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Profesor Haroldo Quinteros.-  En el 246° aniversario de su nacimiento, don Bernardo O’Higgins Riquelme merece nuestro más cálido homenaje. A pesar de sus humanos... Homenaje a don Bernardo O’Higgins

Profesor Haroldo Quinteros.- 

En el 246° aniversario de su nacimiento, don Bernardo O’Higgins Riquelme merece nuestro más cálido homenaje. A pesar de sus humanos deméritos, cometidos en la tan compleja como sangrienta vorágine que fue nuestra revolución de la independencia,  O’Higgins es uno de los más grandes patriotas de Chile y Latinoamérica, los mismos que arriesgaron y hasta dieron sus vidas por arrancar a los pueblos hispanoamericanos de la dominación del imperio español.

Por muchos discursos que haya de por medio, este homenaje, si es realmente serio, consciente y sincero, no puede ser rendido por quienes han sido enemigos jurados de nuestra cabal y entera independencia, que no puede excluir la independencia económica, tanto nuestra como de todo el subcontinente latinoamericano, cuya base y sostén solo puede ser  la unidad corporativa de todas nuestras naciones hermanas, que solo unidas tendrían posibilidades de éxito en su lucha contra la dominación continental económica del imperio de hoy, el estadounidense.

Este principio fue la explícita propuesta del patriota venezolano Simón Bolívar, a la que sin ambages se sumó O’Higgins. Tampoco puede ser sincero cualquier homenaje a Bernardo O’Higgins que provenga de quienes no reconocen los derechos de nuestro primer pueblo originario, los mapuches, por quienes el Libertador sentía profundo cariño y respeto.

En este 20 de agosto, solo recordaré dos situaciones con respecto al Primer Padre de la Patria, prácticamente olvidadas, ignoradas u ocultadas en nuestros días:

1. La bochornosa insolencia del pinochetismo de comparar a don Bernardo O’Higgins con su ídolo:

Cuando el 16 de octubre de 1998 el ex – dictador Augusto Pinochet cayó en Londres en las manos de la justicia internacional sobre cargos de graves crímenes de lesa humanidad, los admiradores del tirano igualaron ese incidente con el exilio de O’Higgins en Perú. Tal paralelo es tan absurdo como ridículo. O’Higgins fue expulsado del país y condenado al exilio por sus enemigos políticos, encabezados por la rancia aristocracia criolla, la misma que en 1823 posaba de chilena mientras que en 1810 se declaraba española; vale decir, la misma que eliminó el día de nuestra independencia estatuida por O’Higgins -12 de febrero- por el híbrido y realista 18 de septiembre.

El Patriota, además, no queriendo que se derramara una gota más de sangre en Chile, luego de tantos años de sangrienta guerra, abdicó del mando sin recibir ningún beneficio pecuniario. ¿Puede compararse ese anhelo de paz para Chile con el gobierno del sanguinario dictador? Además, a diferencia del exiliado O’Higgins, Pinochet, desconfiando de nuestros médicos, no partió a ningún exilio, sino viajó por su cuenta a Inglaterra a operarse de la columna, y allá lo capturó la justicia internacional ¡Cómo comparar a O’Higgins con Pinochet! ¿En qué cabeza pudo caber semejante estupidez? Más todavía: el Libertador era un valiente.

Cercado por las balas y las bayonetas realistas, a su grito en Chacabuco “¡O vivir con honor o morir con gloria!”, se opone la pregunta: “Gustavo, ¿y si nos matan?”, pregunta revelada por el general Gustavo Leigh a la prensa en los años 80, cuando aquél invitó al cobarde Pinochet a sumarse al golpe de estado que derrocó al presidente constitucional de Chile Salvador Allende en 1973. Finalmente, el Padre de la Patria murió pobre, sin bienes materiales. Los pocos que tenía los repartió entre los inquilinos de la pequeña hacienda Montalván, que el gobierno peruano, agradecido, le regaló en el exilio, puesto que la última etapa de la guerra por la independencia del Perú fue enteramente financiada por el gobierno de Chile, a cuya cabeza estaba el Director Supremo Bernardo O’Higgins.

En su lecho de muerte, a diferencia del Libertador, que dio fe de su pobreza pidiendo ser enterrado vestido con un hábito franciscano, Pinochet se enriqueció ilícitamente hasta lo indecible en el poder, llenando de dinero y oro sus faltriqueras y las de su familia hasta más allá del hartazgo.

2. La relación de O’Higgins con el pueblo mapuche.

También llamo en este día la atención sobre el pensamiento indigenista de don Bernardo O’Higgins. El Padre de la Patria, que naciera, para los cánones jurídico-familiares de esos tiempos-  como un niño bastardo, fue llamado Bernardo Riquelme Riquelme, llevando el apellido de su joven madre doña Isabel. Así, ella se vio obligada a matricular al niño Bernardo en la escuela-internado “Colegio de Naturales de Chillán,” establecimiento construido por los jesuitas en 1697 y diseñado para la educación de los hijos de los caciques mapuches de Chillán, Los Ángeles y Concepción; de modo que doña Isabel debió conseguir un cupo especial en esa escuelita, en la que su hijo estudiara en secreto. La razón de todo esto era muy simple: no debía conocerse públicamente la verdadera identidad del pequeño Bernardo, hijo registrado en bautizo como ilegítimo; vale decir, no reconocido por su padre, que lo negó hasta los primeros años de su adolescencia. Su progenitor era el irlandés Ambrosio O’Higgins, importante y fiel súbdito del imperio español, ex – gobernador de Concepción y poco después nada menos que Virrey del Perú.

La infancia de Bernardo fue feliz. El pelirrojo niño de muy blanca tez y ojos azules se distinguía de lejos entre sus compañeros de escuela, los morenitos hijos de los lonkos mapuches, con quienes estudió, durmió, comió y jugó en su niñez. Aprendió allí a la perfección la lengua mapuche y oyó de ellos y sus maestros las historias de Lautaro, Caupolicán y Galvarino, los héroes de sus condiscípulos. No es raro, entonces, que la admiración y cariño que sintió el Libertador durante toda su vida por nuestra etnia originaria, tuviera inicio en su infancia.

A diferencia de la aristocracia de ayer y la neo-liberal derecha política de hoy, tanto civil como militar, O’Higgins consideraba a los mapuches como chilenos, aunque fuesen un pueblo de identidad propia y, como tal, con derecho constitucional a un territorio propio. Es decir, don Bernardo veía a Chile como una nación pluriétnica y sólidamente unida en el respeto a la diversidad cultural. Oigamos la voz del propio Padre de la Patria, a través de la carta fechada en marzo de 1819, dirigida al Consejo de Lonkos de Concepción, que transcribo en sus partes esenciales:

«El Supremo Director del Estado a nuestros hermanos los habitantes de la frontera del Sud. Chile acaba de arrojar de su territorio a sus enemigos después de nueve años de una guerra obstinada y sangrienta. Sus fuerzas marítimas y terrestres, sus recursos y el orden regular que sigue la causa americana en todo el continente, forman un magnífico cuadro, en que mira afianzada su Independencia. Las valientes tribus de Arauco, y demás indígenas de la parte meridional, prodigaron su sangre por más de tres centurias defendiendo su libertad contra el mismo enemigo que hoy es nuestro. ¿Quién no creería que estos pueblos fuesen nuestros aliados en la lid a que nos obligó el enemigo común?

(…) Siendo idéntica nuestra causa, no conocemos en la tierra otro enemigo de ella que el español. No hay ni puede haber una razón que nos haga enemigos, cuando sobre estos principios incontestables de mutua conveniencia política, descendemos todos de unos mismos Padres y habitamos bajo el mismo clima; y las producciones de nuestro territorio, nuestros hábitos y nuestras necesidades respectivas nos invitan a vivir en la más inalterable buena armonía y fraternidad (…).Yo os ofrezco como Supremo magistrado del pueblo chileno que de acuerdo con vosotros se formarán los pactos de nuestra alianza, de modo que sean indisolubles nuestra amistad y relaciones sociales

(…) Araucanos, cunchos, huilliches y todas las tribus indígenas australes: ya no os habla un Presidente que siendo sólo un siervo del rey de España afectaba sobre vosotros una superioridad ilimitada; os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia, y está a punto de ratificar este reconocimiento por un acto público y solemne, firmando al mismo tiempo la gran Carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados.”

¿Tienen algo en común las ideas del Primer Padre de la Patria sobre el pueblo mapuche con quienes lo han masacrado, humillado, despojado de sus tierras de habitación y labranza por siglos, además de no respetar su cultura y sus tradiciones? No, claro que no. Ante la permanente y brutal represión del estado de Chile contra los mapuches, que se ha agudizado en las últimas décadas, y que no ha cesado bajo el actual gobierno, la resistencia de ese pueblo al maltrato general que sufre es la consecuencia natural de su situación, repleta de injusticas, latrocinio, discriminación y despojo. Que se reconozcan sus derechos y habrá en la Araucanía la paz y la armonía con la que soñaba el Libertador, que recordamos sentidamente en este nuevo aniversario de su nacimiento.

Homenajear de verdad a Bernardo O’Higgins es creer sinceramente en su legado ideológico y bregar por hacerlo realidad; es decir, sus ideales de independencia económica, de unidad latinoamericana, de justicia, paz e igualdad social para todos los que vivimos en Chile, sin exclusión alguna.

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