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  Guillermo Jorquera Morales, ex  Director del TIUN – TENOR El 6 de Enero del 2012, fue mi último día laboral en el Gobierno Regional de Tarapacá,... ¡Tsunami de emociones!

  Guillermo Jorquera Morales, ex  Director del TIUN – TENOR

El 6 de Enero del 2012, fue mi último día laboral en el Gobierno Regional de Tarapacá, a pesar de que había definido con dos años de anticipación la fecha de mi retiro, fue un viernes tristón, tenía sensaciones que revoloteaban dentro de mí, el día transcurrió tranquilo, callado, los pasillos del edificio casi desiertos como suelen ser la mayoría de los viernes; destinados a salidas a terreno, cometidos funcionarios, días administrativos o preparando un documento que según la Carta Gantt, el próximo lunes tiene fecha fatal.

La jornada estuvo matizada con las visitas de amigas y amigos que vinieron a despedirme y desearme buena suerte, y con paseos sin sentido por todos los pasillos del edificio, poco a poco se me fue escapando el día. Sin embargo, no todo fue gratuito, porque en esa tristeza y sensaciones encontradas, hubo momentos para pensar, reflexionar y recapitular;  un torbellino de imágenes secuenció los recuerdos de los años allí vividos.

Recordé mi primer día de trabajo, 2 de Mayo de 1996, histórico para mí, porque nunca había trabajado en la Administración Pública, la imagen y opinión que tenía del Empleado Público cambió radicalmente, no es ni cercana a la persona que grafica la prensa, los comediantes y la opinión pública en general. El trabajo es constante, estudiado, pensado, intenso y con plazos acotados, no hay tiempo para perder el tiempo. Lo más valioso, como experiencia, es que echábamos a andar una máquina nueva, el grupo de profesionales y administrativos que inició su quehacer en ese año, formaron la primera planta de un Servicio Público nuevo; el Gobierno Regional de Tarapacá, en las otras regiones ocurría un proceso similar.

Todo un mundo por aprender, afortunadamente tuve buenos maestros; Jefes de División y de Departamentos, que me enseñaron de administración pública; sus deberes, sus tiempos, sus productos y por sobre todo su significado para la gente, la población para la que se trabaja. Dada mi espertiz como hombre de teatro y conocedor de la comunidad artística, mi trabajo estuvo centrado en el desarrollo de la gestión cultural.

Al comienzo éramos como una familia que trabajaba con la misma visión y la misma misión, pero además nos dábamos tiempo para querernos, para reír, para alegrarnos por cada logro, celebrar cada año que pasaba, para valorar nuestro carácter regional; en un aniversario, con una ceremonia aymara, chayamos al son de una banda de bronces, todos los pasillos y oficinas del edificio del Gobierno.

Después nos pilló la máquina de la burocracia, tuve la impresión de que eso nos fue enmoheciendo, trabajábamos con los mismos objetivos, pero las emociones y sensaciones se fueron desterrando de nosotros, tal vez esa era la tristeza de ese 6 de enero.

Y así llegó la hora de partir, de una mirada revisé el mueble de los archivos, allí quedaba mi historia y los últimos encargos de mi Jefa, todos los documentos separados según su naturaleza, luego sin sospecharlo, cerré la puerta de la última oficina de la Unidad de Cultura del GORE, y bajé al solitario patio interior hasta el reloj control. Lo que pasó a continuación fue sorpresivo, mágico, revelador e infartante, al momento de marcar la tarjeta, sonó en el edificio la alarma de tsunami.

¡Mierda¡ justo ahora pensé yo, y al darme vuelta para salir disparado a una zona segura; los  vi a todos, con sorpresa y alegría, porque me di cuenta que todavía éramos una familia, capaces de lograr un objetivo común, en una panorámica los vi reunidos, como antes, para brindar un adiós a un compañero de trabajo, que estaba aturdido y asustado por la “producida” despedida, por los gritos y por los aplausos.

Momento mágico que no lograré olvidar, por todos nosotros, porque borró mis inquietudes del día, el concepto de unidad y de familia que creí perdido está vigente, la voluntad y los sentimientos lo alimentan; me fui emocionado amigas y amigos trabajadores del GORE, les aseguro que ese “tsunami” regalado, hace ya un año, es capaz de infartar de dulce emoción, sin embargo estoy sobreviviendo, tengo controlada la hipertensión y la nostalgia, por eso puedo recordarlos con aprecio y gratitud, sé que están enrabiados, pero veo que esa rabia les alienta a seguir trabajando con tesón, con pasión, con integridad, rectitud e inteligencia, construyendo la región que un día soñamos, guiados siempre por el espíritu de Tunupa Tarapaka.

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