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Iván Vera-Pinto Soto. Cientista social, pedagogo y escritor.-  Es posible que al mencionar la palabra «arte», algunos automáticamente piensen en museos y conciertos. Otros, en... El poder provocador del arte y el pensamiento creativo

Iván Vera-Pinto Soto. Cientista social, pedagogo y escritor.- 

Es posible que al mencionar la palabra «arte», algunos automáticamente piensen en museos y conciertos. Otros, en cambio, lo descarten como un tema reservado exclusivamente para artistas o intelectuales. Pero esta percepción es solo una cortina de humo. La verdad es que el arte está diseñado para todos aquellos que se aventuran a explorar mundos y realidades más allá de su propio horizonte. Por lo demás, el arte nos influye constantemente: en las películas que disfrutamos, en los versos de un poema, en el teatro, e incluso en las canciones que tarareamos.

Numerosos estudios demuestran que, a lo largo de la historia, el arte ha sido un vehículo esencial para la expresión humana y el desarrollo del pensamiento creativo. Desde las primeras pinturas rupestres hasta las instalaciones de arte posmoderno, el arte ha sido una manifestación de nuestra competencia para imaginar, crear y comunicar ideas complejas y emocionales. Pero, ¿cómo se entrelazan exactamente el arte y el pensamiento creativo?

Para empezar, el pensamiento creativo es la capacidad de ir más allá de lo evidente, de encontrar soluciones innovadoras a problemas antiguos. No se limita simplemente a generar ideas originales, sino también a llevarlas a cabo y comunicarlas de manera efectiva. Bajo esta premisa, consideramos que el arte desempeña un papel crucial en la educación.

El proceso artístico, desde la concepción hasta la ejecución de una obra, es un ejercicio de pensamiento creativo. Los artistas deben imaginar lo inexistente, planificar su realización, experimentar con materiales y técnicas diversas, y finalmente, dar vida a su visión. Este proceso fomenta habilidades como la resolución de problemas, la adaptabilidad y la lucidez de pensar fuera de los límites tradicionales. El arte es un recordatorio constante de que lo imposible puede hacerse realidad. Así que, la próxima vez que pienses que el arte no es para ti, recuerda que ya forma parte de tu vida cotidiana y que, en su esencia, está ahí para desafiarte y expandir tu pensamiento creativo.

El arte no solo es una expresión del pensamiento creativo, sino que también lo nutre. Al interactuar con obras de arte, ya sea en una sala de exhibición, un escenario, o a través de medios digitales, las personas se ven expuestas a nuevas ideas y perspectivas. Estos eventos pueden inspirar a pensar de manera diferente y a cuestionar las estructuras rígidas del pensamiento y las normas establecidas.

Cada forma de expresión artística ofrece narrativas y emociones capaces de provocar una profunda reflexión y de estimular la imaginación. Sumergirse en estas experiencias no solo despierta nuestra creatividad, sino que también cultiva una empatía más profunda y una comprensión más rica de la condición humana, elementos esenciales para el pensamiento creativo.

Durante demasiado tiempo, los modelos educativos en nuestro país han sido esclavos de las exigencias de una sociedad de mercado, adaptando el currículo escolar para formar especialistas que se integren rápidamente al mundo productivo. Las instituciones educativas, obsesionadas con mejorar las puntuaciones en evaluaciones externas e internas, han puesto un énfasis desmedido en el pensamiento convergente o lógico-matemático. Mientras tanto, el pensamiento divergente o creativo, tan crucial para la vida humana, ha sido relegado a un segundo plano.

La ciencia y la buena práctica docente han demostrado que ambos tipos de pensamiento, convergente y divergente, son vitales en nuestras vidas y trabajos. Al combinar estos enfoques, podemos resolver problemas de manera más efectiva y desarrollar ideas avanzadas. Lo cierto es que el arte no solo embellece el mundo, sino que también desafía nuestra mente y expande nuestros horizontes. Por eso, es fundamental que los sistemas educativos reconozcan la importancia del arte y lo integren en el corazón del aprendizaje.

El arte no es un lujo, es una necesidad. Nos impulsa a pensar más allá de lo evidente, a cuestionar lo establecido y a imaginar lo imposible. En este sentido, reformar la educación para que incluya tanto el pensamiento convergente como el divergente no es solo una mejora curricular, sino una revolución en la forma en que concebimos el aprendizaje y la creatividad. Es hora de dejar de ver el arte y la creatividad como algo periférico y comenzar a reconocerlos como los pilares fundamentales de una educación integral y enriquecedora.

Vivimos en una era de transformación constante, un mundo complejo y dinámico donde emergen nuevas demandas y problemas a diario. En este contexto, el arte y la creatividad de cada persona se convierten en recursos insustituibles para abordar y resolver estos desafíos de manera competitiva. Es crucial, entonces, desarrollar propuestas didácticas que fortalezcan el pensamiento creativo a través del arte, creando en las escuelas espacios que permitan a los estudiantes expresarse y fomentar su creatividad en la vida cotidiana.

Integrar el arte en la educación es fundamental para el desarrollo del pensamiento creativo en los aprendices. Las disciplinas artísticas no solo promueven el pensamiento crítico, sino que también ayudan a identificar conexiones entre ideas aparentemente dispares. A través del arte, los educandos aprenden a tomar riesgos, a enfrentar el fracaso y a intentarlo de nuevo, habilidades esenciales para la innovación y el progreso.

Las escuelas que valoran y promueven la educación artística a menudo observan un aumento en el rendimiento académico general del estudiantado. Esto no es casualidad. El arte no solo enriquece la creatividad, sino que también desarrolla habilidades cognitivas y motoras, mejora la memoria y aumenta la facultad de concentración. Añadamos a esto otra característica fundamental de un buen pensador: el desarrollo de su dimensión crítica. El objetivo es formar personas con un pensamiento crítico que los capacite para cuestionar su medio social y buscar nuevas soluciones a los problemas que enfrentan. Todas estas cualidades permiten moldear a un sujeto inteligente, equipado con un pensamiento flexible. Este término se refiere a la aptitud de redefinir metas cuando surgen oportunidades mejores o se presentan desafíos inesperados.

Sin duda, el lenguaje y las necesidades de nuestro tiempo han variado. En lugar de seguir un enfoque educativo caduco centrado en la memorización y la repetición, debemos abrazar una educación que valore la creatividad y la innovación. Al dar un lugar central al arte en el currículo, preparamos a los jóvenes no solo para enfrentar los desafíos del futuro, sino también para liderar con imaginación y audacia.

Es hora de dejar de considerar el arte como un mero complemento y comenzar a verlo como un componente esencial del desarrollo integral de los educandos. Crear un ambiente educativo donde el arte florezca es preparar a una generación que no solo será capaz de resolver problemas, sino también de transformar el mundo con su energía creativa. Por tanto, padres y maestros, dejemos que nuestros niños y niñas exploren libremente su imaginación y creatividad, porque por naturaleza, eso es lo que son, a menos que les hayamos coartado esta cualidad.

En el ámbito laboral, el arte y el pensamiento creativo están ganando terreno como los verdaderos motores de la originalidad. Las instituciones públicas y privadas que valoran la creatividad y la incorporan en su cultura son las que actualmente lideran en el desarrollo de productos y servicios innovadores. Este estilo de pensar permite a las organizaciones anticiparse a las necesidades y demandas de su público y adaptarse rápidamente a los cambios del entorno.

Muchos líderes empresariales modernos están recurriendo a prácticas artísticas para potenciar su propio razonamiento creativo y el de sus equipos. Talleres de arte, sesiones de diseño y actividades creativas son herramientas poderosas para liberar el potencial innovador de los empleados, fomentando un ambiente de trabajo dinámico y colaborativo.

Por otra parte, investigaciones de pedagogos y pensadores han demostrado que valorar y promover el arte es una inversión en nuestra capacidad de imaginar, crear y transformar el mundo. Explorar y desarrollar las habilidades artísticas de los niños está cobrando una importancia significativa en los modelos de aprendizaje modernos. Permitir que los niños expresen sus emociones y aprendan de manera diferente abre canales de conocimiento y concentración a través de experiencias multisensoriales, influyendo enormemente en sus dimensiones cognitivas y exploratorias.

En un mundo donde el cambio es la única constante, los organismos que adoptan el arte y la creatividad no solo sobreviven, sino que prosperan. La creatividad no es un lujo, sino una herramienta estratégica. Al integrar el arte en nuestras vidas y trabajos, no solo estamos mejorando nuestras habilidades individuales, sino también construyendo un porvenir más innovador y adaptable.

La creatividad, al igual que el arte, es sinónimo de libertad absoluta, una rebelión contra las cadenas de lo convencional y lo predecible. Es la tolerancia interna llevada al extremo, el coraje de sumergirse en el riesgo constante y de abrazar tanto el sufrimiento como la satisfacción en la misma medida. Ser creativo es no temer al fracaso ni al cambio perenne, sino usarlos como motores de crecimiento y descubrimiento.

Los grandes creadores de la historia no han sido cautivos de la búsqueda del éxito inmediato ni del miedo a la decepción. Su obsesión ha sido la verdad, una nueva existencia que trasciende lo conocido. Han trabajado con una intensidad casi febril, impulsados por una visión que va más allá de lo tangible y lo inmediato. Tal como los auténticos artistas, su labor ha sido una búsqueda incansable de lo sublime, lo original y lo revolucionario.

En este espíritu de libertad y desafío, el pensamiento creativo y el arte se alzan como fuerzas indomables que rompen barreras y redefinen fronteras. En suma, son la chispa que enciende la innovación y la fuerza que trasmuta lo ordinario en extraordinario.

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