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Cambio21/ Por Guillermo Arellano.-  A nivel estratégico -insisten los cercanos de la ex ministra de Defensa y Salud-, es claro que no vale la...

Cambio21/ Por Guillermo Arellano.-  A nivel estratégico -insisten los cercanos de la ex ministra de Defensa y Salud-, es claro que no vale la pena sacarla a la pizarra en tiempos donde los políticos de todos los sectores son rechazados por la gente. Hoy los actores de esa crítica son otros, los precandidatos Andrés Velasco, Franco Parisi, Marco Enríquez-Ominami y Tomás Jocelyn-Holt.

Tal como si fuera una fórmula matemática: mientras más tiempo sume en Chile la ex presidenta Michelle Bachelet, más tiempo tendrá la derecha para intentar socavar el liderazgo que registra en las encuestas. «Más tiempo para dispararle, según su estrategia, que hasta ahora no les ha resultado» señala una integrante de su círculo más cercano.

Por el contrario, a menos tiempo en Chile, menos tiempo habrá para este mismo sector si lo que quiere es desplazarla de ese afecto que se salió de los partidos y que hoy está instalado en el mundo ciudadano, que es lo reconocen en el mismo Ejecutivo y en los pasillos del Parlamento.

Quizás por eso La Moneda, la UDI y RN insisten en que la actual secretaria Ejecutiva de la ONU-Mujeres deje de lado la investidura y se refiera a cuanto tema le propongan. Ejemplos: el terremoto y el posterior tsunami del 27F (y eso que ha respondido los oficios solicitados por la Cámara de Diputados), la reforma tributaria, las cartas enviadas a la DC y el PPD en sus respectivos cónclaves y las fotos que los candidatos a alcaldes y concejales de oposición están utilizando en la campaña municipal desde la época de las primarias.

Los cálculos de la Alianza son claros: cualquier flanco de crítica que pueda menguar a Bachelet en su eventual camino de retorno a Palacio sirve, más aún ante un sondeo del Centro de Estudios Públicos que se comenta será nuevamente beneficioso para la ex jefa de Estado.

Ante este cuadro, primero, su núcleo más cercano de asesores se frota las manos y, segundo, en la Concertación y en algunos grupos opositores se produce una suerte de orden que promete con romperse cuando comience la campaña de primarias presidenciales versión 2013.

Por eso que lo mejor, dicen en la centro-izquierda, es que Bachelet no intervenga en ningún tramo de la campaña municipal. A nivel político, se trata de una elección donde los grandes temas-país no tienen mucha relevancia versus el factor local. En palabras simples, el buen alcalde, ese que pavimenta las calles, hace plazas y canchas de fútbol, invita a sus abuelitas a vacacionar y les paga las cuentas, saldrá ganará en las urnas sin importar el tinte político.

Y a nivel estratégico -insisten los cercanos de la ex ministra de Defensa y Salud-, es claro que no vale la pena sacarla a la pizarra en tiempos donde los políticos de todos los sectores son rechazados por la gente. Hoy los actores de esa crítica son otros, los precandidatos Andrés Velasco, Franco Parisi, Marco Enríquez-Ominami y Tomás Jocelyn-Holt.

Sería fatal que la médico de profesión se entrecruzara con los mencionados personajes en este particular período. Podría salir dañada.

Además, está el factor meramente electoral. Según el analista Patricio Navia, la gran favorecida de la elección municipal será Bachelet, porque es evidente que los candidatos edilicios prefieren usar fotos de ella que de los precandidatos que no van a ganar la primaria del año entrante. Cae de maduro.

Bolsa de gatos

¿Cuál es el gran problema entonces? Para uno de los alcaldes socialistas más votados el 2008, Johnny Carrasco, la piedra en el zapato es la posibilidad de que Bachelet «vuelva a ser presidenta con los desajustes que tenemos en la oposición».

De partida, la Concertación se presenta con dos listas de concejales, al igual que en la vuelta pasada. Por otro lado, la tesis sobre el fin de la coalición revive de tanto en tanto entre las dos almas que hoy conviven en el sector: el tronco histórico DC-PS y el giro a la izquierda que propugnan en bloque PPD-PRSD-PC, donde el fantasma de Marco Enríquez-Ominami y el 20% que sumó el 2009 asusta a algunos de cara al 2013.

Peor aún, es habitual la disparidad de criterios que han existido en el Congreso ante diversos proyectos de ley, donde las disputas y quiebres aparecen por lo menos una vez al mes en las portadas de los diarios.

Dadas así las cosas, Bachelet tendría que pasar por alto este ring y sólo sumarse a la pelea grande que se vivirá contra la derecha y los descolgados, aunque para reunir el apoyo transversal en la centro-izquierda será requisito fundamental lograr un programa de gobierno que los represente a todos y, ojo, que también les entregue a todos un pedazo de la torta del aparataje del poder.

Es palpable que la unidad que se cierne sobre los hombros de la ex presidenta no se logra sólo con sacarse fotos o entregando declaraciones de buena voluntad. El apoyo político va mucho más allá; conlleva ceder, negociar, dialogar, hacer de tripas corazón, tragar saliva y morderse la lengua. Es decir, de todo, menos pasar a llevar.

Tal vez la reforma tributaria, de transformarse en el principal eslogan de campaña, sea el mecanismo (la fundación Dialoga trabaja en documentos sobre desigualdad social e inequidad). No obstante aquello, si los cimentos de su retorno siguen corroídos, no habrá promesa que convenza a los ciudadanos. Aún hay tiempo.

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