Edición Cero

Escribe Luis Casado.- Si Alain Peyrefitte despertara de su sueño eterno, podría legitimamente estar orgulloso no solo de su cercanía con el General de... Houston… tenemos un problema. «Desafíos del presente se acomodan mal de los dogmas económicos de un neoliberalismo…»

Escribe Luis Casado.- Si Alain Peyrefitte despertara de su sueño eterno, podría legitimamente estar orgulloso no solo de su cercanía con el General de Gaulle, a quien le aportó su larga trayectoria política y diplomática, sino también de su prodigiosa perspicacia que le llevó a escribir un clásico de la literatura política: su ensayo “Cuando China despierte… el mundo temblará”, que solo en Francia vendió 885 mil ejemplares el año de su publicación (1973).

En el año 1971 Alain Peyrefitte, a la sazón presidente de la Comisión de Asuntos Culturales y Sociales de la Asamblea Nacional de Francia, encabezó una misión parlamentaria que efectuó una visita a China en plena “revolución cultural”.

Peyrefitte cuenta que en esa época en China había solo un aeropuerto internacional, que recibía apenas un vuelo por semana. Mao había lanzado la consigna nacional de “Contar con sus propias fuerzas” por la sencilla razón que Beijing no tenía nada que aportar y, aun teniéndolo, no había ni carreteras ni ferrocarriles para transportarlo.

Chile, por esos años, ya tenía ferrocarriles eléctricos, y abandonaba gradualmente los vagones de madera y las locomotoras diesel.

El gran logro chino, –donde había triunfado la Revolución socialista el 1º de octubre de 1949–, era que por la primera vez en su milenaria historia nadie se acostaba con hambre, aun cuando la variedad de los alimentos se reducía a poca cosa más que el arroz.

Sin embargo…

La historia que sigue es conocida, incluyendo el episodio de la “Banda de los cuatro”, así como el triunfo, la prisión y el posterior renacimiento de Deng Tsiao Ping, quien le dio a China el impulso capitalista que necesitaba para transformarse en la potencia que es hoy en día. Deng pronunció entonces una frase que se hizo célebre. Olvidando el rojo de la bandera de la República Popular China, sentenció: “Poco importa que el gato sea negro o blanco, lo importante es que cace ratones”.

Cuando apareció el coronavirus en Wuhan, megalópolis China de la provincia de Hubei –menuda provincia que tiene casi 60 millones de habitantes–, el gobierno chino dispuso todas las medidas para contener su propagación, comenzando por el confinamiento de toda la población, el cierre de las escuelas, colegios y universidades, así como la de todas las industrias y comercios.

Las almas bien pensantes de occidente juzgaron que eso era posible solo porque “China es una dictadura”. Mientras esto escribo me entero que no solo China es una “dictadura”, sino también California, el Estado de New York, New Jersey, Illinois, Pensilvania y Nevada, amén de las tres principales ciudades de los EEUU: Los Ángeles, New York y Chicago.

Italia, España y Francia no esperaron tanto, tal vez porque, obedeciendo las instrucciones de la UE de reducir los déficits presupuestarios y el gasto público, habían dejado sus hospitales públicos llorando miserias desde hace una década.

En fin, más de dos mil millones de personas se encuentran confinadas en el mundo, a pesar de la renuencia de Donald Trump, Sebastián Piñera, Andrés Manuel López Obrador y Jair Messias Bolsonaro que le hace honor a su segundo nombre.

Boris Johnson, que rehusó al principio la cuarentena para los británicos, terminó por contagiarse y ahora –dejando de dar el coñazo– se muestra menos fiero y menos arrogante. Y con algo de fiebre.

China, según se ve, logró controlar la epidemia con menos contagiados y menos muertos que Italia y España. Francia –embalando en papel de diario el conocido orgullo del ‘genio galo’– organiza ahora un puente aéreo para ir a buscar en China los equipamientos y materiales que tanta falta hicieron y hacen.

Hasta ahí… la cosa daría para chistes y memes si no fuese que la situación es grave e incluso desesperada. El Imperio, sí, sí, el Imperio… ya no contraataca. Darth Vador no es lo que era. La prensa de New York provoca escalofríos y tiritones en la espalda, mira ver.

El Washington Post de hoy, domingo 29 de marzo, trae una sabrosa noticia. Hela aquí:

El 5 de febrero, con menos de una docena de casos de coronavirus confirmados en los EEUU, pero decenas de miles en el mundo, una pelea a gritos estalló en la Sala de Crisis de la Casa Blanca entre el Secretario de la Salud (HSS) Alex Azar, y un alto cargo del Bureau del Presupuesto (OMB), según tres personas al tanto del incidente.

Esa mañana Azar le pidió al OMB 2 mil millones de dólares para comprar equipos de ventilación y otros materiales destinados a los agotados stocks de equipamiento médico de urgencia, según testigos familiarizados con la demanda que hablaron bajo condición de anonimato.

El Secretario de Salud estaba preocupado por el estado del Strategic National Stockpile, –almacén federal que mantiene un stock estratégico de material médico–, practicamente vacío.

Los 2 mil millones que solicitó esa mañana fueron reducidos a US$ 500 millones, e incluidos en una solicitud de presupuestos suplementarios enviada al Congreso… Y ahí está el Secretario de Salud: esperando.

Otra nota del mismo diario contrasta brutalmente con el tonito triunfante que suele describir la ‘primera economía del mundo’:

La caída de la economía de los EEUU expone taras preexistentes…
El mes pasado, la economía de los EEUU que alcanza los US$ 21 billones, sufrió un extraordinario y desorientador revés, hundiendose desde la prosperidad en un congelamiento sin precedentes.

¿Tengo que agregar que en una semana el número de desempleados aumentó en 3,3 millones de personas?

Por su parte, el New York Times de hoy ofrece una escalofriante descripción del “liderazgo” yanqui:

“Al principio, la docena de altos cargos federales encargados de la defensa de los EEUU contra el coronavirus se reunía día tras día en la Sala de Crisis de la Casa Blanca, llenos de crisis. Se disputaban acerca de cómo evacuar el Consulado de los EEUU en Wuhan (China), proscribir los turistas chinos y exfiltrar los ciudadanos estadounidenses del Diamond Princess y otros cruceros.

Los miembros del grupo de lucha contra el coronavirus, típicamente, le consagraban apenas 5 a 10 minutos, a menudo al final de polémicas reuniones, a hablar de los tests (de diagnóstico) recuerdan varios participantes. Los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades, se aseguraban unos a otros, había desarrollado un modelo de diagnóstico que sería generalizado rápidamente, como un primer paso.

Pero a medida que el letal virus se extendió con ferocidad a través de los EEUU, entre fines de enero y principios de marzo, el diagnóstico en amplia escala de la gente que podía estar infectada no se hizo en razón de problemas técnicos, barreras regulatorias, flojera burocrática y falta de conducción en muchos niveles, según entrevistas con más de 50 altos cargos de la Salud en funciones o retirados, funcionarios de Gobierno, científicos y gerentes de empresas.

El resultado fue la pérdida de un mes, durante el cual el país más rico del mundo, que dispone de los más experimentados científicos y especialistas de las enfermedades infecciosas, despilfarró su mejor oportunidad de contener la difusion del virus. A cambio de lo cual los estadounidenses fueron dejados en la ceguera más completa acerca de la escala de una inminente catástrofe de salud pública.”

Uno cree recordar las angustiadas palabras que Jim Lovell, comandante de la misión Apollo XIII, le dirigió al centro de operaciones: “Houston… tenemos un problema”.

Los hospitales de New York ya están colapsados. El número de contagiados progresa exponencialmente. La falta de equipamiento, de materiales sanitarios, de lechos y de personal ofrece pesimistas augurios sobre el futuro inmediato.

Los dos billones de dólares emitidos –por cojones– por la Reserva Federal están destinados a ayudar a la comunidad financiera. El yanqui de a pie sigue peatón.

Mientras tanto, nosotros en Chile estamos tranquilos. Confinada la población de la cota mil, asegurado Ignacio Piñera Chadwick de cobrar por el Espacio Riesco que en periodo de coronavirus no tenía ninguna utilidad, y firmado por el gobierno y el mismo Ignacio el contrato de compra de camas para simular un hospital de campaña, lo esencial está hecho.

Para calmar a los eventuales –amargados de siempre– pringaos que pudiesen protestar contra un presidente y un ministro de la Salud definitivamente piraos… la soldadesca está en la calle.

Alguien tendría que recordarnos ofrecerles un bono, un plus, un aguinaldo para el día después…

FUENTE: diarioelect.politika@gmail.com

Los comentarios están cerrados.