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Iván Vera-Pinto Soto /  Antropólogo Social, Magíster en Educación y Dramaturgo El tiempo pasa, cambian las autoridades de turno y nuestra población se sumerge... Intervención Cultural de la Ciudad

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El tiempo pasa, cambian las autoridades de turno y nuestra población se sumerge en una vida banal, consumista y pasiva socialmente. Se hace y se rehacen parques, avenidas, calles; se plantan árboles por aquí y por allá; se remueven todos los cimientos de lo que hizo el gobierno anterior y se instalan nuevas infraestructuras, sin mediar gastos. Se hacen grandes anuncios de cambios en la gestión administrativa de las entidades públicas, pero seguimos sorteando hoyos en las veredas, cogestionados al máximo con el tránsito vehicular, la basura reina por doquier, las empresas de servicios nos cortan el agua y la luz, sin aviso o por emergencias y jamás se indemniza a los afectados; las empresas que tienen la concesión de los estacionamientos se llenan los bolsillos sin ofrecer ningún servicio a los conductores; los edificios patrimoniales se destruyen o se dejan perecer, sin manutención; pululan en las principales arterias y balnearios vendedores ambulantes que encubren su cesantía con ventas de mercancías baratas y ropa usada.

Nuestra histórica plaza Prat se llena de carpas, cocinerías y eventos de emprendedores, “depredadores” de la cultura, borrachos, delincuentes y drogadictos que son expresión viva de la pobreza social y cultural que vivimos. Los cultores del arte y artesanos deben efectuar sus actividades en condiciones de estrechez material y en espacios inadecuados. Estamos llenos de eventos populacheros y, los pocos dignos, deben arrinconarse en algunos colegios, sindicatos y en recintos sin comodidades para los intérpretes ni menos para el púbico. Elementos indeseables se roban las jardineras, plantas, rejas, avisos publicitarios, enseres y señales de tránsito, sin ser ubicados y menos sancionados.

En el estacionamiento de una de las principales universidades públicas de la región, todas las mañanas de los fines de semana encontramos toneladas de botellas, desechos, comida y excrementos humanos. En el centro histórico se han instalado ferias a maltraer que obstaculizan el libre tránsito peatonal. La reinaugurada Plaza Condell, se ha transformado en otra feria que cubre (no sé si fortuitamente) la fealdad del diseño ejecutado. Suma y sigue, en las noches en el mismo sector vecinal funcionan hasta altas horas de la noche pub, bares y boliches de mala muerte, provocando ruidos molestos, riñas y escándalos públicos que violan la tranquilidad y el derecho a descansar de la gente. La prostitución está a la vista y paciencia de todos cerca de la ex estación de ferrocarril y en las calles colindantes al puerto.

Hace poco, se hizo una tradicional actividad de las colonias residentes; iniciativa cultural muy loable en sus propósitos, pero que es indignante ver cómo la plaza mayor de la comuna se transforma en un improvisado comedor para degustar comidas típicas y un bar donde se expende bebidas alcohólicas, sin ningún control. Aunque hay que reconocer que hubo cuidado de servir de manera higiénica los alimentos, pero no es posible – desde el punto de vista cultural – transformar zonas patrimoniales en verdaderas cocinerías, con los consabidos daños que se hace al entorno, al medio ambiente y a la imagen turística de la ciudad. Es que los organizadores y las autoridades que auspiciaron y patrocinaron el proyecto no consideran la variable histórica y cultural de los espacios que autorizan para estas iniciativas. ¿Qué explicación pueden dar en este sentido el productor y el presidente de esta organización? Al parecer esta ciudad que se proyecta en la publicidad como turística se nivela para abajo, pues basta con ir a algunas ciudades cercanas de países vecinos (Tacna-Perú y Santa Cruz Bolivia) para darnos cuenta que las autoridades sí están preocupadas de estos aspectos.

¿Estos son los verdaderos signos del progreso comunal? ¿Acaso Iquique es más desarrollado por tener numerosos edificios que cubren la vista al mar? No creo.

Está demostrado en otras realidades que la intervención cultural de una ciudad por parte del Estado y de los privados, puede lograr equilibrar los principios de desarrollo económico, de justicia social y de responsabilidad ecológica a través del restablecimiento de los valores sociales e individuales sobre la actual cultura de consumo. No hay ninguna discusión que las satisfacciones materiales contribuyen significativamente al desarrollo tanto individual como el comunitario, no obstante, estas no son suficientes ni avalan el bienestar físico, social, mental y espiritual de las comunidades.

Es cardinal que las autoridades y todos los ciudadanos comprometidos con su ciudad, consideren a la cultura como parte de una estrategia central en el proceso de transformación del entorno, lo cual puede llegar a generar beneficios económicos a partir de la creación de empleos e ingreso y, además, puede cambiar los patrones de comportamiento a nivel comunitario, creando unión social como herramienta para el estimulo de las demandas y necesidades colectivas e individuales.

Es urgente, para no hundirnos en la miseria cultural, transformar el escenario actual a manera que se produzca un cambio económico, medioambiental y social equilibrado. En este sentido la cultura puede ser explicada como el conjunto de instrumentos y de procesos simbólicos mediante los cuales reproducimos una realidad social. Por ello, la calidad de vida de una región está profundamente ligada con las políticas culturales y su capacidad para desarrollar un sentido de pertenencia, capital social y de respeto ante la diversidad y la multiculturalidad.

Para lograr este objetivo es básico, primeramente, crear políticas culturales comunales. No veamos a la cultura simplemente como un conglomerado de eventos artísticos, tampoco como un tema de segunda mano que se soluciona con la designación de un funcionario encargado de este quehacer, pues cultura es todo lo que el hombre produce (material e inmaterial) a través de su trabajo social. Por lo tanto, la problemática es mucho más compleja e implica investigación científica, políticas, participación democrática, voluntad política, compromiso de todos y todas y recursos económicos para su implementación.

Aquellos que han estudiado este tópico o han tenido la suerte de observar otras realidades, tales como: México, Cuba y algunos países europeos (por citar algunos) me darán la razón y, si las autoridades actuales ignoran estas situaciones, por favor, háganse asesorar por profesionales en esta área, sean nacionales o extranjeros, pero es necesario actuar de manera urgente, acaso sigamos naufragando en la fealdad, la “picantería” y la borrachera consumista.

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