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Cambio 21 / Por Andrea Moraga.- Que Pablo Zalaquet ganaba por 6 puntos a Carolina Tohá, Labbé por 5 a Josefa Errázuriz, Lavín Jr. por 3... Credibilidad de encuestas con intención política quedó por los suelos tras fracaso de predicciones municipales

Cambio 21 / Por Andrea Moraga.- Que Pablo Zalaquet ganaba por 6 puntos a Carolina Tohá, Labbé por 5 a Josefa Errázuriz, Lavín Jr. por 3 a Vitori y Pedro Sabat arrasaba con Maya Fernández. Podríamos seguir nombrando los candidatos de derecha que El Mercurio dio por seguros ganadores y que finalmente perdieron en las elecciones municipales. ¿Falta de rigurosidad o doble intención? Saque sus propias conclusiones.

Deshaciéndose en explicaciones ha estado en los últimos días El Mercurio y La Tercera tras el papelón sufrido por sus encuestas, que dieron por ganadores a candidatos que terminaron derrotados ampliamente por los postulantes opositores.

En reportajes, notas y columnas de opinión, analistas y expertos hablaron del comportamiento del electorado.

Incluso le preguntaron a sicólogos y sociólogos porqué el sorpresivo actuar de los chilenos que se quedaron en la casa. Todo para no dejar entrever una posible manipulación de la información previa – o al menos un evidente error – y así echarle la culpa al electorado por no ser transparente a la hora de contestar las encuestas.

El director ejecutivo de Opina S.A., Jorge Selume Aguirre, empresa asociada con el diario El Mercurio, para realizar las polémicas consultas, hizo una gran finta, pasándole la pelota a los ciudadanos, atribuyendo al voto voluntario y la alta abstención el que no pudieran calcular bien los resultados de las elecciones.

En una de las crónicas que el medio realizó para «aclarar» los evidentes fallos, señaló que «se trató de calcular la abstención a través de una serie de instrumentos, pero lo declarado por la gente no concordó con la realidad y en el padrón antiguo hubo mayor abstención de la presupuestada».

Pero los que debieran estar en el banquillo no son los electores, sino los que hacen las encuestas, por su falta de rigurosidad y especialmente, los que las publican, por la intención manifiesta de manipular al electorado. La responsabilidad deben asumirla los medios de la cadena de Edwards y su empresa encuestadora.

Método primitivo

«Rasca», «mal hecho» y «barato», fueron algunos de los adjetivos que utilizó la especialista de Latinobarómetro y Mori, Marta Lagos, para referirse a las llamadas encuestas electorales que han sido puestas en tela de juicio.

En conversación con Cambio21 la analista señaló que los medios que aplican este tipo de métodos ahora están «pagando por eso». «Lo que sucede es que es rasca. Mal hecho y utilizan una metodología débil y poco seria», sentenció.

Aunque descartó que sea una abierta manipulación, dijo que el problema es que hay una confusión en los propósitos y que en este caso debería estar más claro que el objetivo es comercial.

Calificó como «primitivo» el sistema y le puso una lápida. «Los diarios se encargaron de matar ese instrumento, lo que me parece una buena cosa a fin de cuentas, porque estaba mal hecho, porque eran encuestas de opinión para vender diarios y no para predecir las elecciones».

El desprestigio

En un primero momento fueron los instrumentos de medición los que fueron sentados al banquillo. Sin embargo, a juicio de los expertos hay que separar las cuestionadas encuestas de opinión hechas por los medios, de los estudios especializados realizados por profesionales, los que no deberían perder credibilidad, pero adecuarse mejor al nuevo panorama impuesto por la inscripción automática y el voto voluntario.

Marta Lagos explicó que «la cuestión es súper simple: El Mercurio y la Tercera producen encuestas muy baratas, rápidas, telefónicas, ponderan según el censo, suponen que los que no tienen teléfono son iguales a los que tienen, con un margen de error del 4 o 5%, todas cosas que están contraindicadas. Le están dando una aspirina a quien necesita una operación a corazón abierto. Cuando usted es un amateur, cree que con una aspirina se puede salvar».

Consideró risible la tesis de que la causa del error es que los encuestados dicen una cosa y hacen otra, «Es fácil echarle la culpa a los chilenos… con esto no llegamos a ninguna parte. La diferencia es hacer encuestas amateur o profesionales y la culpa la tiene quien interpreta y no el que dice, por eso la política chilena está tan mal».

En ese sentido alertó que los chilenos están diciendo una cosa y la gente que los oye está diciendo otra. «Ese es el punto donde nosotros, como investigadores, tenemos que aprender. Tenemos que interpretar lo que nos están diciendo los chilenos y nos están dando un montón de información que no sabemos cómo juntar. Yo creo que ahí está la clave. Lo cierto es que con esto se acabaron las encuestas chantas».

Coincidiendo con estas declaraciones, Roberto Méndez dijo al portal El Dínamo que fueron los diarios los que «hicieron una verdadera guerra de encuestas» y los emplazó a «dar explicaciones».

Al mismo tiempo que salió en defensa de su firma y sus colegas. «Entre las empresas que se dedican a la investigación, había plena conciencia de las dificultades que tenía predecir en un entorno en el que no teníamos experiencia, como el voto voluntario. Por lo tanto, Adimark y todas las empresas de la asociación de investigaciones de mercado no realizamos predicciones electorales».

Singularmente, en las últimas horas, Adimark y Méndez decidieron nodar a conocer la encuesta mensual de octubre. Todos los ojos y oídos señalan que el análisis «venía mal para Piñera y su Gobierno y por esa situación que Roberto Méndez no la quiso dar a conocer». Incluso el director de La Tercera, tuitió señalando que si «Adimark, que predicó tanto sobre errores de otras, cancela encuesta octubre. No era que si sabían como hacerlas?», escribió textual en la red social el panelista de Tolerancia Cero.

Críticas a El Mercurio

La discusión sobre la efectividad de las encuestas está dando paso al cuestionamiento a los medios por realizar encuestas «a la medida» de sus candidatos. Apostando a que la memoria del chileno es frágil, durante los meses previos a las elecciones trataron de «empujar la agenda» hacia los representantes del oficialismo, sin pensar que un resultado distinto podría afectar la credibilidad del medio.

Consultado por Cambio21, Mauricio Morales director del Observatorio Político Electoral de la UDP, recordó que «no es la primera vez que sucede algo así. En 2009, La Tercera tituló sistemáticamente con un empate entre Frei y Enríquez-Ominami, en circunstancias de que la diferencia fue de más de 9 puntos porcentuales. El Mercurio hizo algo similar, instalando un discurso de competencia entre ambos candidatos, situación que no era cierta. Como nadie hace rendir cuenta a estas instituciones que arman encuestas, entonces tienen carta libre para seguir con esto».

El cientista político dijo que este tipo de publicaciones «son muy dañinas especialmente para los candidatos, que basan sus estrategias en lo que les dicen las encuestas. Claramente, éstas han perdido credibilidad, pero creo que tanto El Mercurio como La Tercera las seguirán haciendo».

Por su parte, Arturo Arriagada, sociólogo y periodista de la UDP, señaló que las encuestas no están tan cuestionadas como los medios que las difunden. «Muchas veces encargan estudios de dudosa rigurosidad para empujar agendas propias de sus líneas editoriales, amparándose en números y porcentajes. Al hacerlo atentan contra la confianza de sus audiencias, pero también de su propia industria y la de las empresas de encuestas».

En un análisis publicado por el portal El Mostrador se sostiene que en periodos electorales «las encuestas propias y ajenas (patrocinadas por los medios) sirven para golpear y controlar la agenda de temas de interés público… Cuando dan a conocer encuestas de dudosa calidad, avalan la falta de transparencia y rigurosidad. Al mismo tiempo, pueden generar asimetrías de información en la ciudadanía, afectando sus decisiones políticas y reforzando opiniones previas».

Explicación poco creíble

«Mis interlocutores me hacen presente -aunque piensan que me autocensuraré acá- que los diarios de prestigio deberían revisar y evaluar sus asociaciones con empresas encuestadoras. Que comprometen su propia credibilidad».

Con estas palabras, la columnista mercurial y ex directora de La Segunda, Pilar Vergara, en la edición del martes después de las elecciones, trata de tomar distancia de la discusión y favorece la imagen de que son empresas externas las que «se equivocaron», sin recordar que es el medio en el cual se desempeña el que realizó las encuestas que hoy están en entredicho.
Construir un buen perfil de votantes, terminar con las encuestas telefónicas e invertir como lo hacen en el retail para sus encuestas de mercado, son algunas de las propuestas que hace la columnista en su análisis. La pregunta cae de cajón: ¿Por qué no se interesaron en hacer encuestas de verdad desde un principio?
Ese mismo día el diario de derecha tituló «Empresas responden a las críticas por las encuestas sobre las elecciones municipales» y para reforzar su tesis de «cargar» a los electores con la mochila, en la página 14 publicaron «Porque los chilenos decimos algo y luego actuamos de otra forma». Y así seguirán trabajando hasta que el tema salga de la discusión pública.

A una semana de las elecciones, en la página editorial del domingo en El Mercurio rasgaban vestiduras acusando que «algunas voces han tratado de llevar agua al molino de sus propios intereses, suponiendo toda suerte de intensiones y sesgos, tanto a quienes las encargan como a algunas de las empresas de estudios de mercado que las realizan» e insistiendo en que la incertidumbre afectó «la precisión de los sondeos» y especialmente poniéndole piso al uso de encuestas «son parte del sistema de análisis político en las sociedades desarrolladas… pueden perfeccionarse con nuevos estándares para el futuro».

En la misma línea en La Tercera reconocieron el error de sus 23 sondeos y más allá de las explicaciones anunciaron que su Centro de Encuestas se «encuentra estudiando en profundidad los escrutinios, con el fin de ver los ajustes que sean necesarios para que en las próximas elecciones no existan contrastes de esta naturaleza entre las predicciones electorales y los resultados».

De este modo, ambos medios buscan a toda costa legitimizar las encuestas que de seguro ya están preparando para las próximas elecciones parlamentarias y presidenciales.

Notas «memorables»

¿Estarán las encuestas «chantas» condenadas a desaparecer, como lo anticipó Marta Lagos? Sin duda, en las próximas elecciones parlamentarias y presidenciales nuevamente veremos cómo los medios de derecha seguirán encargando sus encuestas y tratando de privilegiar a sus candidatos.

Mientras tanto, en Cambio21 hicimos el ejercicio y recordamos algunas de las portadas y notas memorables con que El Mercurio intentó levantar a los candidatos del oficialismo.

7 de octubre: en Providencia, Josefa Errázuriz perdía con un 36,4 %, frente a Cristián Labbé con 41%. Al final, la candidata de oposición ganó con el 56,06%. En Recoleta, Daniel Jadue marcaba un escaso 19,66% y ganó con el 41%. En Estación Central, Camilo Ballesteros alcanzaba apenas el 27,2%, 20 puntos por debajo el 47,14% que logró a pesar de no ganar la alcaldía.

El 14 de octubre: a dos semanas de la elección, el diario de la derecha publicaba que en Maipú Joaquín Lavín vencía a Christián Vittori con un 25% sobre 22%. Finalmente el DC ganó con el 53,27%. En Peñalolén, Carolina Leitao alcanzaba sólo el 29% y finalmente arrasó con el candidato de la UDI, Marcelo Morán, con el 55,58% de los votos. Y obviamente en Santiago daban por perdedora a Carolina Tohá con 35% y a Pablo Zalaquett le daban 41%.

Como broche de oro dejamos el titular del cuerpo C de El Mercurio, el lunes después de las elecciones: «Concertación gana Santiago y Alianza mantiene Liderazgo en 7 de las 10 comunas con más electores del país». Juzgue usted mismo.

 

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