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Víctor Guerrero Cossio,  Sociólogo, Docente Unap,  Depto. Ciencias Sociales, Directivo  Asociación de Académicos, El largo conflicto universitario que puso en evidencia el movimiento estudiantil... Yo, la UNAP, la Peor de Todas

Víctor Guerrero Cossio,  Sociólogo, Docente Unap,  Depto. Ciencias Sociales, Directivo  Asociación de Académicos,

El largo conflicto universitario que puso en evidencia el movimiento estudiantil chileno durante el  año 2011, desencadenó una serie de hechos.

Entre los aspectos más sobresalientes que se demandaron destacan: el lucro, la calidad y la participación. Sin duda ellos están vinculados al financiamiento y en esto una de las universidades más criticadas a nivel nacional es la UNAP, siendo citada  muchas veces como un mal ejemplo, por parte de la prensa nacional, autoridades nacionales y regionales, como también de  rectores de Universidades Privadas

A los aspectos externos, nacionales y estructurales: que la UNAP los sufre todos, calidad (baja acreditación), participación (elección autoridades unipersonales), lucro (sobresueldos), hay que agregar anomalías internas, locales y de gestión directiva, que la UNAP las tiene y muy graves.

La apertura de programas especiales (sobresueldos) con exageradas ganancias de  unidades académicas;  sesgado padrón electoral para autoridades unipersonales, pésima imagen corporativa, impuntuales remuneraciones del personal, desproporcionada remuneración de directivos superiores, constituyen elementos graves del problema.

Estas razones han llevado a la Unap a una grave crisis, cuyas autoridades no han sabido resolver eficientemente.  Es más, pese a recientes restricciones de gastos y desvinculaciones de personal académico y administrativo, el endeudamiento ha seguido incrementándose. Frente a esto la autoridad universitaria, ha contratado a una empresa consultora la elaboración de una propuesta para resolver los problemas, con claro reclamo de los académicos por constituir una forma vertical, autoritaria y por ende irreflexiva y que se niega a utilizar el capital de inteligencia que se posee.

Por cierto, las causas y razones de esta crisis, tienen raíces estructurales, principalmente provocadas por el Estado chileno que ha abandonado a las universidades regionales y estas debieron hacerse cargo de una creciente demanda de estudios universitarios.

Más alumnos, más carreras y con los mismo recursos provenientes del Estado hicieron que muchas universidades ensayaran soluciones propias, como hizo la UNAP al aumentar matrícula e impartir vías no tradicionales (programas de trabajadores y carreras impartidas on line) incluso fuera del ámbito regional.

La UNAP, a partir del año 2000 elevó considerablemente su matrícula, alcanzando 22.000 alumnos, desplegados en sedes y centros en diversas regiones del país, teniendo a Victoria (IX) región, Santiago, Antofagasta, Calama y Arica entre las principales. Esto permitió resolver inicialmente problemas financieros que tuvo la casa central debido a la mayor demanda local (sin financiamiento adicional del Estado), pero que con posterioridad se transformaron en fuente de endeudamiento debido a carencia de planes de cierre oportunos y consideración de deserciones de alumnos en los tramos finales de las carreras.

Esto, dicho sea de paso, en los comentarios de pasillo ha sido etiquetado como “el transantiago” de la UNAP.

Un hecho asociado a un corto período de bonanza financiera (años 2005 – 2006) provocó que las autoridades académicas dispusieran de recursos que mejoraron las condiciones de trabajo académico, administrativo y de bienestar estudiantil, pero también algunos recursos fueron dispendidos de manera anómala. Entre estos destaca el alza de remuneraciones de los Directivos Superiores (desde  Directores de Departamento hacia arriba), que inicialmente fue propuesto como una mejoría de remuneraciones de todo el personal, pero  que finalmente sólo afectó  los funcionarios ya indicados.

Esto fue bautizado como “el transantiago 2” de la UNAP.

Así, la sumatoria y combinación de problemas estructurales y de gestión local, en que ha esto inmersa la Universidad Arturo Prat, condujeron a su crisis financiera y académica.

Los hechos hablan por sí solos y las evidencias de ello están a la vista, al punto que todos concluyen que tal situación no podía continuar, que debía haber una refundación de la UNAP, algo ligeramente parecido a la reestructuración. Pero esto se esperaba que ocurriera luego de una reflexión profunda y amplia, buscando caminos legitimados por la razón universitaria, cuestión acordada en Consejo Académico realizado en el año 2011, instancia comprometida  de manera previa a la última elección de rector y que en ese marco fue reelegido.

Sin embargo, a fines del año 2011 se optó por un camino distinto, por el autoritarismo y la irreflexión, la política del silencio y la imposición, amparándose en la legalidad vigente –heredada de la dictadura- y no en la legitimidad  del acuerdo y la convicción, propios del escenario democrático que vivimos.

Se contrató a una consultora externa quien propuso una espúrea “cadena del valor” a fin de analizar y sancionar el aporte de los académicos en tanto sean productores dentro de esa lógica. Pero la producción de intangibles, mas aún el conocimiento, no es un bien similar a las cosas con que esta consultora está habituada a trabajar, sino que se trata de ideas, las que se valorizan en función de cuestiones sustantivas y no instrumentales como los objetos.

La Rectoría y la Junta Directiva, máximos órganos administrativos de la Universidad Arturo Prat aceptaron, ordenaron y decretaron irreflexivamente tal propuesta.

Así nos convertimos en la “peor de todas”; últimas en convertirnos en sede regional de la Universidad de Chile (1965), última en recibir estatus universitario luego de un triste período como Instituto Profesional (1981 – 1984), ahora última en acreditación y transparencia (2010 – 2012).

 

 

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