Edición Cero

Haroldo Quinteros Bugueño, Profesor Preocupante la situación por la que atraviesa Chile en estos momentos. Una vez más, está en tela de juicio el... Las  ventas de armas del Ejército al narcotráfico.

Haroldo Quinteros Bugueño, Profesor

Preocupante la situación por la que atraviesa Chile en estos momentos. Una vez más, está en tela de juicio el rol que juegan las Fuerzas Armadas (FF AA) en un país que se pretende democrático, y con tantas ínfulas. Preocupante, porque en una democracia el monopolio de las armas lo tienen, precisamente, sólo ellas, con la absoluta exclusión de cualesquiera otras instituciones del Estado o sectores sociales. Las graves denuncias hechas por el comandante en jefe del Ejército Ricardo Martínez Menanteau sobre militares que han vendido armas del Ejército al crimen organizado, particularmente a narcotraficantes, tiene ribetes alarmantes para todo Chile, porque, por cierto, no sólo afectan la honra de nuestras FF AA, sino el papel que ellas, por mandato constitucional, deben jugar en nuestra sociedad. Vale decir, el problema es de carácter político. Los hechos:

El martes 20 de noviembre el general Martínez convocó a una reunión de la guarnición de la Región Metropolitana. A ella, asistieron 900 uniformados y fue secreta, lo que es perfectamente legítimo si se trata de temas estrictamente militares. Lo primero que llama la atención es que ninguno de los dos temas centrales que abordó Martínez en el evento eran militar- profesionales. Uno de ellos hacía referencia a un grave acto delictual perpetrado por militares al interior de la institución, y el otro, era derechamente gremial. También llama la atención, que aun siendo secreta, al día siguiente El Mercurio publicó la noticia de esta reunión haciendo breve alusión a su contenido. Si el evento era, efectivamente, secreto, ¿se filtró furtivamente a él un periodista de El Mercurio? Poco probable, porque al fin y al cabo, El Mercurio es el diario políticamente conservador del país.

Por supuesto, también cabe aquí la obvia pregunta, ¿por qué tres días después, el viernes 23 recién pasado, la vino a conocer el poder civil de la nación en materia militar, es decir, el Ministro de Defensa Alberto Espina? Es de suyo importante que el país sepa que si el Ministro Espina se enteró del asunto no fue gracias al general Martínez ni a El Mercurio,  sino por un periodista del semanario The Clinic que se filtró de manera totalmente clandestina a ese cónclave militar. El espía periodista grabó las palabras de Martínez, y así las cosas se complicaron para Martínez, el gobierno y la derecha, porque The Clinic, además de ser una publicación irreverente,  se orienta hacia la izquierda, y, a menudo, hacia la más dura.  En fin, si no fuera por esta “gracia” de The Clinic no habríamos sabido que Martínez no sólo hizo referencia al tema de las armas vendidas al narcotráfico, sino que hizo un encendido llamado a la oficialidad del Ejército a defender “con dientes y muelas” el sistema de privilegio en materia de pensiones que tienen los militares. Incluso, Martínez dijo que si para preservar esas pensiones hará falta que se alargue la carrera militar, habrá que hacerlo.

Sobre lo expuesto hasta aquí, caben las siguientes observaciones:

Primero, el comandante en jefe ha actuado a espaldas del poder civil, al cual las FF AA deben el más absoluto respeto y obediencia. Me explico: el general no informó al gobierno, en la persona del ministro Espina, sobre el delito de la venta de armas que fueron robadas al Ejército para ser vendidas a narcotraficantes, sino a la guarnición de Santiago.

Segundo, es muy probable que se haya invitado a esa reunión secreta a El Mercurio, el referente N° 1 de la derecha ideológica del país, y no al Ministro de Defensa, como correspondía. Al día siguiente de la reunión El Mercurio da cuenta pública de ella. Vale decir, la información la tuvo, primero, la guarnición y El Mercurio, enseguida el Alto Mando del Ejército en reunión que sostuvo con Martínez el miércoles 21 pasado, y sólo al final llega a conocerla el poder civil, el ministro Espina, porque la leyó en la revista The Clinic. Valga la pena que los chilenos, agradezcamos a este insolente semanario por habernos informado de este escándalo.

Tercero, ¿a qué viene eso de llamar a los oficiales del Ejército a  luchar “con dientes y muelas” por sus pensiones? Dientes y muelas tenemos todos cuando se trata de luchar por algo. El problema es que los militares, además de su dentadura, tienen el monopolio de las armas.  Las decisiones que se toman en un país en torno a su sistema general de pensiones es asunto que compete al poder civil, y a nadie más; menos aun a las FF AA, que por mandato constitucional no son deliberantes.

Cuarto, El Mercurio, con toda seguridad tratando de bajar el perfil a las expresiones del Comandante en Jefe, informó del delito de las ventas de armas al narcotráfico centrándolo en algunos suboficiales, incluso en uno, agregando que todo es asunto del pasado y que por lo demás, todo está en manos de la Justicia Militar. Eso dijo “el decano,” sin saber que The Clinic había grabado el discurso de Martínez. Ergo, El Mercurio miente (¿cosa nueva?) porque  en el audio el Comandante en Jefe dice claramente que en el delito están involucrados “oficiales y suboficiales.” Lamentable el papelón del Ministro Espina porque sin saber tampoco que The Clinic había grabado a Martínez, repitió ingenuamente la falsa información que dio El Mercurio.

¿Qué sucedió después? Luego que The Clinic hace detonar su bomba, el pobre Ministro se apresura a citar al Comandante en Jefe para el jueves 22, no inmediatamente el miércoles, porque el comandante no podía asistir antes, porque estaba en su reunión con el Alto Mando, para ponerse por fin de acuerdo sobre qué van a decir todos al unísono en las próximas declaraciones que hagan.

En resumen, estamos ante un brutal acto de corrupción al interior de nuestras FF AA, del cual el gobierno y el pueblo chileno no se enteraron por la vía de sus autoridades, ni civiles ni militares, sino porque la filtró “a la mala” un semanario muy conocido por sus irreverencias al sistema político vigente.

CAMILO CATRILLANCA

Finalmente, en medio de tanto ocultamiento de la verdad, tanta falsedad y mentira diaria a que estamos expuestos los chilenos hoy en día, viene al caso referirse una vez más al asesinato del joven dirigente mapuche Camilo Catrillanca. En efecto, las mentiras sobre su muerte se extienden ahora hasta el Ministro Espina y hasta el propio Presidente de la República. Como se sabe, al comienzo de toda esta tragedia Carabineros informó al gobierno sobre esta muerte, y Chadwick y la vocera de gobierno las repitieron. Dijeron entonces que el joven mapuche asesinado tenía antecedentes delictuales y estaba vinculado a un delito común. Eso era falso.

También se sabe que el mismo día del asesinato, la Comisión de DDHH tuvo acceso a la declaración del adolescente detenido que presenció el crimen. El muchacho es un testigo que desde un comienzo contradijo la versión de Carabineros, y fue por esa razón que la Justicia, en cumplimiento de su deber, procedió a efectuar las primeras indagaciones. Éstas revelaron que Catrillanca fue asesinado de manera selectiva, cuestión que quedó demostrada, entre otras pruebas, por la identificación de las armas y las balas que se usaron en el crimen. En fin, quedó claro que el muchacho testigo decía la verdad, y que la versión de Carabineros, que había sido respaldada ciegamente por el gobierno el mismo día del hecho, era falsa.

Ante esta situación el llamado Comité de Crisis fue convocado por La Moneda, y es, entonces cuando comienza un macabro sainete. Nos cuentan que la grabación de video de rigor que se debe hacer en estos casos fue destruida por el carabinero responsable de hacerla. Para no quedar del todo mal, Carabineros agrega, por boca de su director general Hermes Soto, que el carabinero encargado de hacer la grabación, presumiblemente involucrado en el asesinato, rompió la tarjeta de grabación del suceso para salvar su honra personal, porque en la cinta había escenas privadas de carácter sexual. A estas alturas, el ridículo ya no puede ser mayor.

A pesar de lo señalado, hay más. El Presidente Piñera acaba de decir que el Comando Jungla, el primer responsable del asesinato de Catrillanca, no existe y que es sólo un invento mediático. Esta falsedad queda al descubierto, por lo menos, con sólo abrir en la web oficial de Carabineros un documento, que, además, para rematar,  publicó el diario electrónico “El Dínamo” el pasado 23 de septiembre. ¿Cómo puede el Presidente sostener tamaña falsedad si todo está en Internet, ante las narices de todo el mundo? Este documento es la orden de pago institucional de Carabineros N° 5701-7-CM 13, que da cuenta de la adquisición de tres pasajes aéreos con destino a Bogotá por $3.573.000, para que personal de la institución (Carabineros) siga un curso llamado “Comando Jungla.”

¡Por Dios! Precisamente esa es la razón por la cual a este grupo se lo llama así, tanto en Chile como en todos los países que envían soldados y policías a entrenarse en Colombia a la lucha anti-guerrillera en la selva. Piñera reconoció que hay carabineros que se entrenan en este tipo de guerra, pero no se entiende por qué no da detalles sobre su razón (¿tenemos guerrilleros en Chile actuando en las montañas y en los bosques?), ni  donde se realiza el entrenamiento, ni da información de su costo. Bueno, aquí termino:   también está documentado, como lo publica El Dínamo y la propia web oficial de Carabineros, que este cursito anti-guerrillas, cuyo fin no es otro que aplastar cualquiera resistencia del pueblo mapuche, cuesta nada menos que la friolera de $3. 500.000 por persona.

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