La oportunidad de Kast y Milei es el fracaso para la paz de Chile y Argentina: Una réplica a Jorge Guzmán.
Opinión y Comentarios 30 noviembre, 2025 Edición Cero 0
Ricardo Balladares Castilla sociólogo UAH y analista político.- [*]
La tesis de Jorge Guzmán, planteada en este medio, que presenta los gobiernos de ultraderecha a ambos lados de la cordillera como una «oportunidad» para Kast y Milei, es precisamente eso: una oportunidad individual para ellos, pero en ningún caso representa una posibilidad real para el desarrollo, la integración y la paz de ambos países. Esta visión merece una refutación categórica.
Lejos de constituir una oportunidad colectiva, la coincidencia de gobiernos de ultraderecha representa el mayor riesgo para la soberanía y el desarrollo de nuestros pueblos en décadas. La historia y la prospectiva demuestran que el futuro de la Patagonia y la Antártida se defiende únicamente mediante la integración progresista.
El análisis de Guzmán omite deliberadamente lecciones históricas cruciales. Es imperativo realizar una lectura crítica del conflicto de 1978. Reducirlo a una simple disputa bilateral es un error analítico. El conflicto fue, en gran medida, producto de una grave falta de inteligencia estratégica de ambos países al solicitar a Gran Bretaña -potencia con intereses coloniales en Malvinas y pretensiones superpuestas en la Antártida- como árbitro en 1971, lo que derivó en el laudo arbitral de 1977.
¿A quién se le ocurre designar a una potencia con intereses geopolíticos directos en el Atlántico Sur como juez en una disputa entre dos naciones australes del Cono Sur? El fallo, por su naturaleza, estaba destinado a generar un punto de quiebre. No es coincidencia que la tensión entre Chile y Argentina sirviera después a los intereses británicos, quienes pocos años después encontraron a una región dividida frente a la Guerra de Malvinas. Fue el juego del divide et impera en su máxima expresión.
Esta decisión errónea, aprovechada por las dictaduras de Pinochet y Videla en 1978 para conseguir una falsa unidad nacional, generó una tensión que benefició a los británicos en 1982. Hoy, la subordinación de Kast y Milei a los intereses de Estados Unidos y la OTAN podría recrear este peligroso patrón.
Contrario al espejismo del conflicto permanente relatado por Guzmán, la relación bilateral durante los gobiernos progresistas en Chile y Argentina ha construido sólidos pilares de cooperación. La Fuerza de Paz Conjunta «Cruz del Sur», creada en 2005 por Lagos y Kirchner y activa hasta hoy, demuestra la capacidad de integración operativa de nuestras Fuerzas Armadas bajo mandos de paz de la ONU, así como la voluntad diplomática de gobiernos de centroizquierda. Este capital de confianza, forjado por posiciones progresistas, es ignorado en el análisis que aquí se pretende refutar. Lejos de ser instituciones predispuestas al conflicto mutuo, han probado su profesionalismo y vocación de paz en operaciones conjuntas.
Resulta particularmente cuestionable la caracterización del «peronismo irredentista». La historia muestra que fueron sectores del peronismo conservador -no el kirchnerismo- los que mantienen posturas confrontacionales hacia Chile. Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, junto a sus pares chilenos de la Concertación y Nueva Mayoría, profundizaron como nunca la integración física y energética. El verdadero riesgo yace en una ideología de ultraderecha que, desde La Moneda y Casa Rosada, podría subordinar los intereses nacionales a una agenda hemisférica de Estados Unidos y la OTAN.
En tal sentido, la verdadera amenaza para la paz regional no es un supuesto «revanchismo» argentino, sino tener dos gobiernos ultraderechistas que podrían priorizar su alineamiento geopolítico con potencias extra regionales sobre los intereses de sus pueblos. Este escenario evoca peligrosamente la lógica de las dictaduras de Videla y Pinochet, que estuvieron al borde de una guerra fratricida que solo hubiera beneficiado a potencias externas.
Las diferencias limítrofes existen en todas las relaciones bilaterales. La clave está en gestionarlas mediante el diálogo y la construcción de una comunidad de intereses. El problema no son las diferencias en sí, sino la falta de visión para abordarlas. La solución pasa por construir una comunidad de intereses tan sólida que haga impensable cualquier vía que no sea la diplomática.
La materialización concreta de esta visión son los proyectos de obras públicas, la integración comercial y el desarrollo territorial transfronterizo. Los corredores bioceánicos, que Guzmán ignora, no son solo una mejora logística para el Cono Sur, sino una herramienta geopolítica de primer orden. Como he sostenido en análisis anteriores, estas obras, impulsadas también con una mirada estratégica hacia socios como China, representan una oportunidad única para el desarrollo portuario y económico de nuestro país.
Transforman una frontera percibida como barrera en un espacio de flujo, comercio y desarrollo mutuo, posicionando a ambos países como un hub global indispensable y a Chile como un espacio logístico portuario de excelencia. Esta es la integración concreta que defienden las fuerzas progresistas.
El futuro de Chile y Argentina no se encuentra en escenarios belicistas promovidos por análisis sobregirados ideológicamente. La verdadera oportunidad estratégica yace en una alianza soberana que defienda nuestros recursos y nuestro destino común frente a potencias extracontinentales.
La oportunidad para Kast y Milei es el gran peligro para Chile y Argentina. La auténtica «oportunidad a largo plazo» no corresponde a proyectos políticos extremistas y alienados, sino a una alianza estratégica, popular y soberana que defienda nuestros recursos, nuestra paz y nuestro destino común en el escenario mundial.
[*]Chileno, sociólogo, Maestrando en Desarrollo Territorial, diplomado en Defensa y Seguridad ESGC FFAA de Argentina y diplomado en Inteligencia y Prospectiva (FLACSO Chile).

Deja una respuesta