Edición Cero

Yubitza Azat Garrido, Trabajadora Social en Atacama A la vuelta de mi casa un grupo de mujeres nos reunimos hace como dos semanas. En... No más silencio.

Yubitza Azat Garrido, Trabajadora Social en Atacama

A la vuelta de mi casa un grupo de mujeres nos reunimos hace como dos semanas. En esa jornada todas expusimos qué nos moviliza en esta fecha, por qué cada una de nosotras sintió la necesidad de reunirse, juntarse, organizarse. De las bocas de cada una de nosotras salió la oración que nos unió en esa conversación “fui abusada”, “creí que estaba equivocada, pero el feminismo me salvó”, “me casaron obligada”, “en mi trabajo me acosaron”, “mi amiga fue víctima de violencia”… Cada una de esas frases se repite en nuestra historia, en la vida de cada una de nosotras, lamentablemente, esas vulneraciones son conocidas, y siguen siendo normalizadas.

En ese grupo éramos unas 15 mujeres mayores de edad, jóvenes y adultas mayores. Esas 15 mujeres encarnamos varias vulneraciones sólo por el hecho de ser mujeres. Me pregunto inocentemente, si en esa reunión hubiesen asistido sólo hombres, y se les preguntara si conocen a algún abusador/agresor, ¿Cuál sería su respuesta? ¿Acaso alguno diría “tuve un amigo que le gritaba cosas en la calle a las mujeres, le pedí que no lo hiciera más”? ¿Acaso alguno admitiría alguna practica violenta? No. El pacto patriarcal corre por las venas y se aloja en sus cerebros, como un hábito, la normalidad misma.

Les insto, a esos hombres, por que NOSOTRAS nos hemos abierto ancho camino, incluso renegando y queriendo devolvernos, no ha sido fácil. Les insto a esos hombres, y no porque tienen madres, hermanas o hijas, sino porque tenemos el mismo valor de ser seres humanos. Les insto, porque les toca a ustedes ser autodidactas.

En nuestro país, en cada región y comuna, localidad rural, sector costero y también para el interior, las mujeres estamos en amplia desventaja. Si somos dueñas de casa, el trabajo no remunerado se argumenta como el amor incondicional de una madre a sus familias, cómo si el amor se demostrara lavando la loza o tendiendo la ropa. Si trabajamos en el ámbito público, se nos remunera menos, aunque tengamos la misma labor que un compañero varón, nos discriminan si estamos en edad fértil o somos madres. Las discriminaciones por tener vagina son innumerables.

La violencia machista la viven niñas, jóvenes, mujeres adultas y mayores. No es tan sólo en nuestro hogar, sino también en la calle, en nuestra escuela, liceo o universidad. No olvidemos las tomas feministas del 2018 en cada universidad.

En la región de Atacama tenemos jóvenes desaparecidas, mujeres asesinadas por colectiveros sin el menor atisbo de culpa. Atacama no es un territorio seguro, gritaremos el martes 8, en cada plaza de la región, en cada comisaría gritaremos por nuestras desaparecidas.

Gritemos, ocupemos espacio, no nos hundamos más en el silencio.

NOTA RELACIONADA

El feminismo y la lucha como parte de nuestra identidad

Los comentarios están cerrados.