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Iván Vera-Pinto Soto/ Antropólogo Social, Magíster en Educación y Dramaturgo En numerosos artículos anteriores he planteado de manera fundamentada mis aprehensiones a la actual institucionalidad... En cultura, las obras son amores

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En numerosos artículos anteriores he planteado de manera fundamentada mis aprehensiones a la actual institucionalidad cultural de nuestro país, a la cual le atribuyo, entre otras falencias: falta de pertinencia de su misión en relación con la nueva realidad histórico-social, existencia de mecanismos burocráticos que entraban una gestión eficiente, aplicación de instrumentos de medición sin rigurosidad científica, evaluaciones destinadas exclusivamente al ámbito de la gestión, pero no así a los resultados e impactos, participación ciudadana elitista y con evidente sesgo no-democrático, contenidos y estrategias divorciadas con las políticas de desarrollo social del Estado y, finalmente, presupuesto insuficiente e indigno para una gestión sustantiva.

A su vez, mantengo mi postura crítica hacia las más altas autoridades regionales encargadas de aplicar políticas y estrategias que contribuyan al desarrollo cultural de nuestra zona, pues, si bien ellas pueden exhibir logros en su gestión en cuanto a la cantidad de actividades realizadas, sin embargo, éstas no necesariamente alcanzan una altura de excelencia, de impacto y no está demostrado que realmente hayan contribuido a un cambio sustancial del deprimido mundo cultural.

En los últimos dos decenios, es claro observar que la gestión cultural de los entes del Estado y los personeros que los representan, solamente han estado abocados en desplegar acciones a un nivel primario (administración de fondos concursables y fortalecimiento de un programa, preferentemente, asociado al activismo cultural), sin aún dar un salto cualitativo para “gerenciar” un real desarrollo cultural sustentable.

A pesar de mi escepticismo que existan cambios fundamentales en la institucionalidad cultural y un giro de actitud de las próximas autoridades que ostentarán el poder político, quiero plantear – a modo de desafío – algunas propuestas que podrían optimizar el perfil cultural de Tarapacá, ya que – tal como dice el refrán – “obras son amores, lo demás buenas razones”.

Aquí van algunas ideas mayores y trascendentales: Construir e implementar un Centro de la Cultura Tarapaqueña, el cual alberge todas las manifestaciones culturales y artísticas de este territorio. Dicho recinto debería contar con una sala de eventos artísticos, espacios para exposiciones y talleres; módulos para exposición de la artesanía tarapaqueña, un Centro de Registro del Patrimonio Cultural (museo arqueológico, antropológico, audiovisual, musical y de las principales manifestaciones artísticas desarrolladas desde comienzo del siglo XX); librerías, patio para consumo de gastronomía, cine regional, locales de música y áreas para la recreación familiar. Por supuesto, toda la infraestructura deberá estar apoyada con la mejor tecnología y la asistencia de profesionales idóneos. Este Centro Cultural podría ser un importante lugar para la investigación, creación y difusión de nuestra cultura, de libre acceso para todos los segmentos sociales locales y para los turistas que nos visitan. ¿Por qué no el ex estadio Cavancha podría destinarse para este fin?

Instalación de Centros Culturales Poblacionales en los sectores periféricos de la ciudad, con una infraestructura básica, sustentadas por las Juntas de Vecinos y el apoyo de la municipalidad, con el propósito que los mismos pobladores generen sus propias manifestaciones culturales, de acuerdo a sus demandas y realidades específicas. Estos Centros deberán estar asesorados por un cuerpo estable de monitores, profesores y cientistas sociales, encargados de conducir un plan de gestión cultural pertinente.

Restauración y recuperación de antiguas salas destinadas en otrora al impulso gremial y artístico (Sala Veteranos del 79, Sociedad de Artesanos, salas parroquiales, antiguas mutuales obreras, auditórium de colegios y sindicatos actuales). Ello generaría nuevas instancias que beneficiarían la creación de renovadoras iniciativas en los ámbitos educacionales, sindicales y poblacionales.

Creación de una “Carpa Móvil” que permita itinerar por la ciudad y todas las localidades aledañas exposiciones, muestras, representaciones y exhibiciones de todas las manifestaciones culturales y artísticas, para que las personas que se encuentran alejadas social y económicamente de la cultura y el arte, puedan tener acceso, sin ninguna restricción.

Fundación de una Escuela Artística Superior, donde se imparta carreras en Artes de la Representación, Música, Pintura, Audiovisual y Artesanía, de tal suerte que los jóvenes que tienen aptitudes y habilidades artísticas puedan estudiar sistemática y gradualmente, de forma gratuita y con la posibilidad de seguir posteriormente estudios de postgrados.

Establecer convenios con las universidades regionales para que ellas se encarguen de implementar programas de perfeccionamiento y de postgrado, tanto para aquellos artistas con aprendizajes empíricos, como también para quienes cuentan con estudios superiores. Conjuntamente, incorporar en el currículum educacional regional, asignaturas de cultura, arte y recreación permanentes. Al mismo tiempo, generar los mecanismos formales para que exista la obligatoriedad de mantener una estrecha relación entre el educando y todas las manifestaciones de la cultura regional, con programas de visitas a museos, asistencia a espectáculos artísticos y literarios que se realicen fuera de sus colegios.

Subvención permanente para aquellas actividades artísticas, salas y gestores culturales que desarrollan una acción regular, con resultados e impactos medibles en el tiempo.

Creación de una televisión cultural, ya que el actual canal televiso municipal no cumple con dicho predicamento. Este proyecto debería convocar a todos los creadores y trabajadores de vídeo de la región para intercambiar y coproducir imágenes y representaciones sociales. Hay que entender que una televisión cultural no se limita a la transmisión de la cultura-ya-hecha o de la llamada cultura “culta”, sino que trabaja en la creación cultural a partir de sus peculiares «modos de ver» la vida social, lenguajes y potencialidades expresivas. Es decir, se esmera para que el televidente no sólo esté informado, sino que además tenga experiencias comunicativas que se relacionen con su vida diaria. Creo que de esta forma se podría establecer una sintonía entre la televisión y la comunidad; y, además se legitimaría una nueva sensibilidad hacia los protagonistas de la cultura regional y las identidades minoritarias.

Instalación de una Unidad de Distribución y Comercialización de los productos culturales y artísticos que cumplan con estándares de calidad establecidos (libros, artesanías, discos, productos gastronómicos típicos, etc.).

Restauración y Conservación del Patrimonio Histórico Salitrero, bajo la tutela de corporaciones culturales públicas que normen su cuidado y conservación, junto a la aplicación de un plan de gestión que le dé vida cultural a dichos recintos.

Subsidio para proyectos de extensión cultural integrales (que involucre a diferentes actividades artísticas) que tiendan al rescate, puesta en valor y proyección de la cultura tarapaqueña en otras latitudes nacionales e internacionales.

No obstante, por sobre todas las propuestas anteriores, hay una gran tarea que hacer primeramente: Democratizar la cultura. Esto implica la capacidad de utilizar todos los mecanismos y motivaciones para acrecentar la conciencia crítica de la ciudadanía. Si existe comprensión clara por parte de los entes involucrados en el hacer de las políticas culturales, la cultura puede convertirse en la herramienta más idónea para elevar la conciencia de los ciudadanos y desarrollar la organización popular en pos de construir una sociedad libre, incluyente y justa. Frente a la imposición cultural dada por el proceso de globalización que vivimos y que procura despersonalizar, dilapidar la identidad de los pueblos, tenemos que anteponer la “democratización de la cultura”. Lo que en sencillas palabras significa reconquistar la fuerza vital del hombre, como actor e intérprete de un proceso liberador. Consiste en entregar a la ciudadanía un instrumento para afianzar con orgullo su identidad, y luchar contra la globalización colonizadora. Las políticas culturales deben nacer desde las bases, de la reflexión vinculada con la acción, del contacto con los hombres y mujeres que no gobiernan desde las oficinas públicas, pero que, sin embargo, tienen necesidades, sueños y esperanzas que aún no son interpretadas por los actuales grupos políticos hegemónicos nacionales.

¿Cómo empezar esta tarea? Primero, debemos cambiar los paradigmas y estrategias pedagógicas del sistema educativo. La mayoría de los ciudadanos no han sido capaces de desarrollar una conciencia crítica y reflexiva, porque han sido formados bajo un sistema educacional netamente informativo, memorista y repetitivo. Es perentorio transformar la educación meramente explicativa, en una educación para la vida, ello supone un proceso que comienza por crear y estimular una conciencia crítica, capaz de analizar, leer y descubrir críticamente en permanente aproximación a la verdad el significado de los acontecimientos históricos.

La consecuencia de esa aproximación a la verdad conduce al compromiso de los ciudadanos para organizarse y luchar por la justicia y la libertad. La educación es el mejor remedio para producir hombres y mujeres moralmente sanos, y evitar en los electores necedad o ingenuidad política. Por ello, debe propenderse una educación para la cultura que produzca efectos reales y positivos en todos los ciudadanos.

En segundo lugar, se debe fortalecer la organización de los trabajadores de la cultura. No sólo permitiendo la participación en las entidades oficiales, sino también garantizando espacios y escenarios para su realización profesional, cuidando que su intervención en el proceso cultural constituya un elemento convocador y orientador de la política cultural. Simultáneamente, formar y capacitar a los artistas populares para que eleven su nivel técnico y desarrollen sus valores humanos, a través de una educación permanente.

En tercer lugar, “popularizar” la cultura y el arte, creando un masivo movimiento cultural que parta desde el colegio, la fábrica, el sindicato, la parroquia, la junta de vecino, etc.; integrando a niños, hombres y mujeres al proyecto y haciéndoles sentir corresponsales de la gestión. Y, como corolario del trabajo que se genere al interior de estas instancias, se podrán realizar muestras, concursos y festivales periódicos y otros eventos.

En cuarto lugar, hacer una cultura viva, asociada con la praxis y en contacto con los ciudadanos. Por ejemplo, realizar proyectos de “museos vivos” en las diferentes áreas poblacionales donde el hombre vive y trabaja. Otros proyectos que guarden relación con los pueblos originarios y que planteen organizar Centros Artesanales, encargados de promocionar la creación y la comercialización productos artesanales; y estableciendo, en los mismos centros, escenarios para que se exhiba su arte (música, danza, tradiciones orales, etc.), aumentando, de este modo un atractivo, para el público consumidor, recuperado y perpetuando los valores culturales populares. En general, en todos estos proyectos deben comprometerse a todos los sectores dinámicos de la sociedad.

En fin, hay tanto que hacer en pro de la cultura, para no seguir viviendo una realidad tan fría, individualista, competitiva, evasiva, sucia, fea y chata; donde los principales indicadores del manoseado progreso son el número de edificios, autos, malls, carreteras, tecnologías, bares y decadentes espacios donde algunos intenta escapar de sus problemas personales, laborales y de la vorágine de las deudas con la banca y los poderes fácticos que los dominan.

Creo que son muchas las personas que están cansadas de vivir en las apocadas condiciones culturales, donde se globaliza la banalidad, la vulgaridad, la “seudocultura” o “cultura basura”. Los iquiqueños debemos despertar del letargo y resistirnos tenazmente al enemigo que se está aprovechando para someternos culturalmente y controlando nuestra forma de pensar, para desideologizarnos y transformarnos en seres pasivos y esclavos del imperio mercantil.

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