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Haroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación Aunque la noticia de la automarginación de Pablo Longueira de la carrera presidencial sorprendió a todo el... Longueira se baja

foto-haroldo  cometarioHaroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación

Aunque la noticia de la automarginación de Pablo Longueira de la carrera presidencial sorprendió a todo el mundo, en estricto rigor, la decisión del ahora ex-candidato no tiene la importancia ni gravedad que algunos le asignan. De hecho, no cambia la correlación de fuerzas en la política chilena ni al interior de la derecha, y menos aun el resultado de las elecciones presidenciales de noviembre. Luego, no ha ocurrido nada nuevo que sea espectacular.

Las direcciones centrales de los partidos que integran la Alianza, si no lo han hecho ya, elegirán muy pronto un nuevo candidato. Se puede conjeturar mucho sobre quien asumirá ese rol. La UDI podría revivir la figura de Laurence Golborne, el ex-ministro que porta la aureola de haber encabezado el salvataje de los 33 mineros atrapados en la mina San José. Su gran “llegadita estrecha,” la de haber metido plata obtenida en Chile en secretos “paraísos fiscales,” podría ser, al final de cuentas, olvidable, porque tal como algunos dirigentes de la UDI argumentaron en su favor cuando se descubrieron aquellas peliagudas andanzas, bien puede ser que a mucha gente no le importe que alguien se haga rico especulando en esos tugurios bancarios, y luego sea candidato presidencial.

También la UDI tiene a Evelyn Matthei, la “Iron Lady” chilena, mujer fuerte, ejecutiva e integrista de convicción, todas cualidades que mucho gustan a buena parte de la masa electoral. Aunque la primera opción la tiene la UDI por haber ganado las primarias, Renovación Nacional podría, sin embargo, convencerla que la mejor carta para noviembre es Allamand, porque parte de la carrera electoral ya la tiene corrida, y muy bien, fuera de su probada fe derechista y su larga experiencia política, tanto como partisano y colaborador de la dictadura (lo que gusta mucho a la UDI), como opositor en los 20 años de gobierno de la Concertación.

Por supuesto, la Alianza también podría llevar dos candidatos, uno de RN y la UDI, opción plausible por la existencia de la segunda vuelta y la variedad de candidatos de izquierda que, obviamente, debilitan las posibilidades de Bachelet de obtener mayoría absoluta en la primera vuelta. Y ¿por qué no Velasco? Nada importante lo diferencia de la Alianza, y no le faltan deseos de ascender en su carrera política. En fin, el reemplazo de Longueira es la parte menos difícil del desafío que dejó su bajada. El problema para la Alianza es otro. La derecha sabe perfectamente que, con Longueira o sin él, lo más probable es que no gane las elecciones presidenciales, como lo han confesado varios de sus propios dirigentes, y reiteradas veces.

Al conocerse la noticia del retiro de Longueira, sin los detalles médicos que, efectivamente, lo afectan, la primera figuración del hecho que tuvieron muchos ciudadanos comunes, fue que el candidato se retiraba por la certeza de su derrota en las elecciones presidenciales. No es así, evidentemente, porque a sabiendas que ganar es en extremo difícil, lucharía en ellas hasta el final, por su acendrada convicción política. Siempre fue uno de los más activos dirigentes de la ultra-derecha chilena, al punto de abrazar la causa del golpismo desde su primera juventud. Militó abiertamente en las pocas bases de apoyo político y social que tuvo la dictadura, en las cuales descolló como dirigente.

Al igual que la plana mayor de la UDI de hoy, se cuadró con todas y cada una de las políticas de Estado que se dieron bajo el régimen dictatorial, incluidos, obviamente, el escandaloso fraude plebiscitario de 1980, la represión a los opositores y las horrendas violaciones a los derechos humanos que advinieron con ella. De modo que aceptó jugarse en la elección presidencial porque, aunque fuese difícil ganar, ello mantendría viva y activa a la alicaída y dividida derecha de hoy, en los momentos más difíciles que ha vivido desde el fin de la dictadura, hecho debido al natural desgaste interno de décadas y a la espectacular alza de la candidatura de Bachelet.

Para Longueira, como lo dijo él mismo en repetidas oportunidades, lo más importante para la derecha era mantenerse unida, y, desde luego, una lucha electoral sirve bien ese objetivo. La vida, sin embargo, determinaría otra cosa para el hasta anteayer la primera figura nacional de la Alianza. El enorme esfuerzo por ganar las primarias se dio en el marco de tensionantes desencuentros con RN, y, repito, en un clima de desconfianza en la victoria final en noviembre. Imposible engañarse. Si por las encuestas, la derecha estaba convencida que Piñera ganaría las elecciones presidenciales de 2009, hoy, por eso y mucho más, no puede ignorar que las próximas las ganará Bachelet, o que, por lo menos, es muy difícil que ocurra lo contrario.

Para Pablo Longueira, a esos agitados avatares, vino a sumarse la angustia de ver a uno de sus hijos, de sólo16 años, padeciendo un severo cáncer, lo que finalmente vino a terminar con su resistencia psíquica. En fin, Longueira se ha ido, y lo que viene ahora es, simplemente, su reemplazo, por uno, dos o tres candidatos de su línea.

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