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Haroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación Luego del golpe de estado de 1973, planeado íntegramente en Washington y ejecutado por la dupla FF... Pinochet, a 40 años del golpe

foto-haroldo  cometarioHaroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación

Luego del golpe de estado de 1973, planeado íntegramente en Washington y ejecutado por la dupla FF AA-derecha, la dictadura cívico-militar que entonces advino se dedicó, como primera tarea, al exterminio, encarcelamiento y exilio de los dirigentes de la izquierda chilena. Después, con asesoría directa estadounidense, instauró el régimen económico neo-liberal vigente; privatizó los bienes del Estado y los de los partidos políticos de la Unidad Popular, en beneficio directo de sus partidarios civiles y de muchos “patriotas” militares, que se adjudicaron gratis o a precio de huevo bienes raíces, industrias, fundos, casas, emisoras radiales (como la Radio “Esmeralda” de Iquique, que era de propiedad del Partido Socialista), etc.

Finalmente, la dictadura impuso su proyecto, para siempre, en una constitución política que no merece el respeto de nadie que no sólo tenga dos dedos de frente, sino que de cualquiera persona de conciencia democrática. El general Augusto Pinochet oficiaba de cabecilla de aquel infamante régimen. Como relata  el periodista Juan Cristóbal Peña en su obra-investigación “La Secreta Vida Literaria de Augusto Pinochet” (Ed. Randon House, Debate, 2013), el dictador era un individuo de inteligencia menor. En su juventud, sólo consiguió matricularse en la Escuela Militar tras dos intentos fallidos. En uno, fracasó en la prueba física; en el otro, en los exámenes teóricos. Por ello perdió las ganas de seguir la carrera militar, e intentó estudiar Derecho en la Universidad de Chile, carrera en la que no alcanzó a durar un año.

Al fin, logró ingresar a la Escuela Militar, en la que se lo recuerda como un sujeto tímido, mediocre y de bajo perfil; tanto, que pasó allí sus años de estudio prácticamente inadvertido. Producido el golpe (que, como todo el mundo sabe, no fue su iniciativa) y estando sólo por antigüedad a la cabeza de las FF AA, la derecha golpista hizo de él una mítica figura, llevándola a límites increíbles, como compararlo con los Padres de la Patria o Cincinato, el recto e incorruptible general romano que jamás obtuvo riquezas ni abusó del poder mientras gobernó. Pinochet se creyó el cuento, y se transformó en el más ridículo de los megalómanos. Envalentonado, empezó por destacarse en el rol del duro gobernante absoluto, lo que no podía complacer más a la ultraderecha, nazis y neo-nazis chilenos. Ordenó personalmente la muerte de miles de chilenos, sobre todos a quienes odiaba o envidiaba, como David Silberman, el jefe de Codelco, con quien tuvo un agrio altercado días antes del golpe, y el general Carlos Prats, su antípoda profesional, humana y ética; crímenes que, obviamente, otros ejecutaron por él.

A su conciencia de sátrapa, volvió con inusitada compulsión su antigua obsesión de aparecer como un intelectual de tomo y lomo, mecanismo mental compensatorio por sus magros logros académicos, desde su infancia hasta su egreso de la Escuela Militar, pasando por su patético y breve paso por la Escuela de Leyes. Embriagado con esta fantasía, encendida por las loas que a diario le dedicaban la prensa y los dirigentes de la derecha, llegó a poseer una enorme y costosísima biblioteca de 55.000 volúmenes, avaluada en unos US $3 millones, la que, por supuesto, no era sino ostentación. Como “historiador,” nunca hizo otra cosa que plagiar a destajo, lo que me consta personalmente.

En efecto, cuando escribí  mi libro “Militarismo Bismarckiano y las FF AA Chilenas” (Ediciones Campus, 1998) descubrí que su “Geopolítica” (Ed. Andrés Bello, 1968) no es más que un catálogo de copias y citas sin dación de fuentes bibliográficas, como las obras de los más conspicuos ideólogos del nazismo Haushoffer, Kjelen y Mac Kinder. Escaso de información y capacidad reflexiva, sus discursos fueron siempre redactados por Guzmán y Ortúzar, y si abría la boca era sólo para repetir los estereotipados argumentos anti-socialistas de rigor, elaborados en las agencias propagandísticas de la derecha. Paupérrimo en luces, jamás advirtió que los panegíricos a su persona sólo estaban destinados a la manipulación de su  inflado ego, para que quien se los hacía a diario, la adulona derecha gobernante, pudiera hacer lo suyo con la mayor tranquilidad posible.

Pinochet, el asesino que llegó, incluso, a ordenar la muerte de pares coetáneos suyos, fue, además, corrupto e inmoral. Durante el ejercicio de su gobierno se embolsicó secretamente la friolera de, por lo menos, 19 millones de dólares (9.747 millones de pesos al cambio de hoy). Este infame personaje, por sólo un azar de la historia, llegó a encarnar al Ejército de Chile y nuestras caras tradiciones militares, lo que ha traído por consecuencia el alejamiento y desconfianza de gran parte del pueblo de Chile hacia las FF AA. El destino de este criminal era morir de viejo en una cárcel de España, o de Chile, como ocurrirá con Manuel Contreras o el dictador argentino Rafael Videla. No fue así, sólo por aquel espurio trato a espaldas del pueblo que la Concertación suscribió con la derecha nacional para salvarlo de la justicia internacional.

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