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Haroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación 8 de marzo, es el Día Internacional de la Mujer. Este día, hace 107 años, en Estados... Día Internacional de la Mujer

haroldo quinterosHaroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación

8 de marzo, es el Día Internacional de la Mujer. Este día, hace 107 años, en Estados Unidos, las obreras de una fábrica textil neoyorquina protagonizaron una jornada de protesta, que tuvo un horrendo fin. Era una fábrica de vestuario, y ellas eran costureras, lavanderas y aplanchadoras. Habían planteado reiteradas veces sus demandas a sus patrones, sin ningún éxito. Sus sueldos eran mucho más bajos que los de los hombres; no trabajaban 8 horas diarias, sino hasta 12 sin compensación adicional alguna, aunque la jornada de las 8 horas ya era una conquista laboral conseguida por los trabajadores estadounidenses y europeos unas décadas antes.

Tampoco se practicaba en esta fábrica la debida mantención de las máquinas, lo que era causa de continuos accidentes. Había también otra demanda, que no puede dejar de conmovernos. Prácticamente todas esas obreras eran madres, y ellas pedían la habilitación de una sala cuna y un jardín infantil para sus hijos. Ante las negativas patronales, desesperadas, salieron a las calles denunciando su situación. Días después declararon la huelga. De pronto, los patrones dijeron que estaban dispuestos a negociar, y se las invitó a una reunión con sus representantes en el interior del taller mayor de la fábrica. Sospechosamente, los delegados venían acompañados de un numeroso piquete policial armado.

Las mujeres fueron las primeras en entrar. Lo hicieron en fila y se ubicaron en asientos dispuestos en el interior. Todo era un engaño. De manera trágica, una vez más la alianza capital-fuerza armada- «Justicia» de Estado quedaba al descubierto ante todo el mundo. Al ingresar al recinto la última trabajadora, las puertas se cerraron abruptamente, y a los minutos sobrevino un feroz incendio. 129 trabajadoras murieron quemadas vivas o asfixiadas, al no poder escapar. Ningún policía ni delegado patronal quedó encerrado en la fábrica.

El incendio, sin duda, había sido provocado con toda la intención de matar a esas mujeres. Sobrevino un juicio de rigor y desde un comienzo las declaraciones de los sospechosos fueron probadamente falaces y contradictorias. El asesinato quedó al descubierto, cuando un testigo directo declaró que varios policías habían sido obligados a encerrar a las mujeres cumpliendo órdenes superiores, y que otros tantos iniciaron el fuego. Como el cine y la televisión no existían, los hechos no se registraron visualmente mientras sucedían, los trabajadores organizados no poseían su propia prensa, y así fue fácil para los jueces desestimar pruebas, declarar que todo fue un “lamentable“accidente, y así el crimen, finalmente, quedó impune.

El conflicto era social y político, puesto que al igual que la masacre de Chicago del 1 de mayo de 1856, que dio origen al Día Internacional de los Trabajadores, se trató de un episodio de confrontación entre trabajo y capital, y en estos casos, como siempre, son los intereses de los capitalistas los que el Estado protege con la fuerza de las armas. Así ha sucedido tantas veces en la historia. Apenas los humildes levantan la voz, se los acalla brutalmente, con lumazos o metralla, y si hay muertos, todo queda en la impunidad. ¡Como no lo vamos a saber los chilenos con las matanzas obreras de nuestra Escuela Santa María, además de tantas más en las oficinas salitreras La Coruña, San Gregorio, Alto San Antonio, y más al sur, en Lonquimay y en Ranqui! El horror que causó en el mundo esta masacre de mujeres fue tal que los patrones debieron ceder a muchas de las demandas que ellas habían planteado.

El gobierno central, algunos años después, decretó el sufragio universal. Por extensión, hay que recordar que demasiado tiempo después, sólo en 1949, las mujeres chilenas conquistaron ese derecho, a través de la lucha de nuestra coterránea Elena Caffarena, Amanda Labarca, María de la Cruz y otras próceres chilenas de los derechos de la mujer. Empero, la brega por sus derechos, los de nuestras madres, esposas, amigas, hijas y hermanas, no ha terminado. La discriminación sexual y el machismo han perdido terreno pero aún no lo suficiente. Posturas retrógradas, oscurantistas, fundamentalistas y ultra – conservadoras con respecto a las reivindicaciones de la Mujer siguen vivas. Son esas las mismas fuerzas que durante décadas se negaban a aceptar el divorcio, el control responsable de la maternidad, y hasta la ley de filiación. Por supuesto, también son ellas las que hoy se niegan a aceptar la necesaria ley de aborto terapéutico.

La lucha por los derechos de la mujer aún no ha terminado. Siguen las violaciones, la violencia intrafamiliar y de pareja contra ella, los femicidios, y la discriminación laboral. Todavía hay muchas fábricas y lugares de trabajo sin salas-cunas; como promedio nacional, las mujeres trabajadoras chilenas ganan un 33% menos que los hombres; la representación de la mujer en el poder político aún es muy inferior a la de los hombres, etc., etc. En fin, se trata de una lucha en la que, también, todo hombre justo y digno debe participar. La brecha ya fue abierta. La abrieron, para todo el mundo, esas mártires y sempiternas heroínas estadounidenses del 8 de marzo de 1908.

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