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Guillermo Jorquera Morales, ex  Director del TIUN – TENOR Con el título de “Rescatando Cuentos y Leyendas Urbanas de Iquique”, el Grupo de Teatro “No Más”... A propósito del cuento “El Reloj de La Punta”

Guillermo Jorquera Morales, ex  Director del TIUN – TENOR

Con el título de “Rescatando Cuentos y Leyendas Urbanas de Iquique”, el Grupo de Teatro “No Más” está presentando en la Sala Universitaria del Teatro Expresión una particular forma de poner en escena algunas historias del puerto, contándolas con el método de “cuentacuentos”, historias que llegan al público adulto con simpatía y nostalgias si son iquiqueños; y con curiosidad si el respetable está formado por iquiqueños adoptados. Esta curiosidad es compartida por el público niño, que atraído por la forma lúdica del actor y por la información que recibe, preguntan antecedentes de los singulares  personajes que los cuentos aluden. Mérito del actor que acompañado de un músico que ambienta, sin interrumpir, y de elementos que mágicamente aparecen y desparecen de sus manos, no sólo utiliza un método, sino también agrega credibilidad y emoción.

Esta trilogía de cuentos urbanos está formada por “El Reloj de la Punta”, el “Cerro Dragón”, el nuestro de cada día, y el “Cuento del viejo piojento”, en homenaje a nuestro amigo Patricio Riveros Olavarría. Todos ellos relatan, según nuestra opinión, costumbres, identidad, historia, arquitectura y esa forma de ser distintos a otros chilenos, son en el fondo una Puesta en Valor de la riqueza cultural intangible y tangible de Iquique y por esa razón, creemos que conocerlos, debiera ser un requisito esencial para obtener “carta de ciudadanía iquiqueña” y además formar parte de los planes y programas de la educación de todos nuestros colegios, porque son, insistimos, parte de nuestro patrimonio Cultural.

El cuento “El Reloj de la Punta”,  se refiere al antiguo reloj que dejó de existir en la entrada de la Avenida Baquedano desde donde fue testigo, y así lo relata, cómo Iquique y los iquiqueños fueron creciendo y cambiando; en esa época Baquedano era una calle con doble vía que soportaba la cotidiana locomoción colectiva e Iquique una ciudad bajita, sólo los edificios patrimoniales eran de altura, tranquila con tiempos para almorzar, dormir siesta, ir a la playa, a trabajar o estudiar, acostarse y levantarse temprano, momentos del día que el Reloj de la Punta marcaba inexorablemente.

Sin embargo, y esto no está en la puesta en escena, ese reloj no siempre estuvo en la punta, antes estuvo en la calle Baquedano con Zegers, ¿Quién lo cambió? ¿Cuándo lo cambiaron? Según el cuento, por efectos de la nostalgia, el reloj a veces aparece y a veces desaparece. Y abusando de esa figura narrativa y del arte de contar cuentos, se piensa que este mágico reloj se cambió sólo, aprovechando una noche de camanchaca tomó sus minuteros, sus resortes, sus resistentes cuerdas y  sus exactas campanadas y se fue a vivir a la entrada de la avenida, como una forma de alejarse de aquel prestigioso reloj alojado en una alta torre, dicen diseñada por Eiffel, ubicado en plena Plaza de Armas, dónde dicen que se paseó Arturo Prat y frente a ese gigante de pino oregón, albergue de todas las artes, donde también dicen que actuó la Sara Benhard.

Pero no lo hizo por envidia, sino para señalarle a campanadas a Iquique que la Avenida Baquedano empezaba  en la Punta, allí dónde vigila nuestro inmortal héroe nacional, allí donde nace la “Avenida Balmaceda Señorial”, allí a espadas del Catey y de la playa La Gaviota, allí donde hoy está la Escuela de Arquitectura de la UNAP, ayer vivía la mítica Miss Hodge, que le enseñó inglés a medio Iquique que pasó por el Liceo de Hombres.

Confieso que yo le he visto aparecer cuando en ese lugar se levantan grandes escenarios para regalarle a Iquique espectáculos artísticos de excepción, allí le he visto cumpliendo su misión, señalándole al numeroso público que en esas ocasiones puebla la avenida, que el paseo Baquedano empieza en la Punta, que no es necesario que artesanos, anticuarios, vendedores de libros y otras yerbas, bares y negocios se “amontonen” en las cercanías de la Plaza Mayor, que tomen sus bártulos y pueblen el paseo desde Zegers al sur, como él lo hizo, que es necesario ser consecuente con la ley de Monumentos Nacionales. Y mantener activo, limpio, reconstruido todo el paseo peatonal, para cumplir con la denominación de Zona Típica que lo protege, que no es posible que en este paseo de carísima inversión convivan centros culturales, Servicios Públicos, Universidades, restauranes, pub y bares junto a ruinas de palacios y mansiones que han dejado los crueles incendios iquiqueños y que nunca se hayan reconstruidos, prestándose como albergues, y que okupas utilicen los señoriales corredores como dormitorios ocasionales.

Esa es la misión que se ha dado este Reloj fantasma cuando esporádicamente se aparece y que debiera ser tarea de todos, cuidar nuestro valer cultural, el casco histórico de Iquique es único y debería estar en los ojos y en los objetivos de todas las administraciones que estén a cargo de velar por el patrimonio cultural material e inmaterial de la Ciudad – Puerto.

Valioso es el rescate que realiza la Compañía de Teatro “No Más” con esta primera trilogía de cuentos, vienen otros según el Director, creo que estrenarla en el mes de Noviembre es también un homenaje identitario  al 133 Aniversario de la Municipalidad de Iquique.

 

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