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Sergio González Miranda, Premio Nacional de Historia 2014.- La pandemia del COVID 19 tiene aristas que van mucho más allá de lo estrictamente sanitario.... Una historia que se repite

Sergio González Miranda, Premio Nacional de Historia 2014.-

La pandemia del COVID 19 tiene aristas que van mucho más allá de lo estrictamente sanitario. Se ha transformado también en una crisis económica, equivalente a las grandes depresiones del siglo XX. También deviene en un problema nuevo para las relaciones internacionales y los. Respecto de este último aspecto, cabe una reflexión historiográfica.

Hoy partieron a su país, después de un largo periodo de incertidumbre, cientos de familias bolivianas a través del paso internacional de Colchane-Pisiga. Esas personas que, sin duda, sufrieron no solo de la incertidumbre de poder volver, sino también de una sensación de rechazo, aunque la generosidad iquiqueña les dio albergue y apoyo.

Todo en la vida tiene un lado positivo y esa solidaridad que recibieron de parte de la población iquiqueña, fue recompensada (como lo pude ver por imágenes en las redes sociales) con carteles de agradecimientos de esos hombres y mujeres que partían por fin a Bolivia. Los iquiqueños no olvidan los antiguos lazos que unen a Tarapacá con Oruro. Ver esos carteles en mano agradeciendo a Chile, a Iquique y a personas en específico, como un señor de nombre Luis Valenzuela, me hizo recordar lo sucedido en la crisis de 1914, cuando miles de familias bolivianas debieron emprender el viaje de retorno. Quizás fue tanto o más doloroso que el actual, porque los bolivianos-pampinos deseaban quedarse y la crisis económica les obligó a partir, pero lo hicieron con la esperanza del regreso.

Veamos un fragmento de El Diario de Oruro, del 14 de septiembre de 1914. Titulado: Los obreros repatriados de las pampas del Tarapacá.

“Se van.  Arrastran tras de sí fardos de ropa, mujeres desgreñadas, chiquillos cari sucios. Se alejan sin darse cuenta a donde van, cuál es su destino, qué misión les guía. Dejan este país donde fueron acogidos con benevolencia, donde hallaron trabajo productivo con qué atender a sus familias.  Y al abandonar esta región donde ganaban el diario sustento, parece que dejaron algo de ellos allá arriba, entre la costa que con sudores regaron. Se marchan… lanzan un viva estentóreo, grande al país que los cobijó: ¡viva Chile!: pronunciado por labios peruanos y bolivianos, hijos de aquellos que antes combatían en estas mismas playas, una viva que, al salir de las bocas, después de haberse formado en los pechos, se expande por el aire. Ese viva a Chile lanzados por los trabajadores de estas repúblicas hermanas hacen más por la paz continental y la fraternidad de estos pueblos que lo que harían los diplomáticos reunidos…”

Poco después, la demanda mundial por nitrato creció sin precedentes y las oficinas salitreras prendieron sus fuegos. Muchos de los repatriados volvieron, quizás sus descendientes caminen por las calles de Iquique como uno más de los nuestros.

 

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