Edición Cero

Carlos Salas Lind, cientista político.  “El riesgo de prolongar la existencia de una marca que ya “no vende” se acrecienta con el significativo aumento... Fin de la Concertación: ¿Y de sus líderes cuándo?

Carlos Salas Lind, cientista político. 

“El riesgo de prolongar la existencia de una marca que ya “no vende” se acrecienta con el significativo aumento de chilenos que se declaran opositores de la gestión gubernamental en la era del cambio, pero esperando – a la vez – la irrupción de un nuevo referente”.  enlace a blog de Carlos Salas

Al igual que las líneas aéreas que sufren accidentes catastróficos – y que encuentran conveniente cambiar de nombre para evitar una fuga irremediable de sus clientes – la Concertación parece haber entendido que llegó la hora de reinventarse.

 

En efecto, el riesgo de prolongar la existencia de una marca que ya “no vende” se acrecienta con el significativo aumento de chilenos que se declaran opositores de la gestión gubernamental en la era del cambio, pero esperando – a la vez – la irrupción de un nuevo referente, menos sujeto a un sinfín de privilegios que brinda la mantención del status quo.

La presidenta del PPD fue la encargada de destrabar públicamente un debate que desmoralizaba a quienes no han podido asumir – como un juicio reivindicativo de los chilenos – el bajísimo nivel de adhesión que experimentan quienes tuvieron que esperar largos 20 años para mostrar las virtudes de la alternancia.

La amarga admisión entre quienes – seguramente – preferían “un despertar nostálgico” de la ciudadanía, era impostergable. La sólida posición que mantiene la ex presidenta Michelle Bachelet – como presidenciable para las elecciones del 2014 – es prácticamente lo único que queda en píe después de tantos intentos por revivir los años de gloria. La sensación de “gusto a poco”  – que dejó la primera mujer en llegar a la presidencia en un sector muy importante de la ciudadanía – colisionaría frontalmente con el retorno de una coalición política que terminó por desalentar a muchos.

Pero volviendo a la analogía inicial, el cambio de nombre de una colectividad política difícilmente podría  equiparar los beneficios que obtiene una firma temerosa de enfrentar su desaparición del mercado. En el caso de una coalición política, más que una denominación, son las caras, los representantes quienes – con su actuación – apasionan o desilusionan a sus seguidores.

Consiguientemente, los dirigentes de la agonizante Concertación enfrentan un desafío mucho mayor que el mero cambio de nombre de una coalición – que según ellos mismos – habría perdido su razón de ser. Lo urgente es impulsar un proceso genuino de descentralización y democratización interna que facilite el recambio generacional, el surgimiento de liderazgos forjados en base a méritos propios, y menos por la gracia automática que genera llevar un apellido reconocible.

La Concertación necesita urgentemente caras nuevas, líderes que no necesiten estar constantemente a la defensiva, justificando la inercia fomentada por las regalías que generó la sumisión a un orden demasiado inflexible, un orden económico e institucional condenado al distanciamiento y desprecio ciudadano

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