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 Guillermo Jorquera M. /Ex Director del Tiun-Tenor Según los estudiosos del tema de la fiesta de la virgen del Carmen de la Tirana, esta... Presencia ancestral en la Fiesta de La Tirana

 Guillermo Jorquera M. /Ex Director del Tiun-Tenor

Según los estudiosos del tema de la fiesta de la virgen del Carmen de la Tirana, esta existe desde hace muchísimos años (Siglo XIX) y su fundación es de origen andino, para posteriormente ser refundada en el Ciclo del Salitre (1880 en adelante) como una fiesta pampina. Hecho ocurrido en época de la chilenización, razón por la que dejó de celebrarse el 6 de agosto (Día nacional de Bolivia), para instalarse como una festividad religiosa chilena los 16 de julio.

Lo cierto es que hoy conviven ambas fundaciones y refundaciones y año a año los pueblos ancestrales han ido ganando espacio en el protocolo programático de la fiesta, tanto es así que los días 13 de julio, como este año, se celebró la eucaristía de los pueblos andinos. Ocasión en que conviven las culturas de ambos periodos, la ceremonia está llena del sincretismo de la cultura andina, pampina, minera salitrera; somos pueblo que busca/ el camino que nos lleve a ti/ somos el pueblo elegido…, se escucha desde el coro que le da musicalidad andina al rito.

La misa, se escucha y se vive con los sonidos y letras  tradicionales, pero con ritmos típicos del mundo andino, que los pueblos, presentes en la ceremonia, cantan y bailan con fe y con orgullo; “hoy somos una síntesis, manifestada profundamente en una sola expresión”, dijo el padre Luza en su sermón, invadido por el humo del incensario y el de la tradicional pawa ancestral, de la pareja oficiante; el maestro y su warmi, en pleno escenario eucarístico. Mientras el coro dejaba escuchar los cantos de la ceremonia: Gloria churañasawa/ Kusisiñanipxtanwa…  que los devotos lugareños seguían con emoción… la semilla cayó en tierra fértil y dio fruto…, rezaba el coro con su riqueza instrumental.

Todo comenzó en la Cruz del Calvario, desde donde se inicia la entrada al pueblo, costumbre ancestral, después de una breve ceremonia, las distintas comunidades con sus vestuarios identitarios, (…ellos no se han vestido para representar una obra de teatro… diría en la misa el padre Luza…, es el vestuario de sus identidades…). Con los sonidos de una tradicional banda de bronces, “hacen su entrada” al pueblo hasta la iglesia que resguarda a la “Chinita”, llevan como ofrenda su fe incombustible y los productos de la pachamama de sus pueblos, identificados con sus respectivos carteles: Huatacondo, Huarasiña,Tarapacá, Pachica, Camiña, Mamiña, Quipisca, etc., canastos o bandejas con habas, tomates, choclos, Zanahorias, verduras, ajíes verdes, locotos, ajos y frutas de la estación; (verdaderas provocaciones para un bodegón de la paleta de un pintor y un desafío gourmet para los Maestros de Cocina); que posteriormente depositarían en el altar en el momento de las ofrendas;   Te presentamos señor/ vida de pueblo, de fiesta y dolor/ campo y desierto, vida y silencio, te presentamos señor…, entona el Sisa Wara (Polvo de estrella, en aymara), nombre del coro.

Fue un encuentro con mucha fe y devoción, con música y bailes propios del imaginario aymara; con bombo, guitarras, charangos, quenas, zampoñas y matracas. Sin el boato, ni el protocolo habitual. La presencia de los pueblos, su música, sus bailes, fueron los protagonistas, ajeno al protocolo oficial, sin nombrar autoridades e invitados especiales, aunque estuvieron presentes.

Pero en esta misa no sólo se celebró a la madrecita, sino también a través de ella, al padre; por eso el coro con emoción cantó al Padre Amerindio: Quiero decirte padre en aymara, en araucano, en maya, en azteca, en inca, en guaraní. Quiero decirte fuerte que te amo en quechua, en tu corazón encuentro mi sintonía, y puedo consagrar ahora mi pueblo a María, toda a María… Como una forma de reafirmar la presencia ancestral andina en América, y en la fiesta de la virgen del Carmen de la Tirana; la “Chinita”, la que florece en julio, en los Campos Naturales del Tamarugal.

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