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Iván Vera-Pinto Soto/ Antropólogo Social, Magíster en Educación Superior Llegada la estación estival la mayoría de las personas suelen organizar sus agendas de vacaciones... El Turismo alternativo

Iván-Vera-Pinto-Soto-dramaturgo-ok-comenIván Vera-Pinto Soto/ Antropólogo Social, Magíster en Educación Superior

Llegada la estación estival la mayoría de las personas suelen organizar sus agendas de vacaciones de acuerdo a sus intereses y presupuestos. Hay quienes orientan sus preferencias a efectuar largos viajes para descubrir otros territorios y nuevas culturas. También están los que optan por disfrutar de las bondades de su ciudad y sus alrededores. En definitiva es el momento para dejar de lado el ropaje rutinario y vestirse con la informalidad que exige el reino del sol y el asombroso mundo del ocio.

Hoy existe una verdadera industria del turismo que nos ofrece una gama de posibilidades de recreación. La gente con mayor poder adquisitivo se adhiere al llamado “turismo masivo”, aquel que se refiere generalmente a los grandes conglomerados o resorts turísticos en el mundo. Donde las empresas turísticas son propiedad de grandes corporaciones trasnacionales, donde se espera el mismo tipo de servicio e instalaciones ya sea que uno este en Cancún o en Paris, y donde hay poca interacción con las comunidades locales.

La anterior forma de turismo imposibilita el encuentro con los habitantes del lugar de destino más allá del intercambio mercantil. El que transforma los lugares según las expectativas de la masa organizada que acude a ellos -y no según la tradición, cultura y necesidades de sus habitantes-. El que coloniza. El que prostituye. El que transforma y no es transformado. Está comprobado históricamente que el  turismo masivo es el gran destructor de las costumbres y las culturas y el promotor de la uniformidad.

Se observan muchos casos en el mundo donde el turismo masivo ha sido nefasto para las comunidades y culturas locales. Lugares arqueológicos e históricos que han sido rotulados como maravillas del mundo para fomentar este tipo de turismo que lo único que busca mercantilizar la cultura y el patrimonio y, en último término, destacarlo como belleza histórica-natural, instalando a su alrededores una gran cantidad de hoteles de lujo para la elite turística, cercenando el verdadero valor cultural e identidad de esos sitios y copando sus alrededores de vendedores ambulantes que convierten la artesanía en una mercancía en serie, dejando de ser un verdadero producto cultural.

Pero también en estos días ha surgido un nuevo concepto de hacer turismo, me refiero al «Alternativo», este se caracteriza por estar asociado a  pequeñas empresas, conformadas por familias o amigos, donde cabe la posibilidad de mayor contacto con las comunidades y donde existe la mayoría de las veces un respeto por la naturaleza. Las bondades de este turismo se centra en varios aspectos claves: Mayor entendimiento entre las comunidades receptoras y el turista, menor impacto negativo en el medio natural,  fuertes vínculos con otros sectores (agricultura, artesanía) de la economía local y retención de ganancias en la localidad.

Para el caso de nuestra ciudad puede incluirse en esta modalidad las siguientes variantes: Turismo natural dirigido al descubrir las bellezas originarias de la zona; turismo cultural que involucra entrar en contacto con los elementos identitarios de nuestra cultura (arqueología, patrimonio cultural, religiosidad y grupos étnicos); y, finalmente, el turismo eventos, organizado para experimentar la cultura viva, por citar los carnavales, deportes, festivales artísticos y otras actividades importantes anuales.

En lo esencial el turismo alternativo consiste en visitar otra comunidad en cuanto es portadora de sabiduría, lo cual implica modos humanos de actuar distintos de los del viajero. Todo esto constituye verdaderamente una rica experiencia estética de hacer turismo. De este modo, la aproximación entre lo «turístico» y lo «cultural» implica gestar espacios de interacción donde los turistas y las comunidades pueden dialogar respecto a sus particulares visiones que tienen de la vida y el mundo. El resultado final es generar una suerte de empatía mutua que permita acercarse y comprender mejor al interlocutor cultural.

En Iquique tenemos muchas alternativas que ofrecer a los visitantes, prescindiendo de las aburridas y monótonas comodidades del turismo de masas carente de respeto por la diversidad biológica y las culturas ancestrales. Por ejemplo, siempre resultará interesante para los turistas, en especial los extranjeros, descubrir los vestigios del patrimonio salitrero, las comunidades altiplánicas y precordilleranas, el desierto, los rincones de los artistas, lugares de bohemia y vinculados con nuestra historia. Todos ellos son estupendos escenarios para buscar el aprendizaje y la emoción de experimentar lo nuevo y disfrutar de todo aquello que ofrece este vasto mundo natural y cultural. Por lo demás, esta modalidad ayuda a que los pobladores locales participen en acciones de conservar los espacios naturales y patrimoniales y se vean beneficiados de algún modo gracias al reconocimiento que se hace de su cultura.

En países vecinos como el Perú hemos disfrutado más de alguna ocasión de esta forma de turismo, el cual  ya tiene un soporte consolidado con interesantes itinerarios a la sierra y selva incaica. Creo que es un buen modelo aplicable a nuestra realidad que puede permitir al visitante disfrutar con la naturaleza, la paz del paisaje y lo agreste de nuestro norte; ubicándolo a su vez en otra figura para internalizar este particular territorio, sus habitantes y su cultura.

En el fondo, el turismo alternativo es conocer la región desde otra perspectiva. Es aquel que se contrapone a usufructuar y explotar los recursos turísticos en favor de las empresas trasnacionales, las grandes cadenas hoteleras, las líneas aéreas y los tour, mientras que los ciudadanos ven depredarse sus riquezas, acentuando las diferencias sociales y permitiendo la existencia otro tipo de dominación cultural por parte de las grandes metrópolis del llamado primer mundo. De esa manera, los indicadores sociales de nuestros países del tercer mundo continúan decayendo, mientras se incrementan los índices de turismo suben.

Por el contrario, el turismo alternativo promueve otro tipo paradigma muy diferente al dominante. En éste se considera la participación de la comunidad, que su accionar colabore al desarrollo de la economía local, que procure la democratización social y que permita una distribución más equitativa de los beneficios generados, sin perturbar el ecosistema y la cultura local.

Cabe aclarar que este modelo turístico no es sinónimo de ecoturismo, pues la sostenibilidad turística implica poner énfasis en forma paralela a la sostenibilidad medioambiental y social, a su vez.  Para alcanzar su propósito este tipo de turismo necesita comunidades que participen democráticamente en las decisiones de sus áreas de influencias y que cuenten con políticas claras y definidas que garanticen su pleno desarrollo y encaminen a hacerlo efectivo.

Como consideraciones finales, podemos destacar que el desarrollo de un “turismo alternativo” podría procurarnos muchos beneficios para nuestra comunidad, por ejemplo: Generar ingresos que pueden servir para la conservación de los lugares turísticos,  crear nuevos empleos en lugares urbanos y rurales, promocionar un servicio turístico adicional en los entornos naturales, promover  la identidad local y nacional, permitir el fortalecimiento del valor de los recursos naturales y culturales por parte de la comunidad y los visitantes, promover el valor del área entre los estudiantes y la comunidad local en general a través de la educación e interpretación ambiental, racionalizar y reducir al mínimo el impacto humano en zonas naturales y crear ejes de recuperación del patrimonio cultural e histórico, entre otros.

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