Centralismo regional
Opinión y Comentarios 8 abril, 2020 Edición Cero
Pedro Oróstica Codoceo.-
Tal como podemos apreciar en las definiciones de los conceptos desarrollo local y desarrollo regional, se da un elemento común en ambas. Éstas se refieren a los superiores niveles de vida o de bienestar, que pueden producirse o alcanzarse desde las regiones, y, por consiguiente, desde las comunas mismas. Esto, con y por iniciativas generadas en estos niveles territoriales, en concordancia a sus propias fortalezas y debilidades.
Pero para ello, entre otras habilidades, se dice, habría que superar la práctica del centralismo regional, al que también somos adictos, como conducta propia o inducida desde el centralismo nacional. Respecto a esto, las referencias históricas, muestran el exacerbado y poco ecuánime actuar, con que los gobiernos han llevaron adelante la vida nacional. Esto se vino a demostrar dada la desigualdad en los niveles de alcances y bienestar entre las regiones y sus poblaciones, que son finalmente quienes componen el territorio nacional. Esto desde los inicios del siglo XIX.
Una adversidad para las expectativas regionales, ha sido la falta de planeamiento dirigido hacia la sostenibilidad de su desarrollo. Esto, considerando proyecciones al mediano y/o largo plazo. Puede pensarse también, que el relativo retraso en las regiones, ha sido el resultado normal de los procesos extractivos de sus riquezas naturales llevadas al centro o fuera del país, sin un retorno ecuánime para el territorio local.
Por cuanto, no se consideraron iniciativas, que proyectaran en el tiempo, esta vida local – regional. La preocupación de los gobiernos se centraba y centra más que nada, en la instrumentalización de recursos naturales y la mano de obra. Ésta cuestión, como se señala, viene ocurriendo desde el inicio de la República misma. En el Norte Grande a partir de 1879.
Es esta filosofía la que no concibe una interacción más equitativa en cuanto a los procesos productivos, su participación y redistribución social. Nos referimos a esas riquezas que han salido y salen, versus los recursos que retornan a los territorios regionales como contraparte. Esa es la historia. Para llevar a efecto este tipo de administración nacional, los gobiernos han dispuesto de la figura del intendente como su ejecutivo en las regiones. Así ha sido la tónica. Por cuanto y dada ésta historia, es que correspondería un nuevo trato con los territorios regionales y sus comunas.
Hoy, y más allá de las actuales y extremas circunstancias sanitarias que han venido a reemplazar las del “estallido social”, por estos días, al menos en Chile, y que son preocupación generalizada, puede recordarse que para octubre del presente año, estaban fijadas las elecciones para gobernadores. Este cargo, como sabemos, vendrá a reemplazar al del intendente, el cual constituyó la máxima autoridad en la administración regional en nuestro país.
No obstante y es un hecho que, este cargo adolecerá de grados estratégicos en cuanto a autonomía se refiere. Se infiere esto, dado que el democráticamente electo gobernador, tendrá que acompañar o ser acompañado por la figura de otro actor, que tomará preponderancia en la conducción de los destinos regionales: el delegado presidencial.
Al parecer será este – de la confianza del Presidente de la República – quien lleve a efecto la conducción de la región. Esto, como siempre, actuando desde la particular visión geográfica, política, económica, que se decide – y se ha decidido, exclusivamente desde Santiago. No obstante, y a pesar de todo, es posible pensar en positivo, y creer de verdad que hemos avanzado en cuanto a descentralizar un poco el país. Y quizás así sea o vaya siendo.
En todo caso, el centralismo, más que un modo de administrar el país, es una conducta intrínseca del ser humano. Ésta tiene que ver con el poseer, querer y buscar más solo para si mismo. Por cuanto, si se desean o buscan cambios desde el centro nacional, sería bueno también, analizar los alcances del propio centralismo regional – en el caso de Tarapacá. Las comunas requieren de esa atención. Ellas como órganos institucionales esenciales en la administración política pública de la nación, son las que finalmente hacen región y éstas a su vez hacen país.
Es decir, y aunque parezca de perogrullo: Chile lo hacemos todos.