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Víctor Guerrero Cossio/ Dr. En sociología, Académico UNAP En el Chile actual hay miedo a los inmigrantes, vergüenza por la corrupción e ira contra... Racismo, centralismo y corrupción en la región de Tarapacá

victor-guerrero-2Víctor Guerrero Cossio/ Dr. En sociología, Académico UNAP

En el Chile actual hay miedo a los inmigrantes, vergüenza por la corrupción e ira contra el centralismo, que son males sociales que hoy afectan la convivencia diaria y constituyen las fuentes que impiden avanzar a una sociedad mejor. Sin embargo estos fenómenos son simples efectos de su causa verdadera, que es el funcionamiento del país bajo una lógica neoliberal impuesta en la sociedad capitalista periférica en que nos han convertido.

Por cierto en Chile el centralismo exagerado existe y afecta más aún a sus territorios lejanos, como es el caso de la región de Tarapacá. También hay corrupción, que es una forma deleznable de acceder a los recursos económicos del país. Y la llegada de población extranjera –que produce xenofobia y racismo en casos extremos- es un hecho social que perturba todas las relaciones sociales, especialmente en las regiones mineras donde, por su riqueza, hay más concentración de inmigrantes.

Tarapacá e Iquique sufren de manera superlativa esos males sociales, por su ubicación geográfica y su inserción productiva, al punto que afectan significativamente sus instituciones públicas, la vida en los barrios y la economía regional.

Estas anomalías son consecuencia del funcionamiento perverso de las relaciones sociales construidas por la clase burguesa chilena, administradora del capital en nuestro país y que adecúa el Estado a su accionar. La sociedad es diseñada conforme a sus intereses y por ello se generan condiciones propicias para estas formas sociales detestables.

La comuna de Iquique en los últimos diez años aumentó en 26 % su población, siendo por ello la ciudad que más creció en número de habitantes. Y según la encuesta CASEN es la región donde se incrementó de manera significativa la inmigración, subiendo de 5,1 a 6,6 % su participación en el total nacional. La minería y el comercio la han hecho enormemente atractiva y su consecuencia es que se instalan en ella miles de inmigrantes de países sudamericanos y otros de procedencia más lejana. La economía local se beneficia por este aporte demográfico en tanto aumenta la población en edad de trabajar, pero la sociedad sufre por el aumento de la competencia por los puestos de trabajo y por el deterioro de las remuneraciones.

Por su parte la potencia de la economía regional, la necesidad de inversiones en sus sectores productivos y la incesante búsqueda de ganancias de las empresas, ha generado condiciones para una economía subterránea corrupta que hace circular recursos financieros tras la búsqueda de ventajas privilegiadas para alcanzar esos fines. Autoridades, empresarios, profesionales y hasta parlamentarios han sido sindicados como recurrentes clientes de esas malsanas relaciones económicas.

Y el centralismo del cual nos quejamos no es sólo un activo político y cultural, sino que una red de relaciones económicas dispuestas para que la oligarquía chilena conserve y proteja sus privilegios desde la capital. Para ello mantiene un orden jurídico y administrativo estatal afín a sus intereses y coopta a personeros que aseguren esa red de influencias.

Sin embargo, estas mismas tensiones que nos afectan como sociedad regional, también ofrecen virtudes que nos hacen ser mejores: el desenfado de la corrupción ha permitido reconocer las malas prácticas políticas, el centralismo cohesiona y fortalece el liderazgo regional, finalmente la población extranjera suma capitales culturales que luego de una transición difícil ofrece rentabilidades sociales y económicas, como siempre ha sido en la construcción de la región de Tarapacá.

Es deber de las autoridades y tarea de todos rescatar estos aspectos positivos, traducidos en fortaleza regional y obtenidos en el rigor de la condición dependiente que vivimos por parte de los poderes fácticos del centro oligárquico del país.

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