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Pedro Oróstica Codoceo Son evidentes los cambios que está experimentando   la sociedad  a causa del denominado covid19. Al respecto, Henry Kissinger, geopolítico norteamericano de... Corona virus y política mundial

Pedro Oróstica Codoceo

Son evidentes los cambios que está experimentando   la sociedad  a causa del denominado covid19. Al respecto, Henry Kissinger, geopolítico norteamericano de la segunda mitad del siglo XX, ha señalado: “la realidad es que el mundo nunca será el mismo después del corona virus, discutir ahora sobre el pasado solo hace que sea más difícil hacer lo que hay que hacer.” Y agregó, “alterará para siempre el orden mundial“. Esto fue señalado en The Wall Street Journal, en días pasados por el ex secretario de Estado.

Sea cual fuese  su origen   y sus desenlaces,  es un hecho   que lo primero estará  en  superar esta contingencia sanitaria. Para ello y  es  de sentido común, el pensar en   la necesidad de “una respuesta  multilateral coordinada”, frente a la situación. Esto, tiene y tendrá que darse  a partir de la acción de las potencias, y sus líderes,  en la cual, como condición,  debe  participar   la comunidad mundial como un todo.

Ningún país, ni siquiera EE.UU, puede pensar en un  esfuerzo puramente nacional. Por cuanto, para abordar el tema  deben considerarse y “combinarse visión y programas de colaboración global.” Esto implica una estructura valórica incluyente; y acá la dificultad. Esto, dado  que los países, más allá de la pandemia misma, permanentemente se hayan en conflictos.

Por ello,  debe replantearse el actual   estado mental   en que  funciona la geografía humana planetaria. Y este replanteo  debe hacerse  desde  bases institucionales pertinentes. Entre estas   encontramos    la Organización de las Naciones Unidas, ONU y la Organización Mundial de la Salud, OMS, cuya  actuación, podría decirse,  ha sido  permitida solo tangencialmente.

Es por cuanto que buscarán   introducir   reformas a su quehacer,   que a estas alturas lleva unas siete décadas en función. El hecho es que  esta pandemia,   ha dejado expuesta –  más evidente que nunca,  la fragmentación del sistema  internacional. Hoy  ha surgido un enemigo   común.  Un virus no clasista ni nacionalista, que  no se ve a simple vista e  irrumpe como un fantasma  – atravesando paredes para espantar  a las élites y  a las mayorías por igual. Menuda gimnasia   ha traído esta peste.

Por eso podríamos preguntarnos ¿cómo sería posible congeniar el  individualismo de la mentalidad norteamericana, con otra más socializante como es la Unión Europea, o  con  Rusia y China, que les son más extremas aún?

Junto a esta interrogante, importa señalar  que, si   potencias como China y EE.UU no se ponen de acuerdo,  es difícil que estas Organizaciones, ONU, OMS,   puedan   llegar  a cumplir su labor con mayor independencia, de modo más efectivo y con mayor alcance. Y es en este intertanto,  donde se  ha  señalado,   que el  presidente de EE.UU “tiene mucha responsabilidad por la falta de cooperación internacional en esta crisis”

A este respecto, Richard Gowan director del área International Crisis Group de Naciones Unida, señala que “muchos países buscan a EE.UU, para moldear sus respuestas multilaterales a las crisis globales, pero Washington por ahora, está perdido en medio de la acción.”    Es decir, EEUU no estaría ofreciendo alternativas, sugerencias, liderazgo. Se está atrincherando. Esto no ayuda,  puesto que su extrema individualidad puede ser un punto  de mucha incidencia.

Por cuanto y considerando  la  globalidad  de la situación,  el Secretario General de la ONU Antonio Guterres, insiste “en una respuesta multilateral a gran escala para enfrentar la emergencia; proponiendo además,  un alto al fuego en todos los conflictos armados”. No obstante,  el Consejo de Seguridad,  de la misma ONU, quien es  “el único con capacidad resolutiva en términos militares y económicos, aún se ha mantenido en silencio”.

El corona, al parecer,  ha producido   situaciones no esperadas   en el tablero del ajedrez mundial.  También trajo consigo, un sencillo pero poderoso mensaje: la vida debe valorizarse y preservarse, como el bien más  preciado de los seres humano. Esto,   más allá del miedo y de  las simbologías culturales  – en que son socializadas las personas, las familias y el enjambre  social completo.

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