Los datos económicos no son malos, aunque recibieron un país que había sido manejado responsablemente. La pregunta real es por qué, si no se ha hecho mal, la evaluación es negativa. Eso está relacionado con la mala gestión comunicacional y estratégica. Este Gobierno ha sido esencialmente desordenado. Y ha sido un muy mal Gobierno para la derecha, que nunca quiso un Gobierno como este. He escuchado en la derecha que este ha sido el quinto gobierno de la Concertación y es porque esta administración ha hecho cosas que no estaban en su programa cuando llego.

-¿Por ejemplo?
-Piñera ha modificado su agenda permanente. La reforma tributaria es un ejemplo. El proyecto educacional que se impuso es distinto al plan original. Se suponía que en este Gobierno se iban a construir una serie de centrales hidroeléctricas grandes y no sólo no se ha avanzado, sino que además no hay un desarrollo energético claro. Hace unas semanas el ministro Jorge Bunster dijo que estaba garantizada la energía eléctrica para cuatro años, y no sé si eso es una buena noticia porque se supone que un Gobierno proyecta estos temas por décadas. Entonces este Gobierno ha sido desordenado, ha hecho cosas que no estaban en sus planes y que han molestado a su sector. Este Gobierno no ha sido un gobierno de derecha clásico ni ha sido consecuente con su propio programa, entonces la forma de evaluarlo es…curiosa.

-¿Pero usted reconoce avances?
-Sí, algunas cosas que van a favor de continuar con los cambios que nosotros habíamos desarrollado. Por lo mismo, el votante de derecha está muy enojado con su sector y eso se vio en la elección municipal donde simplemente no salieron a votar. El electorado siente que se ha cedido demasiado frente a las presiones. Pero las presiones son naturales en los Gobiernos. La Concertación debió negociar muchas veces los proyectos en el Congreso y eso no fue una tragedia como en este caso. El asunto, por ejemplo, es que el posnatal que salió no fue el que había ideado Piñera, pero fue mucho más cercano a lo que habría sacado un gobierno de la Concertación. Eso le molesta al electorado de derecha.

-A Piñera le ha tocado gobernar con una ciudadanía bastante más movilizada que se opuso, por ejemplo, a la central Hidroaysén. ¿Cree que en un eventual gobierno de Bachelet ella podría abstraerse de la presión ciudadana?

-Más allá de la situación de Hidroaysén, sobre lo que no me corresponde pronunciarme ahora, debo decir que los Presidentes no siempre tienen que gobernar por lo que dicen las mayorías ciudadanas. Hay temas de principios que los gobiernos deben sacar aún cuando la gente se oponga. Cuando se eliminó la pena de muerte en Chile se hizo a en contra de la mayoría ciudadana que estaba a favor de la pena de muerte, se hizo porque la modernidad lo exigía.

-Pero estamos hablando de una sociedad que en la época no exigía que se respetara su opinión en las calles. Hoy la presión en ciertos temas, como evitar la construcción de Hidroaysén es mayor.
-Puede ser, pero no siempre las mayorías ciudadanas tienen que dictar lo que se realiza. La mayoría ciudadana podría mañana querer que fuéramos a una guerra con un país vecino y no por eso se va a hacer. Si bien es cierto los gobiernos tienen que gobernar con la mayoría, hay temas estratégicos donde se definen posturas por principios. Asumir el costo en popularidad que eso tiene es ser Presidente.

“Golborne interpreta mejor que Allamand el sentimiento ciudadano”

-¿Cómo ve la competencia en la derecha? Se enfrentan dos candidatos con perfiles muy disímiles.
-Son perfiles muy distintos. Allamand es un político de alta trayectoria y capacidad. Golborne es el típico liderazgo que ha ido emergiendo en los últimos años y que interepreta mejor el sentimiento ciudadano. La derecha está en esa disyuntiva. Golborne quiere optar por un liderazgo que seduzca nuevos votantes. Allamand por parapetarse en la derecha clásica sin muchas posibilidades de crecer más allá.

-¿Y cuál cree usted que puede ser más exitoso en primarias?

-Sólo diré que quien quiera ganar la mayoría tiene que interpretar de mejor manera lo que el ciudadano moderno está buscando. Bachelet representó eso claramente. Y quienes han optado por levantar la figura de Golborne están tratando de buscar esa fórmula.

-¿No le parece que Golborne es un candidato más bien de sonrisas y discurso fácil como acusa el comando de Allamand?
-Esas preguntas son complicadas en el inicio de una campaña, porque el inicio de una campaña es Hollywood: todo son gestos. Él tuvo éxito en el mundo empresarial por lo que no dudo que tiene capacidades. Lo que está en discusión es si tiene capacidades para ser Presidente, que es bien distinto.

-¿Y no considera comunicacionalmente contraproducente que él use el emigrar de Maipú como una señal de éxito?
-Eso está hecho en el marco de la publicidad, de la campaña presidencial, supongo que tiene un diseño estratégico dado. Esa es publicidad. Otra cosa es el personaje. Ellos sabrán, y yo no seré el que le va a dar datos a nadie al respecto, si están interpretando bien al personaje, si el diseño estratégico que están haciendo es adecuado…

-Usted conoce a Golborne porque fueron casi consuegros, ¿le cae bien?
-Es simpático, sí. No es un personaje que sea antipático.

-¿Y cree que esa puede ser su mayor arma política?

-Creo que es la que está tratando de usar, sí.

-Respecto del retorno de Bachelet como candidata, usted hace un tiempo señaló que las primarias eran innecesaria, ¿lo sostiene?
-¡Ahora son inevitables las primarias! Porque ya se construyó una realidad específica sobre eso. Existe el candidato DC elegido en primarias, Andrés Velasco ha hecho todas las presiones y exigencias para que esta exista, no me imagino que el candidato del Partido Radical decline su postura. Sería malo no hacerlas porque daría la sensación de que se manipuló la decisión más allá de que los resultados sean más o menos evidentes. Ahora, sería fantástico que Marco Enríquez-Ominami también participara, pero le veo pocas ganas.

-La encuesta CEP es muy favorable a Bachelet, pero lapidaria con la Concertación. ¿Cree, como parece sugerir la ciudadanía, que ella pueda gobernar sin partidos?

-Podría ser posible, pero a mi juicio la democracia necesita de partidos estables y sólidos. Y espero que ese proceso se desarrolle en favor de que tengamos partidos políticos más fuertes, más renovados y más estables. Es posible, pero no es ni siquiera recomendable.

-¿Cual debería ser el sello de un eventual próximo gobierno de Bachelet?

-Un sello social. Creo que hay que profundizar cambios que venían en desarrollo en veinte años de gobiernos de la Concertación. Y creo que la ciudadanía busca cambios importantes en salud y educación.

-Se dice que usted está alejado de Bachelet, ¿es cierto?
-Yo no estoy alejado. Lo que sí, no estoy trabajando ni en la Fundación ni estoy incorporado en ninguna actividad concreta. Pero alejado no me siento de ella y mis propias palabras se lo demuestran.

-Pero en la Concertación señalan en privado que hay una distancia que impediría que usted fuera parte del nuevo gobierno.
-¿Cual sería esa distancia? Yo no la conozco. Es verdad que yo no tengo contacto con ella, pero no me siento alejado. Además me parece que especular sobre un próximo gobierno no tiene mucho sentido. Es una potestad que tienen los presidentes elegir a las personas que considere más adecuadas para que la acompañen en su gestión. Sinceramente no estoy preocupado de eso.

-La derecha ha intentado que Bachelet asuma responsabilidades políticas por el 27/F. ¿Estima que la ciudadanía puede hacerle pagar un costo por el manejo el día del terremoto?
-La ciudadanía ya tiene una visión tomada hace mucho rato sobre ese tema y no es en contra de la Presidenta. Además este gobierno ha tenido hartas dificultades cuando ha tratado de demostrar mayor eficiencia frente a situaciones de imprevisto. Porque la vida es así. En ningún país del mundo todo funciona perfecto, en un país tan desarrollado como Japón, hubo un tsunami gigantesco. Y ese tsunami sobrepasó unas barreras que tenían más de 10 metros de altura, imagínese cómo es la naturaleza. Y yo no he escuchado a nadie que esté censurando al primer ministro japonés por tal tragedia.

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