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Cristian Ortega Caro/  Instituto de Estudios Andinos Isluga, Docente Carrera de Sociología UNAP El título de este artículo puede ser engañoso, por cuanto se podría creer... Estabilizar el Patrimonio

Cristian Ortega Caro/  Instituto de Estudios Andinos Isluga, Docente Carrera de Sociología UNAP

El título de este artículo puede ser engañoso, por cuanto se podría creer que éste remite a una contatación física de estabilidad, como si el Patrimonio o los artefactos patrimoniales estuviesen en una fragilidad respecto de, por ejemplo, la atención desde la política pública. Contrario a aquello (que no se descarta) “estabilizar el patrimonio” refiere a dos cosas.

Primero, nos referimos a la aparente imprecisión conceptual sobre el vocablo de patrimonio: más allá de la raíz etimológica (referida a lo que “el padre traspasa a sus descendientes”) y más allá de la figura convencional referida a la monumentalidad que traspasa épocas y años o, incluso, de lo “valioso” en tanto “acumulación” que se “traspasa”, queda la impresión de estar sujetos a un péndulo conceptual, cierta tensión de significados, si bien no contrapuestos, que luchan por el posicionamiento y privilegio dentro del uso social; sea éste académico, en la administración pública o en los medios de comunicación.

Patrimonio tangible versus intangible es una pequeña demostración de esta falta de estabilidad. A ella podríamos agregar los conceptos (dicotómicos y autoexcluyentes) de patrimonio material, inmaterial, natural, histórico, artístico, lingüístico o culinario. La falta de estabilidad permite la heterogeneidad. Ciertamente que ello no tiene porqué ser negativo. Por el contrario, la diversidad conceptual, que en principio se asienta de acuerdo a una heterogeneidad empírica, no tiene nada de negativo: es demostrativo de tolerancia, diversidad (ahora valórica), racionalidad (como contrapuesta al dogma de las definiciones monolíticas) y un espíritu democrático.

Sin embargo, desde un juicio epistemológico, la inestabilidad demuestra dos aspectos: primero la falta de acuerdo o consenso dentro del campo o área de quienes trabajan (investigan, publican, escriben libros) en la temática. En estricto rigor, existen tanta definiciones como autores hay: cada investigador, académico, intelectual o líder de opinión (o en su defecto, cada grupo) dedica su tiempo a proyectar una definición/visión que espera posicionar para interceder en la “realidad” (por ejemplo, en la política pública). Ello más allá de creer en el mérito técnico de postular la mejor definición, implica una carrera y una lucha (si bien teórica y muy científica) por una cuota de poder; poder en absoluto simbólico, sino más bien muy fáctico, muy político.

Segundo, la inestabilidad conceptual (teórica, cognoscitiva y disciplinaria) demuestra (a los ojos del Historiador de la Ciencia, Thomas Kuhn) la juventud del área (“paradigma” es su concepto): una disciplina que está envuelta en un puzle de significados, que no ha podido estabilizar un protocolo o un canon teórico y que, como consecuencia de ello, no ha podido definir cómo orientar la investigación empírica del área, expresa, más allá de su inmadurez disciplinaria, un espacio de múltiples oportunidades para hacer, deshacer y proponer temáticas, objetos de estudios, conceptos, significados, estrategias metodológicas, entre una serie de detalles técnicos referidos a la ciencia.Nota al margen, los congresos científicos apuntan a estabilizar socialmente las divergencias teóricas, o por lo menos, a hacer explicita las diferencias.

 “Tarapacá en el mundo” está inserta en esta sana vorágine de la indefinición y dado ello, hemos apostado, por ejemplo, por el concepto de “prácticas culturales” en tanto, “prácticas patrimoniales”: nuestra labor ha apuntado a identificar cómo las prácticas culturales de Tarapacá (por ejemplo, las referidas a los bailes religiosos, los ritos mortuorios o la vida de barrios) contiene una práctica que es depositaria de una serie de elementos patrimoniales que combinan, al final, lo tangible, lo intangible, lo micro-histórico, la re-significación simbólica cotidiana o la dinámica macro-cultural.

Por otra parte hemos apostado por el registro audiovisual como herramienta básica de estabilizar metodológicamente los elementos patrimoniales de una sociedad, un sujeto, un barrio o un grupo. Hemos estado en una constante práctica de hacer-aprender-perfeccionar nuestros documentales (que los puede ver en nuestra web), desde la remota entrevista a “El manicero” (realizada en el 2014) hasta “La muerte en Tarapacá” (noviembre 2017).

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