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Guillermo Jorquera Morales En el exterior de la Estación “Los Domínicos” del Metro, comuna de Las Condes, Santiago de Chile, uno de los puntos... El abrazo solidario de Petorca

Guillermo Jorquera Morales

En el exterior de la Estación “Los Domínicos” del Metro, comuna de Las Condes, Santiago de Chile, uno de los puntos de partida de un grupo de gente que debía encontrarse en un valle de la V Región, me junté con mis ex alumnos, los hermanos Pérez.

Después de los saludos correspondientes y expectantes por el día que viviríamos, partimos a las 07.40 horas, el potente vehículo, que para evitar los clásicos tacos de la mañana, busca con la sabiduría de su conductor, vías expeditas que nos llevan a la salida norte de la capital sin mayores dilaciones.

El destino, el valle de Petorca, (a 220 km. de Santiago) comuna a la que habíamos sido convocados los ex alumnos y ex profesores de la ex Escuela Agrícola “El Divino Maestro” de Lo Espejo, de la Orden Mercedaria, décadas 60/70. Acudíamos invitados por nuestro ex Director de la Escuela, que el día 18 de agosto de 2016 -Día de la Solidaridad-, celebraba  54 aniversarios de sacerdocio,de sus 81 años de edad, ocasión en la que debía renovar sus votos.

El trayecto fue un regaloemocional; después de dejar la ciudad de cemento,el paisaje me instaló en otro mundo, vi el verde presente en todas sus gamas: lomas, cerros, quebradillas; me señalaban el cambio de límites, el ingreso a un valle milenario, el cambio de vida. Además el “Tata Inti” nos acompañó durante toda la jornada. Los verdes amarillentos delataban la pertenencia cordillerana, el avance hacia el norte y por supuesto la denuncia de la falta de agua.

La fauna estuvo presente desde las señaléticas, (animales en la vía), los cerros rumiados por cabríos, los prados por los equinos, y los recónditos rincones custodiaban a la familiaconejera. Animales que pastan y corren libres por mesetas y laderas del valle, sin darse cuenta que también hay una carretera mortal para ellos, y también para los conductores que tienen la mala suerte de cruzarse con uno o más vacunos en plena marcha vehicular.

Luis Hernán, como buen profesional de la Escuela Agrícola, explica la variedad de los verdes, los productos de la zona, su riqueza minera, su historia. Mientras Juan Pablo, su hermano, siempre estuvo atentísimoala carretera, recientemente me cuenta, había tenido un encuentro ingrato con los animales en la vía.

Llegamos a la capital de la Comuna de Petorca que reúne en un pequeño centro cívico; la plaza, la Iglesia dela Merced,(fundada en 1640 y declarada Monumento Histórico en el año 2009), el Colegio Mercedario, Carabineros, Bomberos, etc.

La mayoría de los convocados ya había llegado, la Misa sería a medio día.Antes se vinieron los saludos, los recuerdos, los reconocimientos; yo no conocí a varios, y varios no lograron reconocerme, hasta que con la ayuda de los demás todos nos fundimos en un gran abrazo; los Jordanes,los Pérez, los Aranedas, los Cortés, los Guiñez, los Salviat (Jorge y sus hijas), los Espinozas, los Sotos (Eugenio y Sra.), los Pobletes, los Rubios, los Caniulef, los Dani Dani, los Arancibias, los Muñoz, los Ibarras, los Cepedas, los Rojos (Guillermo y esposa), los Villegas,los Osorios (Representados por Cecilia Vda. de Anselmo),todos, todos, en un gran abrazo de reencuentrosolidario con Padre Director incluido.

Que tampoco me reconoció, los años no pasan en vano, a pesar que él ofició la ceremonia religiosa de mi casamiento con Sonia (1964), cuando yo tenía 22 años y él 29, además bautizó a mis dos hijos, Mercedes y Néstor, en la Capilla de la Escuela Agrícola.

Además, lo declaro culpable de haberme abierto la puerta para entrar al maravilloso mundo del teatro, porque entendió el interés por mejorar mi entrega profesional,autorizándome para seguir una carrera vespertina en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Yo tenía contrato de profesor e inspector con régimen de interno. Sin su venia, no sé cual habría sido mi destino.

Siempre dije que iba a Petorca a una misa, pero lo cierto que ésta fue una revelación; la de un hombre que después del cierre y hecatombe de la Escuela Agrícola, (la modernidad la destruyó, no queda nada, sólo está en nuestros recuerdos), se reinventó y se convirtió en una especie de benefactor social, un buen seguidor del Padre Hurtado, “contento señor, contento”, una bendición para Petorca; fundador de una señal televisiva para el valle, de una radio comunal, de una Compañía de Bomberos, y mentor de un colegio Mercedario.Los alumnos, bajo la atenta y orgullosa mirada de la Directora, estuvieron presentes en la ceremonia desde los kínder, los cursos básicos y los medios que repletaronla patrimonialIglesia, presidida por la Virgen de la Merced.

El Alcalde, autoridades y la comunidad acompañaron también el oficio, recibiendo además un saludo especial  de la Presidenta de la República. Dueño de un carisma espiritual que reparte a raudales, retribuido con gratitud y cariño. Que quedó de manifiesto a la hora de las ofrendas; todas las comunidades del valle, entregaron sus frutosendémicos: quesos de cabra, mandarinas, frutos secos, paltas, limones, flores, y… víveres que llegaron de todos los cursos del colegio, “para que el Padre Antonio pueda ayudar a los que no tienen”.

La eucaristía estuvo oficiadapor nuestro Padre Director, acompañado de 6 sacerdotes, párrocos de las localidades del valle. Las alumnas del coro del colegio, con sus voces y guitarras aportaron emoción y frescura a la ceremonial celebración.

El almuerzo, preparado para recibir a toda la comunidad presente, en un gimnasio techado de la parroquia, sirvió para entregar presentes al festejado, (Los alumnos de la Escuela Agrícola, entregaron los suyos), seguir recordando y seguir escuchando gratitudes para nuestro amigoDirector, para fotografías y contraer el compromiso de volver a encontrarnos. Éramoscasi 30 personas de “El Divino Maestro”, venidas de diferentes partes del país, que estábamos allí, confundidas con la gente del pueblo.

Por supuesto que toda esta velada no estuvo preparada sólo por nuestro anfitrión, hubo un excelente equipoorganizador, todo estaba calculado, preparado y ordenado, la secretaria del Padre coordinó todos los detalles.Incluso a través de ella uno de nuestros líderes, Oscar Jordán, pudo transmitirnos los pasos a seguir.

Los desordenados fuimos nosotros;llegamos tarde, el desayuno quedó preparado en la mesa, rompimos protocolos con fotografías y saludos espontáneos.Felices y contentos, hasta añorando con afecto a los que no pudieron estar, parecíamos alumnos en el internado de Lo Espejo.

El regreso fue por una ruta diferente, viaje somnoliento, (no de Juan Pablo, el conductor), por los efectos del gran almuerzo que nos ofrendó Antonio, así le nombran ahora sus ex alumnos.

El paisaje fuesimilar, con el agregado emotivo que en el trayecto pasamos por un antiguo túnel de ferrocarril de trocha angosta, por el que rodaba el añorado “Longino”en el que viajábamos los nortinos hasta La Calera, para cambiarse de tren y llegar a la Capital del Reino.

Pero luego fuimos detenidos por un “taco” fenomenal, anunciando que llegaríamos tardísimo a Santiago, sin embargo los hermanos Pérez, supieron superar tal situación tomando un desvío hacia Las Condes; expedita carretera, que nos condujo rápidamente alas avenidas de la encumbrada comuna, y hastalas puertas dela Estación del Metro.Nos despedimos con la esperanza de un nuevo encuentro, y a las 21 horas regresé,sano y salvo a mi barrio de estudiante, Santiago Centro, lugar sagrado.

Me dormí con la imagen del gran abrazo solidario de Petorca, del reencuentro con mis ex alumnos, con mi ex compañero de trabajo -Guillermo Rojo-, y con el responsable de la fundación cristiana de mi familia, y de mi destino teatrista;el Presbítero Ernesto Antonio Albornoz Mena.

 

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