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ANTOFAGASTA, UCN Y MEDIOS.- Una oportunidad única para conocer y reflexionar sobre la importancia y legado de uno de los lugares históricos más importantes... Conversatorio abordó conmemoración de los 100 años de Oficina Chacabuco en Antofagasta, que también fue campo de prisioneros en dictadura

ANTOFAGASTA, UCN Y MEDIOS.- Una oportunidad única para conocer y reflexionar sobre la importancia y legado de uno de los lugares históricos más importantes y emblemáticos del Norte de Chile, abe a la comunidad el conversatorio “Conmemoración de los 100 años de la Ex Oficina Chacabuco”, realizado en el auditorio de la Biblioteca Regional de Antofagasta.

La actividad desarrollada recientemente fue organizada en conjunto por la Corporación Museo del Salitre Chacabuco y la Universidad Católica del Norte (UCN) y la Universidad de Antofagasta (UA).

El encuentro incorporó  primer nivel, quienes, desde diversas miradas, abordaron distintos aspectos de un sitio de profundo significado histórico como eje de desarrollo industrial y minero de la zona, y que también fue usado como centro de detención política.

Participaron el doctor en Historia y académico de la UCN, José Antonio González; y el director del Centro de Estudios para la Descentralización de la UA y presidente de la Corporación Chacabuco, Jorge Molina.

“Chacabuco es un ícono de la identidad regional, tanto por la experiencia que deja su fracaso tecnológico al utilizar el sistema de extracción Shanks el cual después fue reemplazado por el sistema Guggenheim, dejando más de seis mil personas desocupadas. Asimismo, por su triste historia de infracción a los Derechos Humanos al ser usado como cárcel para detenidos y presos políticos”, destacó Jorge Molina.

HISTORIA

Situada a más de 90 kilómetros al noreste de Antofagasta, la Oficina Salitrera Chacabuco comenzó su existencia en 1924 tras dos años de construcción sobre los restos de la desaparecida Oficina Salitrera Lastenia.

Su desarrollo estuvo a a cargo de la Anglo Nitrate Company Limited, empresa que construyó un amplio sector industrial, comenzando su producción mediante el sistema de extracción Shanks.

El complejo, que en sus inicios contaba con una superficie de 36 hectáreas, incluía diversas edificaciones industriales, bodegas, estanques, casa de máquinas, centros de acopio, maestranza y numerosas maquinarias destinadas al procesamiento de miles de toneladas de caliche.

A lo anterior se agregaba un campamento capaz de albergar a más de cinco mil personas, entre trabajadores y sus familias. Este recinto incluía escuela, pulpería, hospital, plaza, hotel, mercado, gimnasio, piscina y un emblemático teatro cuyo edificio se emplaza imponente en el lugar, entre otras instalaciones orientadas a facilitar la vida de quienes habitaban el lugar.

La baja de la demanda de salitre en el mundo, sumado a la Gran Depresión de 1929, contribuyeron a disminuir la producción del complejo, hasta finalizar completamente sus operaciones en 1940.

Los restos de la oficina fueron vendidos en 1968 a la Sociedad Química y Minera de Chile (Soquimich). En 1971 el campamento fue declarado Monumento Nacional. No obstante, entre 1973 y 1975, las viejas instalaciones fueron utilizadas como campo de detención y prisión política.

En 1992, con apoyo financiero del gobierno alemán, a través del Goethe Institute y de distintas entidades chilenas, se realizó la restauración del teatro. En tanto, desde 2005 el inmueble se encuentra entregado en concesión a la Corporación Museo del Salitre Chacabuco.

PRESIDENTE DE LA CORPORACIÓN

El presidente de la Corporación Chacabuco, Jorge Molina señaló en «es un testimonio de dos grandes tragedias: su cierre en los años cuarenta, dejando a miles sin trabajo, y su uso como centro de detención política en los años setenta», así lo destacó Jorge Molina Cárcamo, presidente de la Corporación a El Diario de Antofagasta.

Desde hace 20 años, la Corporación ha sido fundamental en evitar el saqueo y la destrucción de la exsalitrera, conservando los materiales originales y promoviendo su historia. Chacabuco es un testimonio de dos grandes tragedias: su cierre en los años cuarenta, dejando a miles sin trabajo, y su uso como centro de detención política en los años setenta“, destacó Molina en el mismo medio.

 

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