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Iván Vera-Pinto Soto /Cientista Social, Pedagogo y Escritor El contexto socio-cultural que predominaba en la década de los 70 del siglo pasado en la... El Teatro Poblacional en Iquique (1970-1973)

Iván Vera-Pinto Soto /Cientista Social, Pedagogo y Escritor

El contexto socio-cultural que predominaba en la década de los 70 del siglo pasado en la sociedad chilena, le dio una significación especial a la producción y al consumo del teatro entre los sectores populares de la población. En un marco en el cual las relaciones sociales y los diversos niveles comunicativos en la estructura social aparecen hondamente homogenizado por la elite social, el hacer y el presenciar representaciones teatrales se convierte en un mecanismo que no sólo facilitaría la interrelación y la comunicación social, sino que constituye en un elemento coadyuvante por configurar un sujeto social que plantee alternativas para un nuevo orden social. Este es un tema ya instalado en la década de los sesenta que adquiere mayor fuerza dentro del gobierno de Salvador Allende. Así, prácticamente en todo el país comienzan a emplazarse proyectos teatrales cuyo objetivo es democratizar la cultura y el teatro en particular, para que los pobladores no solamente sean espectadores de la producción artística sino también hacedores de sus propias propuestas escénicas. Es un teatro que anhela a poner en escena las preocupaciones, intereses, demandas y sueños de los hombres y mujeres que han vivido largamente  alejados del quehacer cultural institucional. Producido por los propios pobladores, esta expresión teatral intentó mostrar la experiencia de la marginalidad histórica que ha sufrido un pueblo durante todo el siglo XX.

El teatro poblacional originado entre los años 1970-1973, como praxis cultural colectiva de los propios pobladores, se convierte en una forma discursiva que rescata la experiencia histórica de ellos mismos, identificándolos como agentes de cambio esenciales en el programa cultural que propone el gobierno. Es un discurso popular que va adquiriendo forma en la medida en que los espacios culturales generados por la nueva institucionalidad se van instalando y ampliando en la urbe y en las zonas aledañas.

Siguiendo ese lineamiento cultural, arriba a nuestra ciudad Jorge Reyes, instructor teatral, quien crea el proyecto de Teatro Poblacional, amparado por la Universidad del Norte.Su área de trabajo fue la antigua población John Kennedy (Jorge Inostroza), donde logra en poco tiempo cosechar buenos frutos.

Dejemos que el mismo Reyes nos hable de esta experiencia teatral.“Jóvenes  que extendían su aburrimiento parados en las esquinas principales de la población,  se acercaron  con curiosidad  – y algo de temor- a la sede comunitaria  que  facilitaba  la Congregación de Hermanas Oblatas.  Y  de los primeros atisbos desde el umbral de la puerta, parte de esos jóvenes  avanzaron a incorporarse  al  “Grupo de Teatro Juvenil de la Población Kennedy”.

Noche a noche jugábamos  al teatro (“play theatre”, dicen los ingleses). Los juegos fueron delineando esbozos de   argumentos y personajes.  Mi tarea, entonces, era colaborar a que esta especie de segmentos confluyera a una identidad  válida como espectáculo. Mi “librito guía”–cada uno con el suyo- fue la experimentación, unida al autodescubrimiento. Así fuimos incorporando los signos vivos del lenguaje teatral: texto (No escrito), voz, cuerpo, marcaciones, vestuario, maquillaje, escenografía, iluminación, y más.  Por supuesto que para el estreno  – y el futuro- también teníamos que planificar y ejecutar toda la logística para recibir a los espectadores.

Nuestros preparativos eran  nocturnos  y, a menudo,  finalizaban bastante tarde. Desde la Población al centro de la ciudad no había transporte, de modo que  el trayecto a mi pensión –modesta-  lo hacía a pie. Varias  veces escuché que me seguían pasitos rápidos y de pies descalzos: Ya cerca de mis espaldas  una vocecita me detenía: – Señor, ¿va a venir mañana?… Esa pregunta revitalizó muchas veces mis cansadas energías y elevó, casi a juramento,  mi compromiso de  dejar instalado un grupo de teatro en la población más pobre de Iquique.

La intervención de ese niño (de seis o siete años) no era un acaso. Traducía el interés de otros niños que – a puertas abiertas- presenciaban  el trabajo teatral de sus mayores. Meses más tarde sería a la inversa, cuando el propio grupo juvenil designó monitores para formar un grupo de teatro infantil.

A estas alturas sería ingrato silenciar el interés real de la Universidad por respaldar la Extensión Cultural. Y  la comunidad de la Población se asoció a este compromiso, el que derivó en organizar talleres permanentes de artes plásticas y periodismo. Desde el éxito de su  estreno, el Grupo de Teatro llevó el nombre de la Población a  otros sectores de la ciudad, algunos vistos con aprehensión, luego superada por el “sentido profesional”  que todos aplicaban en cada presentación. ¿O habría otro término  para calificar  el espectáculo que presentaron al centenar de reos de la Cárcel Pública?

Admitamos que sobre los recuerdos se extiende una atmósfera de subjetividad, desobediente al “hecho objetivo” (¿existe?) Con esta gratuita precaución trato de rehacer la imagen  de la noche del 24 de diciembre de 1972.

Después de varias conversaciones, la Población ha aceptado modificar una tradición: el nacimiento de Jesús esta vez se representará en “La Cantera”. El espacio lo configura una especie de quebrada que finaliza en un acantilado, casi vertical; cercano al suelo existe una cueva, albergue de un vagabundo.  La tierra tiene los colores mutantesdel desierto; .piedras y rocas   sustituyen a plantas y árboles. Antes del acantilado existe una laguna; nadie tiene la seguridad de su origen; muchos aseguran que es un “ojo de mar”. En todo caso, para los niños es una cómoda y gratuita piscina. Para mí, es un inesperado auxiliar acústico  y con una ventaja adicional: entre la “laguna” y el acantilado hay un espacio válido como escenario. “Es como un teatro griego, dice mi  callada euforia ante este hallazgo. Este –continúo- puede ser el futuro teatro de la Población. Habrá que trabajar para ese proyecto. Ahora tenemos que arreglar el espacio para el espectáculo de Nochebuena,

Las tareas son múltiples y a ellas acuden voluntades qué  -me pregunto-  si hoy tendrían la misma disponibilidad.Hago un inventario: Los Bomberos “pistonean” el acantilado para eliminar  la infinidad de basura  que se esparce en el acantilado, por sobre la cueva  -gruta, mejor- donde habría de nacer el “Niño Dios”. El vagabundo cede su “vivienda”; él no necesita mayores argumentos para también venerar el gran símbolo cristiano. La administración del Puerto dona sacos de “salitrón” y de carbón para armar las fogatas que iluminarán el  fondo de la quebrada, por donde avanzarán  los Reyes Magos hasta la gruta. Un par de parlantes –cedidos por un vecino- irá difundiendo el desarrollo  del tradicional libreto. Un intermediario, seleccionado, obtiene, en préstamo, el burro que llevará a María hasta la gruta.

Las posibilidades que da el nuevo espacio incentivan un afán de realismo entre los actores. Más de alguna vez tengo que ceder ante propuestas que me parecen desmedidas, pero no a ellos, seguros de su eficacia. En este particular caso, no dudan en que la  finalidad del pedido sensibilizará al “Chiricaco”, personaje típico de la ciudad, dueño del famoso burro que, vestido con pijama y sombrero, tira una carreta con frutas y verduras por el centro de la ciudad. La incorporación del burro a la trama bíblica da ánimos para iniciativas mayores. Con las formalidades de rigor y siguiendo los conductos regulares, la  Universidad solicita a Carabineros el préstamo de tres caballos para transportar a los Reyes Magos en la representación del nacimiento de Jesús. Los pacíficos corceles provienen del Retén “El Colorado” y originan fuerte competencia  entre quienes se consideran con experiencias ecuestres. Mi ineludible arbitraje hiere a los excluidos. Treinta años después, uno de aquellos me dice, sonriendo: “Todavía estoy enojado contigo porque me quitaste el caballo”.

Vuelvo a los recuerdos. La representación fue un éxito, conquistó incluso a los escépticos y tradicionalistas que antes insistían en mantener el espectáculo en una pequeña plaza situada frente a la Sede Social. Ya en mi exilio recibí algunas cartas de pobladores que seguían recordando esa vivencia de la Navidad de 1972. Todavía hoy -2016- vecinos del  lugar dicen que esta población tuvo “teatro”.

Acortando la historia, diría que la dinámica cultural de la población Kennedy empezó a expandirse a otros sectores vecinales; en concreto, a una nueva población, aún más pobre, la “Mosquito”. Ya era notoria la necesidad de acompañar y respaldar estos avances, sobre todo en el campo teatral de poblaciones. La Universidad aprobó la idea de formar una “Escuela de Instructores Teatrales”. Logramos, entonces, un acuerdo de colaboración con la congénere  de la Universidad de Chile, de Santiago. Ella enviaría profesores a tiempo parcial y aquí, en Iquique, habría dos, a tiempo completo.

Ya teníamos uno, yo. Mi ojo ya tenía escogido el otro. Se desempeñaba como ayudante de la Profesora Jefe  de la Carrera de Instructor Teatral, tarea difícil,  pues la docente –Norma Lomboy- superaba la calificación de exigente. No fue fácil que aceptara despedirse  de su colaborador. Más complejo sería para éste, que debía poner, cara a cara, un presente estable y un futuro por construir. Iquique, se llama la solución del dilema; su protagonista, Guillermo Jorquera, iquiqueño, trasplantado en Santiago. Reviviendo historias pampinas, él fue un “enganchado”  y  yo su “enganchador”. Así lo dice, el propio Guillermo, en su hermosa autobiografía Teatrocanto”.

Sin duda, Jorge Reyes fue uno más de esa legión de hombres idealistas que imaginaron un Chile diferente, más justo e igualitario y, que vieron en el teatro el medio para lograr contribuir a esa transformación social que aún exige nuestra historia.

Una respuesta a “El Teatro Poblacional en Iquique (1970-1973)”

  1. pedro rodriguez dice:

    Que buen relato!!! Es necesario conocer estas experiencias y valorarlas. Experiencias casi anónimas, que irán saliendo a flote con el aporte de gente como Iván Vera Pinto.para ir construyendo la Gran historia de Iquique. Felicitaciones a Jorge Reyes Frías por sus aportes al teatro de Iquique.